¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en
este viernes en que celebramos la Memoria de Nuestra Señora de los Dolores.
Dios
nos bendice...
Carta a los
Hebreos 5,7-9.
Hermanos:
Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,
Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.
Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.
Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.
Evangelio según San Juan 19,25-27.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la
hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Comentario
1.1 Juan
Pablo II nos regaló el 2 de abril de 1997 una densa enseñanza sobre la
fecundidad de los dolores de la Virgen Santa, especialmente en ese momento
cumbre: en la Cruz. De esa predicación del Sumo Pontífice tomamos apartes para
nuestra reflexión de hoy. Los títulos y la numeración son nuestros.
1.2 El
Concilio subraya la dimensión profunda de la presencia de la Virgen en el
Calvario, recordando que "mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la
cruz" (Lumen gentium, 58), y afirma que esa unión "en la obra de la
salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo
hasta su muerte" (ib., 57).
1.3 Con
la mirada iluminada por el fulgor de la Resurrección, nos detenemos a
considerar la adhesión de la Madre a la pasión redentora del Hijo, que se
realiza mediante la participación en su dolor. Volvemos de nuevo, ahora en la
perspectiva de la Resurrección, al pie de la cruz, donde María "sufrió intensamente
con su Hijo y se unió a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor,
daba su consentimiento a la inmolación de su Hijo como víctima" (ib., 58).
1.4 Con
estas palabras, el Concilio nos recuerda la "compasión de María", en
cuyo corazón repercute todo lo que Jesús padece en el alma y en el cuerpo,
subrayando su voluntad de participar en el sacrificio redentor y unir su
sufrimiento materno a la ofrenda sacerdotal de su Hijo.
2.
Dolor de Amor
2.1
Además, el texto conciliar pone de relieve que el consentimiento que da a la
inmolación de Jesús no constituye una aceptación pasiva, sino un auténtico acto
de amor, con el que ofrece a su Hijo como "víctima" de expiación por
los pecados de toda la humanidad.
2.2 Por
último, la Lumen gentium pone a la Virgen en relación con Cristo, protagonista
del acontecimiento redentor, especificando que, al asociarse "a su
sacrificio", permanece subordinada a su Hijo divino.
3.
Mujer fuerte
3.1 En el
cuarto evangelio, san Juan narra que "junto a la cruz de Jesús estaban su
madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María
Magdalena" (Jn 19, 25). Con el verbo "estar", que
etimológicamente significa "estar de pie", "estar erguido",
el evangelista tal vez quiere presentar la dignidad y la fortaleza que María y
las demás mujeres manifiestan en su dolor.
3.2 En
particular, el hecho de "estar erguida" la Virgen junto a la cruz
recuerda su inquebrantable firmeza y su extraordinaria valentía para afrontar
los padecimientos. En el drama del Calvario, a María la sostiene la fe, que se
robusteció durante los acontecimientos de su existencia y, sobre todo, durante
la vida pública de Jesús. El Concilio recuerda que "la bienaventurada
Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su
Hijo hasta la cruz" (Lumen gentium, 58).
3.3 A los
crueles insultos lanzados contra el Mesías crucificado, ella que compartía sus
íntimas disposiciones, responde con la indulgencia y el perdón, asociándose a
su súplica al Padre: "Perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc
23 34). Partícipe del sentimiento de abandono a la voluntad del Padre, que
Jesús expresa en sus últimas palabras en la cruz: "Padre, a tus manos
encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46), ella da así, como observa el
Concilio, un consentimiento de amor "a la inmolación de su Hijo como
víctima" (Lumen gentium, 58).
4.
Mujer de esperanza
4.1 En
este supremo "sí" de María resplandece la esperanza confiada en el
misterioso futuro iniciado con la muerte de su Hijo crucificado. Las palabras
con que Jesús, a lo largo del camino hacia Jerusalén, enseñaba a sus discípulos
"que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los
tres días" (Mc 8, 31), resuenan en su corazón en la hora dramática del
Calvario, suscitando la espera y el anhelo de la Resurrección.
4.2 La esperanza de María al pie de la cruz encierra una luz más
fuerte que la oscuridad que reina en muchos corazones: ante el sacrificio
redentor nace en María la esperanza de la Iglesia y de la humanidad.
http://fraynelson.com/homilias.html.
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