¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este jueves en que celebramos la fiesta de San Lorenzo, Diácono y mártir.
Dios nos bendice...
Primera
Lectura
Lectura de la segunda
carta del apóstol san Pablo a los Corintios 9,6-10:
El que siembra
tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente,
generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a
disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios. Tiene
Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo
siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura:
«Reparte limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.» El que
proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y
aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia.
Salmo
Sal 111,1-2.5-6.7-8.9
R/. Dichoso el que se
apiada y presta
Dichoso quien teme al
Señor
y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita. R/.
Dichoso el que se apiada
y presta,
y administra rectamente sus asuntos. El justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo. R/.
No temerá las malas
noticias,
su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro, sin temor, hasta que vea derrotados a sus enemigos. R/.
Reparte limosna a los
pobres;
su caridad es constante, sin falta, y alzará la frente con dignidad. R/.
Evangelio
de hoy
Lectura del santo
evangelio según san Juan 12,24-26
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda
infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde,
y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida
eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también
estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.»
Reflexión
El que escasamente
siembra, escasamente recoge
La rica comunidad de
Corinto acoge a los macedonios y parece que hay alguna reticencia a la ayuda
prometida y pedida por Pablo. Es una actitud muy humana, aunque resulte poco
cristiana. A todos nos cuesta desprendernos de nuestras posesiones. No
queremos dar de nuestro dinero pensando que nos puede ser necesario a
nosotros mismos. ¿Habéis reparado en la cara que se nos pone cuando nos
encontramos delante de un mendigo y, rebuscando en el bolsillo, sacamos una
moneda de níquel, en lugar de la deseada amarilla?
Pablo anima a aquella
comunidad y, por supuesto a nosotros, para que seamos generosos y sembremos
con largueza, porque el que generosamente siembra, generosamente siega. Es la
paradoja de la generosidad aplicada en la familia cristiana: el “tanto
tienes, tanto vales” no es aplicable, puesto que solamente en el dar con
generosidad, en el compartir, podremos alcanzar ese bienestar que alegrará
nuestra vida y nos permitirá encontrar a Dios en nuestro camino y, cuando
estemos vacíos de afectos mundanos, ser llenados por el Espíritu, que hará de
nuestro corazón su posada.
Si alguno me sirve,
sígame
Tres cortos y densos
versículos nos propone hoy la liturgia: Jesús habla ciertamente de su muerte.
La imagen de la semilla cayendo en la tierra y muriendo para dar paso a una
colección de espigas cargadas de fruto, es lo suficientemente explícita como
para tener una idea clara del mensaje que contiene.
El tratar de conservar
la propia vida, aparte de literalmente, lo podemos pensar como el intento de
permanecer en la cumbre, el deseo de ser el más importante, el que domina, y
esto terminará acarreando al pobre iluso soledad, desprecios, infelicidad;
será seguramente el hombre solo rodeado de mucha gente que reirá sus gracias
pero se irán cuando los necesite realmente. En todas las facetas de la vida
es necesario dejarse ganar, para no perder. Si amo mi vida, mis posesiones,
mis deseos más que a Dios, tendré, tal vez, una vida mundana más o menos
plena, pero vacía de afectos verdaderos. Este es el fruto del egoísmo: es la
semilla que no se entierra y no germina. Puede ser un bellísimo grano de
trigo, pero perfectamente estéril.
Si, por el contrario,
pones tu vida al servicio de los demás, es decir, al servicio de Dios,
tendrás una vida plena, serás feliz y podrás llegar a la vida verdadera, que
se dará en el Paraíso. Y no busques el Paraíso en las alturas, en lo
misterioso, en lo magnífico: No está allí. Búscalo en tu interior porque solo
dentro de ti podrás encontrar a Dios que, de acuerdo con sus palabras habrá
venido y hecho su morada en ti. No hay ninguna duda: si sirves a Cristo, si
sigues con Él su camino, llegarás a estar donde Él esté, a ser uno con Él en
la casa del Padre.
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