Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y comentar el
Evangelio y el comentario, en este martes en que celebramos la fiesta de San
Marcos evangelista.
Dios nos bendice...
Evangelio de hoy
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (16,15-20):
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Palabra
del Señor
Comentario
La función final del
Resucitado en Marcos, con el envío de los discípulos, es predicar «el Evangelio
a toda la creación» en donde la creación (cosmos en griego) nos remita al
Génesis “cuando Dios construyó el cielo y la tierra”.
La divinidad
mostrada por Jesús en Marcos no fue por la superación mágica de su sufrimiento
sino por la asunción de él como el camino de la salvación. El lenguaje es como
el apocalíptico: figuras extrañas que impacten e inviten a la reflexión. Muchos
faquires alegan superar las mordeduras de serpientes, las laceraciones con
punzones, el fuego de carbones, curaciones por imposición de manos. Nada de
esto los hace difusores del evangelio.
La divinidad de Jesús, en Marcos, es inherente
a su humanidad y al alcance de cualquier ser humano. Su pasión no es “a pesar”
de ser Dios sino precisamente porque lo era, en el sentir creyente. Mateo
termina su evangelio con el Resucitado dando a los once discípulos una fórmula
definitiva de salvación «bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo» (Mt 28:19) que interpretada al pie de la letra ha sido poco
acertada . Lucas termina su evangelio con discípulos selectos esperando al
Espíritu: «Permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo
alto» (Lc 24:49). Juan termina su evangelio enfocado en la fe y el ministerio
de quienes crean: «Fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo
de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20:31).
Marcos deja el sentido de la resurrección
abierto dejando espacio para nuevas manifestaciones. Concluye su evangelio con
sorprendentes testigos ordinarios aún perplejos y con dureza de corazón con
quienes puede sentirse identificado el lector u oyente del evangelio.
Es la paradoja de la Iglesia que está llamada
a ser un espacio de conversión en el cual los mismos que predican la conversión
necesitan conversión. Así, mientras Mateo termina con Jesús como un nuevo
Moisés que legista desde la montaña; Lucas con Jesús como un exegeta que
explica las Escrituras en términos de su misma vida; en Juan termina haciendo
predicciones sobre la suerte de Pedro; en Marcos el final queda abierto con una
invitación al lector a responder por sí mismo.
Ser creyente es en
el evangelio de Marcos ser profundamente humano lo cual incluye asumir el
sufrimiento porque es redentor de otros. El Resucitado no actúa solo.
Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros nos convertimos a nuestra
manera en “salvador” para los demás. A pesar de nuestra limitación y finitud
somos anunciadores del evangelio como buena nueva para toda la creación.
Saboreamos el misterio de Dios saboreándolo en sus criaturas. Gozaremos de su
amor insondable gustándolo en el amor humano. El evangelio de Marcos es como
una protesta contra un Jesús hecho tan divino (taumaturgo) que ya no parece
tener rasgos humanos.
El fin abierto de
Marcos nos dice que aunque nadie sabe cómo será, cómo se expresará, qué papel
jugará la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, podemos esperar
que el evangelio tendrá algo o mucho que decir, pero difícilmente será
clonación del pasado. No hay espacio para el restauracionismo .
En un mundo con
problemas y bajo el dominio romano, Marcos tituló así su evangelio: «Buena Noticia
de Jesús, el Mesías, Hijo de Dios» (Mc 1:1), y en consonancia el mandato final
del Resucitado es este: «Id al mundo entero y proclamad la Buena Noticia a toda
la creación» incluyendo por supuesto al Imperio Romano que queda pequeño frente
a la creación (cosmos). Suponen algunos comentaristas que Marcos escribe para
los creyentes residentes en Roma.
Podemos explicar
doctrinas sublimes acerca de Jesús: que en él está la salvación de la
humanidad, la redención del mundo (incluyendo hoy lo ecológico), la liberación
de toda esclavitud, la divinización del ser humano. Pero no se trata solamente
de exponer verdades sino llevar a que la gente experimente en su vida que vivir
a la manera de Jesús tiene sentido. Los gestos de un faquir no convencen a
nadie porque no están a su alcance; si mucho al alcance de un club privado de
faquires.
Tampoco el evangelio, como buena noticia,
tiene valor si es para un grupo selecto de cristianos. La gente que busca a
Jesús en Galilea, aunque a menudo lo malentienda, siente que lo que hace y les
dice les hace bien: les quita el miedo a Dios como castigador, les hace sentir
su misericordia especialmente a los enfermos y marginados, les ayuda a vivir y
sentirse comprendidos y perdonados por él. Su manera de ser les hace bien: es compasivo
y cercano, acoge a los más olvidados, abraza a los más pequeños, bendice a los
enfermos, se fija en los últimos. Ni el sistema político romano ni el sistema
religioso del Templo y los maestros de la ley posibilitan a la gente de Galilea
tales cosas.
El Evangelio de Marcos enfatiza que el Hijo de
Dios no es reconocido como tal más que por los demonios y el centurión al final
y que su pasión abarca toda su vida pública. Jesús toma la actitud de siervo
como aparece en otros evangelios y en Pablo. La vida y las enseñanzas de Jesús
ponen las cosas del mundo al revés. El mundo entiende el poder como el control
que se tiene sobre el mundo y sobre los demás para someterlos y subyugarlos.
Pero Jesús manifiesta su poder de otra manera: sirviendo a los demás. Ese
servicio es el que se empeña en describir el evangelio de Marcos con tal
crudeza y oposición que pueden también asustar el lector del evangelio. No
dejará de ser, por maravilloso que lo pensemos, necedad para los judíos y
locura para los griegos. Para los que creen, la sabiduría más profunda de Dios.
Apuntes del Evangelio.
Luis Javier Palacio, S.J.
Luis Javier Palacio, S.J.
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