¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en esta Feria de Adviento: Semana
antes de Navidad (21 dic.)
Dios nos bendice…
Cantar
de los Cantares 2,8-14.
¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas. Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado. Habla mi amado, y me dice: "¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias. Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante".Evangelio según San Lucas 1,39-45.
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Comentario
1. Aquí viene mi Amado
1.1 Jesucristo viene. El
calendario parece acelerarse a medida que se llega esa fecha, entrañable y
bella, en que la Iglesia entera se postra llena de gratitud ante el portal de
Belén. La noticia, la buena noticia por excelencia, es esta y sólo esta:
"¡Jesucristo viene!".
1.2 La llegada de Jesús,
cuyo solo nombre ya significa salvación, colma nuestra esperanza porque en él
está cuanto puede desear rectamente el alma humana. Él es nuestra libertad,
nuestra justicia, nuestra salud, nuestra paz. ¡Dichosos nosotros que algo
conocemos de los tesoros incalculables del alma de Cristo, y algo hemos
saboreado ya de los bienes que él trae a nuestras almas!
1.3 Mas hay una dimensión,
un aspecto de la llegada del Señor que no puede quedar en penumbra: Él es el
Amado. Necesitamos salud, justicia, sinceridad, pureza, pero sobre todo,
necesitamos amor. Y para nuestra inmensa necesidad de amor, he aquí que viene
el Amado. La saciedad que se siente ante Jesús no es sólo la alegría de ver que
nuestros problemas logran solución. Él no es solamente el que resuelve nuestros
problemas, sino el que colma con su amor inefable y dulcísimo los abismos más
hondos del corazón humano. Jesús no viene sólo a poner parches a una vida que
podría entenderse sin él: viene a ser nuestra vida en su sentido más pleno y
perfecto.
1.4 El texto poético del
Cantar de los Cantares nos aproxima a esa experiencia, íntima y transformante,
descrita en términos esponsales. ¡Oh, qué gozo para la niña enamorada, sentir
los pasos del amado! ¡Qué palpitar en su corazón, qué rubor en sus mejillas,
qué esplendor de sonrisa en sus labios! "¡Es él, es él!", le grita el
corazón, y ella, temerosa y gozosa a la vez, apenas asoma a la ventana, para
comprobar con júbilo impetuoso, que lo que anunció el oído ahora pueden
disfrutarlo los ojos: sí, es verdad, es Él; el amado está aquí, el invierno se
ha acabado; ahora es tiempo de cantos y perfumes, de sonrisa y de danza.
¡Feliz, mil veces feliz el alma que algo semejante sienta aguardando a
Jesucristo!
2. La Madre de mi Señor ha
venido a verme
2.1 La pregunta de Isabel
prolonga nuestra reflexión sobre el gozo ante la llegada de Cristo. Toda la
santidad de María es Jesucristo; todo el bien de María es Jesucristo; toda la
gracia de María le viene de Él, que es también su belleza, su esplendor, su
dulzura.
2.2 María, evangelizada por
el ángel, es ahora evangelizadora. Ha recibido a Jesucristo, en su corazón y en
sus entrañas; ahora nos da a Jesucristo, desde su corazón inmaculado y desde
sus entrañas purísimas. Así Ella se convierte en el modelo eminente de la
Iglesia misionera, en la que todos tenemos un lugar. Nuestra tarea será la
misma: acoger a Jesucristo para dar a Jesucristo, y con Él y por Él, brindar
esa alegría que está sobre toda alegría y ese amor que está sobre todo amor.
2.3 Esta labor misionera,
que brota directamente de nuestro bautismo, pertenece de modo particular al
sacerdote. En la Eucaristía, sobre todo, él toma el lugar de María y brinda con
su predicación y con la Sangrada Comunión ese gozo y esa salud que sólo Jesús
puede dar al mundo.
http://fraynelson.com/homilias.html.
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