¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este miércoles de la 15ª. Semana del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
Evangelio según San
Mateo 11,25-27.
Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
Comentario
a) Las personas sencillas, las de corazón humilde,
son las que saben entender los signos de la cercanía de Dios. Lo afirma Jesús,
por una parte, dolorido, y por otra, lleno de alegría.
Cuántas veces aparece en la Biblia esta convicción.
A Dios no lo descubren los sabios y los poderosos, porque están demasiado
llenos de sí mismos. Sino los débiles, los que tienen un corazón sin demasiadas
complicaciones.
Entre «estas cosas» que no entienden los sabios
está, sobre todo, quién es Jesús y quién es el Padre. Pero la presencia de
Jesús en nuestra historia sólo la alcanzan a conocer los sencillos, aquellos a
los que Dios se lo revela.
b) En el evangelio podemos constatar continuamente
este hecho. Cuando nació Jesús en Belén, le acogieron María y José, sus padres,
una humilde pareja de jóvenes judíos; los pastores, los magos de tierras
lejanas y los ancianos Simeón y Ana. Los «sabios y entendidos», las autoridades
civiles y religiosas, no lo recibieron.
A lo largo de su vida se repite la escena. La gente
del pueblo alaba a Dios, porque comprenden que Jesús sólo puede hacer lo que
hace si viene de Dios. Mientras que los letrados y los fariseos buscan mil excusas
para no creer.
La pregunta vale para nosotros: ¿somos humildes,
sencillos, conscientes de que necesitamos la salvación de Dios? ¿o, más bien,
retorcidos y pagados de nosotros mismos, «sabios y entendidos», que no
necesitamos preguntar porque lo sabemos todo, que no necesitamos pedir, porque
lo tenemos todo?
Cuántas veces la gente sencilla ha llegado a comprender con
serenidad gozosa los planes de Dios y los aceptan en su vida, mientras que
nosotros podemos perdernos en teologías y razonamientos. La oración de los
sencillos es más entrañable y, seguramente, llega más al corazón de Dios que
nuestros discursos eruditos de especialistas.
Nos convendría a todos tener unos ojos de niño, un
corazón más humilde, unos caminos menos retorcidos, en nuestro trato con las
personas y, sobre todo, con Dios. Y saberles agradecer, a Dios y los demás,
tantos dones como nos hacen. Siguiendo el estilo de Jesús y el de María, su
Madre, que alabó a Dios porque había puesto los ojos en la humildad de su
sierva.
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 149-152
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 149-152
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