sábado, 30 de abril de 2016

«Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 5ª semana de Pascua...

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 15,18-21. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.  Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia. Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes. Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.»  
Comentario

a) Jesús ha hablado hasta ahora mucho del amor. Ahora aparece la palabra «odio». Anuncia de antemano a sus seguidores que el mundo les odiará.

Va a ser una historia de lucha entre el bien y el mal. Como lo ha sido en la persona de Cristo, el maestro, lo será del mismo modo con sus seguidores: «si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros».

Y es que de por medio está el gran contraste: ser del mundo o no serlo. Hay diferencia entre «estar en el mundo» y «ser del mundo», o sea, compartir los criterios del mundo. El «mundo» para Juan es siempre el conjunto de las fuerzas del mal, opuestas al Reino que quiere establecer Jesús.

b) Las palabras de Jesús en la Ultima Cena nos avisan también a nosotros de que va a ser difícil nuestra relación con el mundo. Como lo fue para Cristo Jesús. Como lo ha sido a lo largo de los dos mil años de la historia para la comunidad cristiana.

«Si fuerais del mundo, el mundo os amaría, pero como no sois del mundo por eso el mundo os odia». Según esto, debería ser mala señal que la sociedad nos aceptara demasiado fácilmente: sería señal o de que el mundo se ha convertido y ha cambiado, o de que nosotros no damos testimonio de los valores cristianos, sino que nos hemos amoldado de alguna manera a la manera de pensar del mundo y no le resultamos «incómodos».

Es el peligro que podemos tener: el «mimetismo», la asimilación insensible de la jerarquía de valores del mundo, en vez de la de Cristo. Todos somos conscientes de que las bienaventuranzas de este mundo no coinciden en absoluto con las de Jesús, y que nos hace falta lucidez para discernir en cada caso. ¿A cuáles nos apuntamos? ¿nos dejamos manipular, por las verdades de este mundo y por sus promesas a corto plazo, por cobardía y por pereza, o nos mantenemos fieles a Jesús, el único que «tiene palabras de vida

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 117-119
 



viernes, 29 de abril de 2016

«Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 5ª. Semana de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 15,12-17. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.  Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Comentario


La medida es alta y su mandato es exigente. ¡Lo que pide no es menos que lo que pedía la ley antigua! Cristo pone como medida del amor nada menos que “dar la vida”. Tanto no pedía la Ley de Moisés. Pero la Ley Antigua tampoco daba tanto, tampoco nos transformaba tanto, tampoco construía tanto en nosotros.

De aquí podemos aprender dos cosas: primera, que es falso que la Nueva Ley sea menos o menor que la Antigua. Pide más, infinitamente más. Pero, en segundo lugar, la Ley Nueva es superior a la Antigua porque trae en sí el vigor para ser cumplida.

Tal es, en efecto, la maravillosa ley del amor: que tanto ilumina cuanto impulsa y tanto mueve cuanto esclarece. La ley mosaica podía ayudarnos a encontrar lo malo pero no a sentir repulsión hacia ello; podía enseñarnos el camino del bien pero nos dejaba inermes ante el atractivo del mal. La Ley Nueva, por el contrario, nos hace fuertes interiormente, a través de la experiencia de ser amados, y luego nos dirige hacia el bien, a través del llamado a amar.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

jueves, 28 de abril de 2016

«Permanezcan en mi amor», nos pide Jesús

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y editar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 5ª semana de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 15,9-11. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.»  
Comentario

a) Con la metáfora de la vid y los sarmientos Jesús invitaba a «permanecer en él», para poder dar fruto. Hoy continúa el mismo tema, pero avanzando cíclicamente y concretando en qué consiste este «permanecer» en Cristo: se trata de «permanecer en su amor, guardando sus mandamientos».

Se establece una misteriosa y admirable relación triple. La fuente de todo es el Padre. El Padre ama a Jesús y Jesús al Padre. Jesús, a su vez, ama a los discípulos, y éstos deben amar a Jesús y permanecer en su amor, guardando sus mandamientos, lo mismo que Jesús permanece en el amor al Padre, cumpliendo su voluntad.

Y esto lleva a la alegría plena: «que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». La alegría brota del amor y de la fidelidad con que se guardan en la vida concreta las leyes del amor.

b) Uno de los frutos más característicos de la Pascua debe ser la alegría. Y es la que Cristo Jesús quiere para los suyos. Una alegría plena. Una alegría recia, no superficial ni blanda. La misma alegría que llena el corazón de Jesús, porque se siente amado por el Padre, cuya voluntad está cumpliendo, aunque no sea nada fácil, para la salvación del mundo. Ahora nos quiere comunicar esta alegría a nosotros.

Esta alegría la sentiremos en la medida en que «permanecemos en el amor» a Jesús, «guardando sus mandamientos», siguiendo su estilo de vida, aunque resulte contra corriente. Es como la alegría de los amigos o de los esposos, que muchas veces supone renuncias y sacrificios. O la alegría de una mujer que da a luz: lo hace en el dolor, pero siente una alegría insuperable por haber traído una nueva vida al mundo (es la comparación que pronto leeremos que trae el mismo Jesús, explicando qué alegría promete a sus seguidores).

Popularmente decimos que «obras son amores», y es lo que Jesús nos recuerda. La Pascua que estamos celebrando nos hará crecer en alegría si la celebramos no meramente como una conmemoración histórica -en tal primavera como esta resucitó Jesús- sino como una sintonía con el amor y la fidelidad del Resucitado. Entonces podremos cantar Aleluyas no sólo con los labios, sino desde dentro de nuestra vida.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 111-113

miércoles, 27 de abril de 2016

“Separados de mí, nada pueden hacer”, nos dice Jesús

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 5ª. Semana de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 15,1-8. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»
Comentario

Permanecer en Jesús. Si permanecemos en Él y Él permanece en nosotros, entonces podremos dar frutos abundantes, pues su Palabra será fecunda en nosotros. Dios no nos quiere en su Iglesia como parásitos, sino como aquellos que dan frutos de santidad, de amor, de vida, de justicia, de misericordia, etcétera.

Quienes vivimos en plena comunión con Cristo y con los hermanos debemos estar en una continua conversión, pues día a día el Padre Dios nos irá purificando de todo aquello que nos impida dar frutos abundantes, maduros y substanciosos para alimentar al mundo con el verdadero Pan de Vida, Cristo Jesús, que viene a darle la paz y la alegría a nuestro corazón. 

Por tanto nuestra permanencia en Cristo conlleva una gran responsabilidad de no sólo disfrutar la salvación de un modo personalista, sino de trabajar a favor de su Evangelio para que, tanto con nuestras palabras como con nuestro ejemplo, colaboremos para que la salvación llegue a todos.

El Padre Dios comunica su misma Vida al Hijo; y el Hijo la transmite a todo aquel que permanezca en Él para que, quien crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna. Y nosotros, que hemos recibido esa vida, estamos llamados a convertirnos en un fruto maduro de vida, para alimentar a nuestros hermanos mediante la fe, el amor, la paz, la alegría, la justicia, la solidaridad y la preocupación constante en procurar el bien y una vida más digna a los más desprotegidos.

Por eso, la vida que hemos recibido de Dios no es para que la encerremos para nosotros mismos, sino para que la transmitamos a los demás, de tal forma que todos puedan tener consigo, y disfrutar, la Vida nueva que Dios, nuestro Padre, nos ha ofrecido por medio de su Hijo, y que quiere que llegue hasta el último rincón de la tierra por medio de su Iglesia.

www.homiliacatolica.com
 

martes, 26 de abril de 2016

«Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 5ª. Semana de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 14,27-31a.
Jesús dijo a sus discípulos: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean. Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado.»
Comentario

a) En el clima de despedida de Jesús, hay una preocupación lógica por el futuro. Y Jesús les tranquiliza: «la paz os dejo, mi paz os doy». Eso sí, no es una paz barata, sino una paz que viene de lo alto: «no os la doy yo como la da el mundo».

La consigna de Jesús es clara: «no tiemble vuestro corazón ni se acobarde». Es verdad que «me voy», pero «vuelvo a vuestro lado: si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre».

La paz y la seguridad que Jesús promete a los suyos deriva de la unión íntima que él tiene con el Padre: él ama al Padre, cumple lo que le ha encargado el Padre y ahora vuelve al Padre. Desde esa existencia postpascual es como «volverá» a los suyos y les apoyará y les dará su paz.

b) Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy las recordamos cada día en la misa, antes de comulgar: «Señor Jesucristo, que dijiste a los apóstoles: la paz os dejo, mi paz os doy...».

También ahora necesitamos esta paz. Porque puede haber tormentas y desasosiegos más o menos graves en nuestra vida personal o comunitaria. Como en la de los apóstoles contemporáneos de Jesús. Y sólo nos puede ayudar a recuperar la verdadera serenidad interior la conciencia de que Jesús está presente en nuestra vida.

Esta presencia siempre activa del Resucitado en nuestra vida la experimentamos de un modo privilegiado en la comunión. Pero también en los demás momentos de nuestra jornada: «yo estoy con vosotros todos los días», «donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo», «lo que hiciereis a uno de ellos, a mí me lo hacéis». La presencia del Señor es misteriosa y sólo se entiende a partir de su ida al Padre, de su existencia pascual de Resucitado: «me voy y vuelvo a vuestro lado».

A veces podemos experimentar más la ausencia de Cristo que su presencia. Puede haber «eclipses» que nos dejan desconcertados y llenos de temor y cobardía. Como también en el horizonte de la última cena se cernía la «hora del príncipe de este mundo», que llevaría a Cristo a la muerte. Pero la muerte no es la última palabra. Por eso estamos celebrando la alegría de la Pascua. También Cristo encontró la paz y el sentido pleno de su vida en el cumplimiento de la voluntad de su Padre, aunque le llevara a la muerte.

Escuchemos la palabra serenante del Señor: «no tiemble vuestro corazón ni se acobarde». Si estamos celebrando bien la Cincuentena Pascual, deberíamos haber crecido ya notoriamente en la paz que nos comunica el Resucitado, venciendo toda turbación y miedo.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 3
El Tiempo Pascual día tras día
Barcelona 1997. Págs. 105-107

lunes, 25 de abril de 2016

“Proclamen el Evangelio a toda la creación”

¡Amor y paz!

Los invito, a leer el Evangelio y el comentario, en este lunes en que celebramos la fiesta de San Marcos, Evangelista.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 16,15-20. 
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. 
Comentario


1.1 Marcos es el evangelista que pareciera tener como consigna esta frase: ¡Que hablen los hechos! Su texto, en efecto, tiene un gran porcentaje de relatos sobre las obras de Cristo, incluso en una mayor proporción que la que otorga a los discursos del Señor.

1.2 Por eso la lectura del Evangelio según san Marcos es dinámica y fluye con naturalidad y con fuerza. Su mensaje presenta los datos fundamentales: una humanidad necesitada de salvación y un enviado, Jesucristo, como lugar para recibir esa salvación.

1.3 La noción de salvación que surge de una lectura del texto de Marcos es sencilla. Cristo ha venido a vencer a todo aquello que nos frena, nos duele, nos retrasa, nos encarcela. No enfatiza él en la diferencia entre lo físico y lo espiritual, o entre lo emocional y lo racional, o entre lo más trascendente y los más próximo o perecedero. Para Cristo, según esta mirada, todo tiene importancia y todo se convierte en ocasión de recibir la salvación.

2. ¿Y quién era este Marcos?

2.1 Juan Marcos, pues ambos nombres tenía, fue compañero de la labor evangelizadora de Pablo y luego de Pedro. La primera lectura de hoy nos recuerda el estrecho vínculo de discipulado y cálida amistad que se forjó entre Marcos y Pedro, con lo cual queda insinuado que es el testimonio y son los recuerdos mismos de Pedro los que seguramente emergen en el evangelio que nosotros llamamos "de Marcos."

2.2 Marcos tuvo algunas tensiones y desavenencias con Pablo, según consta en Hch 13,13 y Hch 15,36-40. Estos hechos no debemos esconderlos ni tienen por qué escandalizarnos. Las diferencias fueron sobre todo en asuntos prácticos: adónde dirigirse, qué recorrido tomar, a quiénes ir primero en la evangelización.

2.3 Lo que sí podemos aprender de esas tensiones es que estos hombres santos eran todos gente de carne y hueso; gente además con una gran capacidad de liderazgo y de resolución. Creer en Dios no los hizo tontos sino que elevó sus dones naturales a unas alturas inmensas, de donde recibieron la luz que luego nos han comunicado.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

domingo, 24 de abril de 2016

“Si se aman (...), todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos”


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este V Domingo de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 13,31-33a.34-35. 
Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".  
Comentario

Cuentan que un agricultor sembraba todos los años maíz en sus campos. Después de muchos años, logró conseguir la mejor semilla de maíz que se podía obtener. Mientras los cultivos de sus vecinos deban cinco mazorcas por uno, el suyo daba cincuenta mazorcas por un grano. El hombre se preocupaba por dejar cada año una buena cantidad de semilla para volver a sembrar y para regalarle a todos sus vecinos, que se alegraban con esta generosidad del agricultor. Cuando alguien le preguntó por qué hacía eso, él respondió: «Si mis vecinos tienen también buen maíz, mis maizales serán cada vez mejores; pero si el maíz de ellos es malo, también mi maizal empeorará». Nadie entendió la respuesta, de modo que él añadió: «Los insectos y los vientos que llevan el polen de unos sembrados a otros y fecundan las cosechas para que produzcan su fruto, no tienen en cuenta si los sembrados son míos o de mis vecinos… Mis sembrados crecerán lo que los sembrados de mis vecinos crezcan».

Cuando Jesús se despidió de su discípulos, les dejó un mandamiento nuevo: “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos”. Esta es la señal por la que los cristianos deberíamos ser reconocidos. No deberíamos preocuparnos tanto por las insignias externas, por las prácticas piadosas, sino por la calidad de nuestras relaciones. Cuando amamos a alguien, le hacemos el bien, le ayudamos a ser mejor, a vivir en plenitud esta existencia que Dios nos ha regalado para compartirla como hermanos.

Tal vez esta es la tarea más importante que tenemos delante. Crear relaciones que nos ayuden a crecer. La competitividad que nos impone una sociedad como la que hemos organizado, nos obliga constantemente a buscar nuestro propio bienestar en detrimento del bienestar de los demás. Parecería que la relación entre nuestro crecimiento y el crecimiento de los demás fuera inversamente proporcional. Pero desde la lógica de Dios, las cosas son al contrario. Cuanto más crezcan aquellos que están a nuestro lado, más creceremos también nosotros. Si estuviéramos convencidos de esta verdad y si la hiciéramos la norma de nuestra vida, otra cosa sería este mundo. El Señor resucitado estaría más presente entre nosotros y nuestro testimonio se iría extendiendo a lo largo y ancho del mundo.

Dios es como el agricultor de la historia. El reparte sus dones a todos y quiere que todos crezcan y lleguen a la plenitud. Y así quiere que seamos los que nos llamamos seguidores suyos. Jesús vivió así su existencia y quiere que sus discípulos vivamos de la misma manera. No solo con el sentido egoísta de buscar nuestro interés ayudando a los demás, sino convencidos de que es la mejor manera de hacerlo presente en medio de nuestras familias, de la Iglesia y de la sociedad.

Hermann Rodríguez Osorio
Sacerdote jesuita, Profesor Asociado de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá

sábado, 23 de abril de 2016

“El que me ha visto, ha visto al Padre”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 4ª. Semana de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 14,7-14.
Jesús dijo a sus discípulos: "Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. “Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."
Comentario

Jesús reafirma la necesidad de reconocer en él al Padre. A la petición de Felipe "Señor, déjanos ver al Padre", responde con otra pregunta: "¿y todavía no me conoces?" El conocimiento que pide Jesús a Felipe es algo más profundo que una mirada superficial o a la mera apariencia física. Se trata de pasar de un pensamiento lógico, racional y frío, a un pensamiento que involucre otras dimensiones, que tenga ojos para la realidad interior que encierra lo simbólico de la historia y la cultura. Sólo así se capta qué Dios se revela en Jesús y cómo la corporalidad de Jesús es sacramento.

Esta es la mirada de fe que pide Jesús a Felipe en su momento. Se necesita entonces una disposición mental, afectiva y espiritual que involucre todos los valores del ser humano, incluida su corporeidad, su afectividad, su sensibilidad, su cultura. Para aceptar a Jesús como sacramento del Padre, la fe en Dios presupone y necesita de una mentalidad global, totalizadora, que supere la dualidad cuerpo-espíritu.

Nuestra sociedad, marcada por un pensamiento dual, ha creado ámbitos donde prima lo espiritual sobre lo material, y de esta manera se sataniza lo que tenga que ver con la naturaleza o con lo físico. Se demoniza el cuerpo y es motivo de discriminación y rechazo. Es decir, se termina negando la cultura. Jesús se propone a sí mismo como mediación a través de sus obras. Hay aquí una valoración del cuerpo como lugar teológico en el que se descubre a Dios, desde el que se dialoga con Dios y desde donde es posible participar y contribuir activamente en la construcción de una nueva sociedad: "...el que cree en mí hará también las obras que yo hago"... (v. 12). Esa visión integral Dios-naturaleza-vida, es una concepción muy profunda típica de nuestras culturas tradicionales. Valorada y llena de justicia, sería el gran aporte de los pueblos profundos de Nuestra América frente a los múltiples problemas que hoy nos aquejan.

Servicio Bíblico Latinoamericano