jueves, 31 de marzo de 2016

Ni la Cruz sin la Pascua, ni la Pascua sin la Cruz

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la primera lectura y el Evangelio, en este jueves de la octava de Pascua.

Dios nos bendice...

Libro de los Hechos de los Apóstoles 3,11-26. 
Como el paralítico que había sido curado no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió hacia ellos, que estaban en el pórtico de Salomón. Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: "Israelitas, ¿de qué se asombran? ¿Por qué nos miran así, como si fuera por nuestro poder o por nuestra santidad, que hemos hecho caminar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer. Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados." Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado para ustedes. Él debe permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración universal, que Dios anunció antiguamente por medio de sus santos profetas. Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes obedecerán a todo lo que él les diga. El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo. Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel, anunciaron también estos días. Ustedes son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios hizo con sus antepasados, cuando dijo a Abraham: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra. Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades". 
Evangelio según San Lucas 24,35-48. 
Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto."  

Comentario


1.1 En la primera lectura, Pedro explica el juicio y condena a muerte a Jesús como fruto de la ignorancia. Es algo semejante a lo que oró Cristo en la Cruz, intercediendo por sus verdugos: "perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). Pedro aplica este atenuante de ignorancia incluso a los jefes del pueblo que instigaban con odio reclamando la muerte de Jesús. Algo parecido nos dice Pablo en 1 Cor 2,8: si hubieran conocido la sabiduría de Dios "nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria".

1.2 Esta última frase de Pablo nos ayuda a entender cuál es esa ignorancia que puede llevar a condenar a un inocente. En efecto, a uno le parece que uno nunca condenaría a muerte a un inocente, pero eso no es tan obvio como se ve en un primer momento. Consideremos un caso relativamente reciente. El 11 de septiembre de 2001, el día de los atentados terroristas a objetivos civiles y militares por medio de aviones de pasajeros, las autoridades norteamericanas tuvieron que tomar una decisión espantosa: supongamos que sabemos que un avión repleto de civiles inocentes ha sido tomado por terroristas que lo dirigen hacia otro gran edificio. ¿Es lícito utilizar armamento militar para derribar ese avión, aunque ello evidentemente implique la muerte de esos inocentes? El presidente de los Estados Unidos de hecho determinó que sí.

1.3 Cualquiera diría que es comparativamente fácil decidir algo así en un caso tan extremo; de todos modos, ello muestra que condenar inocentes no es algo tan absurdo para la mente humana cuando se piensa que eso garantizara que se salvan muchos más inocentes. Y no podemos descartar que estas eran cuentas que en conciencia se hacían las autoridades judías mismas, como lo sugiere la frase de Caifás: "es más conveniente que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Jn 11,50). A nosotros, con todos los datos que tenemos, nos parece insuficiente y retorcido un argumento así, pero es posible que con los datos que ellos tenían, no pudieran fácilmente pensar de otro modo. A eso se refiere esa "ignorancia" de la que nos hablan Pedro y Pablo.

2. La predicación esclarece

2.1 La ignorancia, sin embargo, llega a su fin por la obra de la predicación. Cristo mismo, en el evangelio de hoy, les da primero pruebas de su resurrección: se aparece ante ellos, pero ellos creen que es un fantasma (o un "espíritu materializado", como enseñan hoy los Testigos de Jehová); entonces come delante de ellos, y como esto aún parece insuficiente, es preciso llegar a lo que sigue: "entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras". Sólo así es posible vencer la ignorancia, y no equivocarse sobre la realidad del misterio de la pascua de Cristo.

2.2 Lo más difícil de entender no es que Cristo está vivo, sino que es el mismo Cristo que colgó de la Cruz. Saber que hay un mundo sobrenatural, el mundo de los espíritus, es cosa que admiten prácticamente todas las religiones. Lo tenaz para nuestra mente es admitir que el mismo que fue rechazado, y que lo fue en razón de nuestros crímenes, ahora está vivo, reina y con su gracia nos da el perdón y la vida nueva. Llegar a esa luz, o esa "sabiduría" como la llama Pablo, es cosa que requiere de la unción que nos da el mismo Cristo.

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miércoles, 30 de marzo de 2016

Lo reconocieron al partir el pan

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la octava de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 24,13-35. 
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!". "¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron". Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?" Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?". En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!". Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.  

Comentario


Jesús los alcanzó. Se hizo "el encontradizo", salió al paso de ese duelo que punzaba sus almas y ensombrecía sus rostros. ¡Dios, cuánta misericordia en ese solo hecho! ¡Qué piedad la del Señor, que no abandona a los que le abandonan y que busca mostrar su rostro a los que ya le daban la espalda!

Cristo les explica las Escrituras. Hace camino con ellos, no sólo en cuanto une sus pies a los de estos entristecidos, sino sobre todo en cuanto recorre a su lado la senda interior que lleva de la oscuridad a la luz y de la desolación a la esperanza. Así también Cristo sigue haciendo camino con su pueblo y con todos los pueblos y gentes. No nos desanimemos de ver desánimo incluso en quienes han estado con nosotros oyendo al Maestro. Bien es posible que si ellos huyen Cristo camine más rápido y en algún recodo del camino les alcance con el poder de su gracia.

Lo reconocieron "al partir el pan". Es el gesto entrañable, el estilo único, la manera caritativa y bella de Jesús. Tiene que ser él; nadie más parte así el pan, nadie lo agradece como él, nadie lo bendice y nos bendice como él. ¡Qué hermosura, qué dulzura, qué ternura! Iglesia de Dios: ¡alégrate en Cristo, gózate en su Pascua, reconócelo en el Pan!

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martes, 29 de marzo de 2016

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 8ª. de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 20,11-18. 
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. 
Comentario

Hoy, en la figura de María Magdalena, podemos contemplar dos niveles de aceptación de nuestro Salvador: imperfecto, el primero; completo, el segundo. Desde el primero, María se nos muestra como una sincerísima discípula de Jesús. Ella lo sigue, maestro incomparable; le es heroicamente adherente, crucificado por amor; lo busca, más allá de la muerte, sepultado y desaparecido. ¡Cuán impregnadas de admirable entrega a su “Señor” son las dos exclamaciones que nos conservó, como perlas incomparables, el evangelista Juan: «Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto» (Jn 20,13); «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré»! (Jn 20,15). Pocos discípulos ha contemplado la historia, tan afectos y leales como la Magdalena.

No obstante, la buena noticia de hoy, de este martes de la octava de Pascua, supera infinitamente toda bondad ética y toda fe religiosa en un Jesús admirable, pero, en último término, muerto; y nos traslada al ámbito de la fe en el Resucitado. Aquel Jesús que, en un primer momento, dejándola en el nivel de la fe imperfecta, se dirige a la Magdalena preguntándole: «Mujer, ¿por qué lloras?» (Jn 20,15) y a la cual ella, con ojos miopes, responde como corresponde a un hortelano que se interesa por su desazón; aquel Jesús, ahora, en un segundo momento, definitivo, la interpela con su nombre: «¡María!» y la conmociona hasta el punto de estremecerla de resurrección y de vida, es decir, de Él mismo, el Resucitado, el Viviente por siempre. ¿Resultado? Magdalena creyente y Magdalena apóstol: «Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor» (Jn 20,18).

Hoy no es infrecuente el caso de cristianos que no ven claro el más allá de esta vida y, pues, que dudan de la resurrección de Jesús. ¿Me cuento entre ellos? De modo semejante son numerosos los cristianos que tienen suficiente fe como para seguirle privadamente, pero que temen proclamarlo apostólicamente. ¿Formo parte de ese grupo? Si fuera así, como María Magdalena, digámosle: —¡Maestro!, abracémonos a sus pies y vayamos a encontrar a nuestros hermanos para decirles: —El Señor ha resucitado y le he visto.

+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
http://encuentra.com/nuevo_testamento/el_evangelio_del_dia16355/ 

lunes, 28 de marzo de 2016

Las mujeres, grandes protagonistas de la Evangelización

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, este lunes de la Octava de Pascua.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Mateo 28,8-15.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy. 
Comentario

Hoy, la alegría de la resurrección hace de las mujeres que habían ido al sepulcro mensajeras valientes de Cristo. «Una gran alegría» sienten en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del Maestro. Y salen “corriendo” del sepulcro para anunciarlo a los Apóstoles. No pueden quedar inactivas y sus corazones explotarían si no lo comunican a todos los discípulos. Resuenan en nuestras almas las palabras de Pablo: «La caridad de Cristo nos urge» (2Cor 5,14).

Jesús se hace el “encontradizo”: lo hace con María Magdalena y la otra María —así agradece y paga Cristo su osadía de buscarlo de buena mañana—, y lo hace también con todos los hombres y mujeres del mundo. Y más todavía, por su encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. 

Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante Aquel que es nuestro Creador y Redentor: la sumisión —«se asieron a sus pies» (Mt 28,9)— y la adoración. ¡Qué gran lección para aprender a estar también ante Cristo Eucaristía! 

«No tengáis miedo» (Mt 28,10), dice Jesús a las santas mujeres. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies. Como los Apóstoles en el mar embravecido y los discípulos de Emaús le pedimos: ¡Señor, no nos dejes!

Y el Maestro envía a las mujeres a notificar la buena nueva a los discípulos. Ésta es también tarea nuestra, y misión divina desde el día de nuestro bautizo: anunciar a Cristo por todo el mundo, «a fin que todo el mundo pueda encontrar a Cristo, para que Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad (...) contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella» (San Juan Pablo II).

Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España)
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domingo, 27 de marzo de 2016

¡Verdaderamente Cristo ha resucitado!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

¡Felices Pascuas!

Evangelio según San Juan 20,1-9. 
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 

Comentario

¡Qué conmoción sacudiría al mundo si leyéramos un día en la prensa: «se ha descubierto una hierba medicinal contra la muerte»! Desde que la humanidad existe, se ha estado buscando tal hierba. Ella espera una medicina contra la muerte, pero, al mismo tiempo, teme a esa hierba. Sólo el hecho de que en una parte del mundo la esperanza de vida se haya elevado de 30 a 70 años ha creado ya problemas casi insolubles.

La iglesia nos anuncia hoy con triunfal alegría: esa hierba medicinal contra la muerte se ha encontrado ya. Existe una medicina contra la muerte y ha producido hoy su efecto: Jesús ha resucitado y no volverá ya a morir. Lo que es posible una vez, es fundamentalmente posible y así esta medicina vale para todos nosotros. Todos nosotros podemos hacernos cristianos con Cristo e inmortales. ¿Pero cómo? Esto debería ser nuestra pregunta más viva. Para encontrar la respuesta, debemos sobre todo preguntar: ¿cómo es que resucitó? Pero, sobre eso, se nos da una simple información que se nos confía a todos: él resucitó porque era no sólo un hombre, sino también hijo de Dios. Pero era también un hombre real y lo fue por nosotros. Y así sigue, por su propio peso, la próxima pregunta: ¿cómo aparece este «ser-hombre» que une con Dios y que debe ser el camino para todos nosotros? Y parece claro que Jesús vive toda su vida en contacto con Dios. La Biblia nos informa de sus noches pasadas en oración. Siempre queda claro esto: él se dirige al Padre. Las palabras del Crucificado no se nos refieren en los cuatro evangelios de un modo unitario, pero todos coinciden en afirmar que él murió orando. Todo su destino se halla establecido en Dios y se traduce así en la vida humana. Y siendo así las cosas, él respira la atmósfera de Dios: el amor. Y por ello es inmortal y se halla por encima de la muerte. Y ya tenemos las primeras aplicaciones a nosotros: nuestro pensar, sentir, hablar, el unir nuestra acción con la idea de Dios, el buscar la realidad de su amor, éste es el camino para entrar en el espacio de la inmortalidad.

Pero queda todavía otra pregunta. Jesús no era inmortal en el sentido en el que los hombres deseaban serlo desde tiempos inmemoriales, cuando buscaban la hierba contra la muerte. Él murió. Su inmortalidad tiene la forma de la resurrección de la muerte, que tuvo lugar primero. ¿Qué es lo que debe significar esto? El amor es siempre un hecho de muerte: en el matrimonio, en la familia, en la vida común de cada día. A partir de ahí, se explica el poder del egoísmo: él es una huida comprensible del misterio de la muerte, que se halla en el amor. Pero, al mismo tiempo, advertimos que sólo esa muerte que está en el amor hace fructificar; el egoísmo, que trata de evitar esa muerte, ese es el que precisamente empobrece y vacía a los hombres. Solamente el grano de trigo que muere fructifica.

El egoísmo destruye el mundo; él es la verdadera puerta de entrada de la muerte, su poderoso estímulo. En cambio, el Crucificado es la puerta de la vida. Él es el más fuerte que ata al fuerte. La muerte, el poder más fuerte del mundo, es, sin embargo, el penúltimo poder, porque en el Hijo de Dios el amor se ha mostrado como más fuerte. La victoria radica en el Hijo y cuanto más vivamos como él, tanto más penetrará en este mundo la imagen de aquel poder que cura y salva y que, a través de la muerte, desemboca en la victoria final: el amor crucificado de Jesucristo.

JOSEPH RATZINGER
(Papa Benedicto XVI)
EL ROSTRO DE DIOS
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 84 s.
 

sábado, 26 de marzo de 2016

"¡Esta es la noche!"

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado Santo (En la noche: Vigilia Pascual).

Dios nos bendice...

Evangelio según San Lucas 24,1-12. 
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'". Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.  
Comentario

1. La fiesta por excelencia

1.1 No hay noche como esta noche, en que cielo y tierra prorrumpen en cantos de júbilo para proclamar la victoria de Jesucristo sobre los poderes del pecado, del demonio y de la muerte. No hay noche como esta noche en que la Casa del Padre se llena de luz y un gozo inefable sirve de música para los ángeles y los hombres redimidos a precio del sacrificio de Cristo en la Cruz.

1.2 Por eso canta el pregón de la Pascua: "Alégrense por fin los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe eterno. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo."

2. "¡Esta es la noche!"

2.1 La Vigilia Pascual recuerda en la serie sustanciosa de sus lecturas el camino que Dios ha hecho con su pueblo. Dos palabras pueden resumir bien esa historia de amor y salvación que hace posible nuestro cántico hoy: providencia y compasión. Y por eso en esta vigilia santa recordamos todo cuanto el señor ha hecho y lo agradecemos a nombre de todos los hombres, como canta el pregón de la Pascua.

2.2 "Estas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Esta es la noche en la que, los que creen en Cristo por toda la tierra, son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos".

3. Noche de misericordia

3.1 Todo brilla en esta noche, hecha de pura luz. Pero sobre todo brilla esa palabra que es como el centro del mensaje del Nuevo Testamento: GRACIA. Es regalo, es don, es indecible misericordia que Aquel a quien arrojamos con odio de nuestra tierra ahora se levante, todo amor, para brindar la paz, para traer el perdón, para anunciar la redención. Así lo recuerda el pregón de la Pascua.

3.2 "¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal redentor!"

4. No Temas

4.1 El evangelio que en esta vigilia escuchamos pertenece a san Juan, aquel que "vio y creyó."

4.2 La gozosa realidad de la Pascua es una invitación a dejar atrás el miedo. ¿Qué miedos? Hay una primera respuesta: "No temas al enemigo ya vencido. No temas a los que Cristo ya derrotó." Esos que ya han sido vencidos son el demonio, la mentira del mundo, la fuerza del pecado, el imperio de la muerte: ya no los temas más.

4.3 Otra respuesta: las mujeres sintieron temor al encuentro con la gloria divina reflejada en el personaje celestial. Ese temor es como un reconocimiento de la distancia que nos separa del infinitamente puro, el infinitamente bueno, el infinitamente veraz y santo. La invitación del Resucitado mismo es una declaración de que esa distancia ha quedado vencida por la Pascua.

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viernes, 25 de marzo de 2016

El signo de la cruz no es un signo de fatalidad, sino de esperanza

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes Santo de la Pasión del Señor.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42. 
Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?". Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno". Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan". Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste". Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?". El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo". Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy". Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho". Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?". Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?". Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy". Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?". Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo. Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron: "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado". Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie". Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz". Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?". Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido.  Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena". Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!". Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo". Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios". Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?". Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave". Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César". Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata". Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey". Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César". Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'. Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está". Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.  
Comentario

Entre las lecturas y la oración que haremos por todos los hombres, antes de venerar solemnemente la imagen del Crucificado, detengámonos unos momentos para dejar que el mensaje de Dios penetre más en nuestro corazón. Todos estamos familiarizados con el Santo Cristo. A muchos de nosotros nuestras madres nos enseñaron de pequeños hacer la señal de la cruz. Quizás fue nuestra primera plegaria silenciosa... Pensemos qué significa ahora para nosotros el Santo Cristo, iluminados por el anuncio de la Pasión de san Juan y las otras lecturas que se han proclamado.

-Un Dios que muere

El mensaje de la fiesta de hoy nos lleva al fondo del mensaje que acogíamos ayer: el carácter serio del amor. El amor de Dios se nos ha revelado no como la ayuda de quien no sabe qué es pasar necesidad, qué es padecer, sino poniéndose EN LA CONDICIÓN DE LOS HOMBRES MAS DESVALIDOS: "soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores" Y "hasta el extremo"; "Muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre... El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento".

Dijo Tertuliano, un escritor cristiano antiguo, que lo que caracterizaba al Cristianismo es que "ANUNCIA UN DIOS QUE MUERE".

Es lo que San Pablo llama "necedad de Dios", que, con todo, es mucho más sabia que todos aquellos que esperaban de Jesús "filosofías" placenteras al entendimiento. Y el mismo Pablo lo llama también "debilidad de Dios", mucho más poderosa que todos aquellos que esperaban un poder espectacular. ¿Cuál es esta "sabiduría" y esta "fuerza" de Dios que se manifiesta en la cruz? Es ésta: Jesús crucificado nos descubre LA VERDADERA REALIDAD del mundo, nos enseña el camino para ser hombres, nos abre a la esperanza que nunca decepciona.

-El viernes santo de la humanidad

Todos queremos ser objetivos y realistas. Y, a pesar de la crisis económica y social que aflige a muchos de nuestros ciudadanos, a pesar de la injusticia de la que es víctima gran parte de la humanidad, nuestro mundo occidental es todavía OFICIALMENTE OPTIMISTA. Esto, junto con la tendencia innata de todos para situarnos lejos del sufrimiento e incluso para olvidarlo fácilmente, nos ayuda a cerrar los ojos a la cruda realidad de una gran parte de la humanidad que no sólo padece, sino que es "crucificada".

Pero Jesús, que en la cruz lleva "los sufrimientos" y aguanta "los dolores" de la humanidad sufriente, ES EL RECUERDO VIVO DEL VIERNES SANTO DE GRAN PARTE DE LA HUMANIDAD ACTUAL: muertos de hambre en medio de la gran abundancia de muchos otros; países empobrecidos en beneficio de algunos cada día más ricos; personas y pueblos amenazados por un "progreso" que conduce a la carrera de armamentos; manipulación de la libertad y otras formas de violación de la dignidad humana; millones de parados entre una insolidaridad creciente; marginados de todo tipo por una sociedad que en buena parte es la causante de esta marginación... Jesús crucificado nos desvela de nuestros sueños, nos hace caer la venda de los ojos... Y, en él, el dolor de la humanidad se convierte en dolor de Dios.

-Un camino de solidaridad y de esperanza

A la vez Jesús nos enseña el verdadero camino de una existencia humana. Es decir, el camino de la condición humana REAL, sin atajos que nos ahorren la solidaridad con los que sufren: "El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?". Jesús, "aun siendo Hijo, con lo que padeció", se adentró en la situación de los hombres concretos: sintió profundamente el dolor de los que sufren, hambrientos, marginados, angustiados...; luchó por la liberación de sus sufrimientos y de sus angustias; finalmente fue rechazado por los que se cerraban a la denuncia luminosa de su vida y sus palabras. Aquí tenemos, pues, el camino HUMANO que nos mostró Jesús...

La muerte, sin embargo, no tuvo la última palabra: "A causa de los trabajos de su alma, verá y se hartará". El signo de la cruz NO ES UN SIGNO DE FATALIDAD, SINO DE ESPERANZA. Una esperanza que solamente brota en el seno de la forma humana de vivir que nos muestra Jesús: fidelidad a Dios, Padre de todos, que reconocemos de veras en la medida que reconocemos con hechos como hermanos a todos sus hijos; amor a los hermanos que nos lleva a una preferencia por los más pobres y desvalidos, con todas las consecuencias. Esperanza que surge en medio del dolor de la humanidad, porque desde el primer viernes santo, en el fondo de este dolor, se encuentra ya para siempre el mismo Dios que es amor y es vida.

J. RAMBLA
MISA DOMINICAL 1985, 7
 

jueves, 24 de marzo de 2016

“Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar las lecturas que la Iglesia nos propone para hoy Jueves Santo de la Cena del Señor. Comienza lo central de la liturgia  católica: el Triduo Pascual.

Dios nos bendice...

Libro del Éxodo 12,1-8.11-14. 
El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: «Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: "El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto. Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua."» 
Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26. 
Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía". Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva. 

Evangelio según San Juan 13,1-15. 
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes."  
Comentario

1. Pasado, presente, futuro

1.1 La Eucaristía es a la vez el recuerdo más entrañable que tenemos de Jesús, y la presencia más intensa de su amor incalculable, y la promesa más cierta de nuestro futuro junto a él.

1.2 La Eucaristía es memoria, presencia y profecía. Resumen perfecto de todas las ofrendas del Viejo Testamento; síntesis adorable de todas las finezas de Jesús con nosotros; pregustación suavísima de los gozos que sólo serán mejores en la eternidad.

2. Descanso

2.1 La Eucaristía es descanso para la vista, el oído, el paladar, el corazón y la mente.

2.2 Descansa nuestra vista mirando al que es bello y fuente de belleza. Descansa nuestro oído recibiendo el eco d su palabra de gracia. Descansa nuestro paladar encontrando un sabor de amor que está lejos del hambre y del hastío. Descansa el corazón amando en la certeza de nunca ser defraudado. Descansa la mente descubriendo que la verdad última de nuestro ser es que hemos sido amados antes de ser creados, y amados para ser perdonados, y amados para tener vida eterna.

3. Comunión

3.1 La Eucaristía es comunión con Dios y con los hermanos.

3.2 Comunión significa más que "común unión". Tener comunión es entender el lenguaje del otro; saber de qué ríe, por qué llora, qué le preocupa y cómo se le consuela.

3.3 Estar en comunión con Dios es vibrar con su amor por los pequeños, los pobres y los tristes; es llorar con las lágrimas de Jesús por los pecadores, los endurecidos y los crueles; es padecer con el corazón del Señor y derramar sobre el mundo gracia como la suya y mirada como la suya también.

3.4 Estar en comunión es saber ir y volver del corazón del Amado. Es tener siempre una puerta abierta para el Amigo. Es cantar sus canciones y darle nuestras poesías. Es sentir que el tiempo se muere y que la eternidad amanece.

http://fraynelson.com/homilias.html. 

miércoles, 23 de marzo de 2016

Con nuestra confianza puesta en Dios, no quedaremos confundidos

¡Amor y paz!

Hoy Miércoles Santo, los invito, hermanos, a leer y meditar la 1ª. Lectura de la Santa Misa, tomada del libro del profeta Isaías:

Dios nos bendice....

Libro de Isaías 50,4-9a. 
En aquellos días dijo Isaías: Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he rebelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no me quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca a mi abogado, ¿quién pleiteará contra mí? Vamos a enfrentarnos: ¿Quién es mi rival? Que se acerque. Mirad, mi Señor me ayuda: ¿quién probará que soy culpable?
Comentario


1.1 El Siervo de Dios ha sido formado por Dios. Tiene lengua de experto (o de "iniciado"). Sabe oír. Percibe el murmullo divino debajo del ruidaje y la tramoya del mundo. Es valiente y perseverante. No se arredra, no se acobarda. Sabe quién es su Señor porque sabe de quién es siervo.

1.2 Proclamar a Dios como Señor, no lo olvidemos, es proclamarnos sus siervos. Y por eso las lecturas de estos días santos no son sólo un retrato de Cristo sino un camino para el cristiano. O con otras palabras: servir al Señor es prepararse para oír como oye el Siervo del Señor; hablar como él habla, padecer y resistir como él lo hace, triunfar, en fin, como él triunfa con la gracia y el poder divinos.

2. No quedaremos confundidos

2.1 Un término muy bíblico y muy elocuente para describir la derrota es la palabra "confusión". Quedar "confundido" es encontrarse con la noticia espantosa de que nuestras previsiones o planes resultaron errados, insuficientes o débiles frente a lo que tendríamos que soportar. La confusión es un límite del entendimiento que se ve desbordado por la fuerza de unos hechos que ya no puede procesar ni controlar.

2.2 Cuando hablamos de un Dios bueno y el mundo se muestra tan perverso y malo podemos sentirnos confundidos. Cuando un papá ha hecho todo lo que sabía y podía para educar bien a sus hijos y descubre que andan en malos pasos puede sentirse confundido. Cuando un misionero o un catequista prepara su mensaje de la mejor manera y sólo recibe burlas o indiferencia puede sentirse confundido. En fin, cuando la realidad nos desmiente y contradice, cuando todo se vuelve una muralla frente a nuestros mejores propósitos nos confundimos.

2.3 Pero hay que saber que no son así todas las confusiones. ¡También Dios cuando vence deja confundidos a sus adversarios! Hay en el plan divino espacio y fuerza suficientes para frenar a nuestros enemigos, hacer retroceder a nuestros opositores y dejar confundidos a los que pretenden destruirnos. Tal es la serena confianza que nos regala la primera lectura de hoy.

2.2 ¿Qué se necesita para ver estas victorias, que parecen sueños? Sólo dos cosas: fe y paciencia. No son fáciles pero tampoco son imposibles, y en cambio nos reportan el gozo inefable de ver cómo la suerte da un giro maravilloso y cómo por caminos que no conocíamos él sale en defensa de nosotros, que le pertenecemos. ¡Alabanza a su Nombre!

http://fraynelson.com/homilias.html. 

martes, 22 de marzo de 2016

¡Oh Cruz! ¡Oh Cruz!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy Martes Santo.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Juan 13,21-33.36-38. 
Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". Él se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces". 
Comentario

El Hijo de Dios, el que vivía con el Padre y el Espíritu, y no podía morir, en un momento de aparente frenesí de amor se vistió con la naturaleza de hombre, anonadándose. Así es como pudo, primero, presentarnos el mensaje de salvación e ir avanzando hacia la muerte redentora, camino del Calvario ; y, después, mostrarnos su rostro de gloria, triunfante de la muerte, transfigurado en luz de vida. Esto es lo que celebramos en la Semana Santa: la muerte y la vida .

Pero hoy, martes, podemos atrevernos a preguntar si todo esto que celebramos en la Semana Santa no tiene un poco de locura colectiva bajo capa de fe. ¿Cómo es posible en el Hijo de Dios un morir, infamado, y un resucitar, glorioso?

¡Oh cruz! ¡Cuántos misterios encierras y nos ocultas! Si te abraza un hombre, y tú le abrazas, ambos morís. Pero si te abraza Dios, y tú le abrazas, ¿quién muere en tus brazos?

Nunca en la historia de las religiones se encontró tamaño problema: unir en un mismo ser y en un madero a quien, por un lado, no podía morir, por ser divino e inmortal, pero, por otro, estaba abocado a la muerte, por ser pasible y humano ..... La mente no alcanza a comprender este misterio de vida y muerte; el corazón se resiste a creerlo, y muchos que oyen la voz de los cristianos que lo narran menean la cabeza con desdén...

¡Duras palabras son esas!, decían los discípulos Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, durante su predicación del Testamento Nuevo en el amor habló muchas veces a sus discípulos diciendo que, al final de las jornadas de su vida, se prepararan a presenciar un desenlace fatal, la muerte del Maestro. Éstos se resistían casi violentamente a que les quisiera catequizar y educar en ese sentido, previendo la dureza de tal acontecimiento... ¿Cómo es posible, se decían, que muera en cruz el Mesías, Hijo de Dios? ¿No vino a nosotros para vivir y dar vida a los demás? ¿A qué viene entonces decir que sube a Jerusalén y que allí le aguardan quienes serán sus verdugos y le crucificarán?

Ver en la cruz a Jesús ¿no sería como verlo despojado de su divinidad ...?

Sin embargo, Jesús insistía en que la muerte del Hijo del hombre sería camino de vida, paso previo a su transfiguración definitiva, y que ellos debían creerlo y tratar de comprenderlo.

En verdad, con Jesús se abría un mundo nuevo, un pensamiento nuevo, una actitud vital totalmente nueva. Pero ¿cómo comprenderlo? ¿cuál sería su precio?....

Escándalo y locura de la cruz

Para la mentalidad judía, "ser divino" y ser capaz de "morir en una cruz" eran realidades que no casaban; y lo mismo "ser Mesías" y "sucumbir en una cruz". El salvador de Israel estaba llamado a vestirse de poder y majestad, no de humillación y vergüenza. Por tanto, si Cristo moría en cruz, no era el Mesías esperado. La cruz era un escándalo, jamás un honor y gloria.

En esas perspectivas mesiánicas colmadas de gloria, ¡qué difícil tenía que ser para los judíos adherirse a Cristo y asumir el mensaje cristiano! Andaba por medio nada menos que la cruz. Por contraste, en la comunidad cristiana, como discipulado de Jesús, el misterio de que el Mesías, el Salvador, Cristo, muriera en una cruz se encontraba en la base de su fe, aunque no sólo la cruz, sino ella unida a la Resurrección del Crucificado.

Y ¿qué decir de la mentalidad pagana?. Para los cultos pensadores griegos que entraban en contacto con el judaísmo y cristianismo, hablar en religión nada menos que de una cruz era una locura. La cruz no podía decir relación alguna con lo divino, aunque se dijera encarnado. ¿Cómo podían los cristianos hablar de la oblación que hizo de sí mismo el Mesías, Jesús, fundador de la religión, y ser estimados sensatos, si esa actitud les colocaba fuera de la órbita de la razón humana?

El testimonio de san Pablo

Esa locura y escándalo las sufrió san Pablo en sus correrías fundacionales de comunidades cristianas. No sólo sufrió la burla de los paganos sino incluso la actitud escandalizada de algunos "judeo-cristianos" que, a pesar de haberse convertido a Cristo, seguían estimando "escándalo" el acontecimiento de la "cruz" a la que Jesús fue clavado (Gál 5,11). ¿No sería mejor, se decían, borrar semejante escena de las catequesis cristianas? Entre los fieles de Filipos llegó a haber, en el lenguaje de Pablo, algunos "enemigos de la cruz de Cristo" (Filp 3,18)

¿No era prudente que los cristianos dieran primacía a otras experiencias del Espíritu, evadiéndose de la cruz y de sus imposiciones? Tal vez fue este escándalo de la cruz lo que movió a algunos cristianos a negar incluso la verdadera humanidad de Jesús, reduciendo su imagen externa a mera apariencia de hombre (I Jn 5,6).

Sin embargo, para la auténtica fe cristiana, aunque produzca pavor y estremecimiento, la cruz es el signo máximo de la inmolación de Jesucristo, es un gesto incomparable por el que muestra que su vivir es un vivir para los demás....

¡Oh cruz, en que muere el Señor!

A pesar de las dificultades de comprensión de un Dios, hecho hombre, que muere en la cruz, ahí está la culminación de la obra redentora de Cristo, hijo de Dios e Hijo del hombre. Sin la cruz, no tendríamos en la historia de la religión cristiana las dos experiencias de mayor alcance: muerte y resurrección. Todos, Iglesia, comunidades cristianas, y cada cristiano en particular, morimos un poco con este Cristo que muere crucificado, y todos resucitamos con él. Esa es nuestra fe.

DOMINICOS