¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar e Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXVII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Lucas
11,1-4.
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". Él les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Comentario
El Padrenuestro es la
oración que Jesús ha transmitido a sus discípulos, y que la Iglesia, a su vez,
nos transmite a nosotros. La Iglesia, de este modo, nos conduce a Cristo y
Cristo nos presenta al Padre. Es el camino de la oración.
El cristiano invoca a Dios
como Padre, dirigiéndose a El "en el nombre de Cristo", unido a
Cristo, con Cristo. Si podemos decir con san Pablo: "Vivo, pero no vivo
yo, es Cristo quien vive en mi", podemos igualmente decir: "Oro, pero
no oro yo, es Cristo quien ora en mi". "Dos en una sola voz",
dice san Agustín.
El esposo y la esposa son dos en una sola carne. Cristo y la
Iglesia son dos, orando en una sola voz. El Espíritu del Hijo, derramado en
nuestros corazones, es el que testimonia a nuestro espíritu que somos hijos,
gritando en nosotros o haciéndonos gritar: ¡Abba, Padre! (Ga 4,6; Rm 8,15).
Jesús ora "con gritos
y lágrimas" al Padre (Hb 5,7-8). El Espíritu en el cristiano también
"grita y gime" con la misma expresión: "Abba, Padre" (Ga
4,6-7; Rm 8,14-16). Sólo, después de que sea infundido el Espíritu filial en el
bautismo, el cristiano puede decir "Abba, Padre" (Rm 8,26-27; 2Cor
3,18). Recibido el Espíritu del Hijo, en la iniciación se transmite el
Padrenuestro Y el Espíritu es el que nos hará gritar: "Abba, Padre".
También la DIDAJÉ coloca el Padrenuestro al hablar del bautismo y antes de
pasar a la eucaristía.
Con el ephetha la Iglesia
abre los oídos del catecúmeno. Desde ese momento ya puede escuchar los secretos
"arcanos de la familia", puede ya recibir el Padrenuestro. Esta
disciplina del "arcano" prohibía divulgar la Oración del Señor entre
los paganos y catecúmenos, hasta llegar a ser discípulos del Señor. A ellos se
la enseñó Jesús y, por ello, la Iglesia la reservó para los fieles, a quienes
el bautismo ha transformado en hijos de Dios. El Padrenuestro, como oración
característica del cristiano, se enseñaba en la catequesis prebautismal y tras
haber sido bautizados y haber recibido el Espíritu de filiación divina, con
gozo exultante, clamaban por primera vez: "¡Abba, Padre!". Pablo,
recoge este clamor dos veces (Ga 4,16; Rom 8, 14-17).
Por los testimonios
patrísticos podemos imaginar la emoción de los catecúmenos al recibir el
Padrenuestro. Llegados del paganismo, con una idea extraña de Dios, en las
catequesis prebautismales se les descorría el velo del misterio de Dios. Se
sentían amados; más aún, se les anunciaba que por el bautismo iban a ser
realmente hijos de Dios; le podrían invocar como Padre. Su existencia cambiaba
radicalmente, inaugurando un nuevo estilo de vida. "Por una transmisión
viva, el Espíritu Santo, en la 'Iglesia creyente y orante' [DV 8], enseña a
orar a los hijos de Dios" [CEC 2650].
El Padrenuestro es una
oración eclesial, una oración coral, de la comunidad: Padre nuestro, venga a
nosotros tu reino, danos el pan nuestro, perdona nuestras ofensas, no nos dejes
caer, líbranos del mal. Es la madre la que enseña al hijo a reconocer al padre
y a decir "papá". Es la Iglesia la que nos enseña a reconocer a Dios
como Padre y la que nos entrega la oración del Padrenuestro, invitándonos a
unir nuestra voz a la voz de la asamblea, que se atreve a invocarlo como Padre.
Tertuliano nos dice:
Quien confiesa a Dios como
Padre, profesa también la fe en el Hijo. Pero quien confiesa la fe en el Padre
y el Hijo, anuncia también a la Madre, la Iglesia. Sin ella no se da allí ni el
Hijo ni el Padre.
Para hablar con Dios, hace
falta humildad y audacia. Es la actitud de nuestro padre en la fe. Abraham,
polvo y ceniza, considera una osadía hablar a su Señor: "en verdad es
atrevimiento el mío al hablar a mi Señor; ya que soy polvo y ceniza" (Gén
18,27). Y llamar a Dios Padre seria una temeridad, si el mismo Hijo de Dios no
nos hubiera animado a hacerlo, como nos recuerda la Iglesia en la liturgia
eucarística: "Fieles a la recomendación del Señor y siguiendo su
"divina enseñanza, nos atrevemos a decir: Padre nuestro". Como nos
dice san Pablo: "Cristo Jesús, Señor nuestro, es quien, mediante la fe,
nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios" (Ef 3,12).
La llamada liturgia de san
Juan Crisóstomo hace preceder la oración del Padrenuestro con la monición:
"¡Oh Señor!, dígnate concedernos que con alegría y sin temeridad osemos
invocarte a ti, Dios de los cielos, como Padre, y que digamos: Padre nuestro...".
Y san Cipriano nos invita a vigilar, prestando
atención con todo el corazón a lo que decimos: "¿Cómo puedes pedir que Él
te escuche, cuando no escuchas siquiera tú mismo?". Dios escucha no las
palabras de la boca, sino la voz del corazón. Ana, modelo de la Iglesia, oraba
a Dios en lo íntimo de su corazón, hablaba más con el corazón que con la boca,
porque sabía que de este modo el Señor escucha a quien le reza; así obtuvo lo
que había pedido con fe. Dice la Escritura: "Hablaba con el corazón y sus
labios apenas se movían, y no se oía su voz... y el Señor la escuchó" (1
Sam 1,13). También en los salmos leemos: "Hablad en vuestros
corazones" (Sal 4,5)
http://fraynelson.com/homilias.html.
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