¡Amor y paz!
Ya se acerca la Navidad y mientras el mundo prepara
las viandas y los licores, las luces, los regalos y las vacaciones, Juan el
Bautista nos recuerda hoy que los cristianos debemos prepararnos de otra manera
para celebrar ese acontecimiento.
El Bautista anunció a Cristo. Toda su vida
fue un grito de alerta contra nuestra inconsciencia y nuestra
irresponsabilidad. ¡Preparen los caminos del Señor… reformen sus vidas! ¡Abran
su corazón a la acción redentora de Jesús!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este 2o Domingo de Adviento.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 1,1-8.
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo".
Comentario
En el desierto de Atacama, al norte de Chile,
sucede cada cierto tiempo un fenómeno único en el mundo. Esta región, una de
las más áridas del planeta, después de varios años de paisaje lúgubre y seco,
se transforma, por las lluvias, en lo que se conoce como el Desierto Florido.
En las últimas dos décadas este fenómeno se ha repetido en los años 1983, 1987,
1991 y finalmente con la histórica precipitación del 12 de julio de 1997, donde
el agua caída registró la cifra récord de 96 mm en tan sólo 15 horas, algo
totalmente inusual para el Desierto de Atacama. El paisaje árido se transforma
en un espectáculo único y de sorprendente colorido. Inicialmente con un manto
de color verde desde el mes de julio y agosto para alcanzar toda esa gama
multicolor en el mes de septiembre, donde flores, insectos y otros animales
tapizarán grandes extensiones de la Región de Atacama.
Las lluvias hacen que pequeñas semillas y bulbos,
que se han mantenido por años enterrados en el desierto, germinen y crezcan
dando vida a plantas de variadas características y hermosas flores
multicolores. Asociadas a ellas surgen una gran cantidad de insectos, aves,
generando un muy especial ecosistema, donde todos los elementos de la
naturaleza conviven en armonía durante todo el tiempo que las condiciones
climáticas lo permiten, volviendo con los meses a una situación de latencia
hasta las próximas nuevas lluvias.
Contemplar este espectáculo, habiendo conocido la realidad
del desierto que se adueña de esta región del mundo durante largos años, debe
ser una experiencia inolvidable. Es ser testigo de la vida que no se da nunca
por vencida. Siempre está esperando el momento propicio para renacer y explotar
en destellos de luz y de color.
Me vino a la memoria este fenómeno natural cuando
leí en el comienzo del Evangelio según san Marcos la frase que encabeza el
Encuentro con la Palabra del día de hoy: “Una voz grita en el desierto”. Eso es
lo que Juan el Bautista significó para el pueblo de Israel. Lo que estaba
anunciando era la llegada del Mesías: “Después de mí viene uno más poderoso que
yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatarle la correa de sus
sandalias”.
El profeta Juan anunció la vida, pero la vida estaba
ya presente... Dentro de cada uno de nosotros está presente el Reino de Dios y
está tratando de brotar y germinar para transformar el rostro del mundo. Hace
algún tiempo la revista de Teología Pastoral, Sal Terrae, traía un título muy
sugestivo que me parece que expresa muy bien lo que trato de decir: “El roble
está latente en el fondo de la bellota”, haciendo referencia a la famosa poesía
de Ira Progoff. En el fondo de toda realidad, está presente ya la vida de Dios
que brotar como una fuente inagotable.
La voz de Juan se escuchó en medio de la aridez de
su pueblo para decirles: “que debían volverse a Dios”. Fue como la lluvia que
anunció la llegada de la vida al desierto que llevaba muchos años dormido y
oculto. Al interior de cada uno de nosotros, en el fondo de nuestro corazón,
están presentes siempre las semillas del Reino que necesitan ser regadas por
las lluvias generosas para que despierten de su letargo prolongado y vuelvan a
reverdecer llenando con su color, con su fragancia y su luz, los paisajes de
nuestra vida y la vida de nuestros pueblos.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la
Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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