¡Amor y paz!
San Juan es el gran cantor
de la Encarnación de la Palabra Divina, y por eso tiene particular sentido que
su fiesta quede incorporada dentro de la gran fiesta del Nacimiento del Señor,
que se extiende por ocho días, es decir, a lo largo de la Octava de Navidad.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado en que celebramos
la fiesta de San Juan, apóstol y evangelista.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Juan 20,2-8.
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Comentario
Dos
características destacan indudablemente en los escritos del apóstol Juan; dos
notas que parecen contradecirse en términos físicos, pero se complementan
bellamente cuando se trata de espiritualidad: altura y profundidad, es decir:
ojo a lo alto y mirada a lo profundo.
Este
es el evangelista que hunde su mirada en el misterio admirable del Verbo y
arranca del Cielo palabras que parecían prohibidas a los mortales. La audacia
de su mensaje compite con la belleza de su expresión, de modo que el corazón
creyente, cuando de veras lee a Juan, llega a sentir esa especie de embriaguez
deliciosa que se siente en los lugares altísimos, cuando todo se hace visible y
adquiere por así decirlo su lugar en el conjunto sobrecogedor e imponente.
Nadie
piense, sin embargo, que estamos hablando de un poeta de fantasías o de un
novelista de seres o sensaciones imaginarias. Apegado a lo concreto y a lo
real, mira qué nos ofrece: "lo que hemos oído, lo que hemos visto con
nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la
Palabra de la vida...". No es un vendedor de quimeras, no es un soñador
atorado en sus ilusiones: es ante todo un testigo.
Estar
en comunión
Es
difícil saber cuál podría ser la "gran palabra", el concepto clave de
la enseñanza de Juan: ¿la Palabra?, ¿la pareja ver-creer?, ¿la vida? Lo más
seguro es decir que, más que una palabra o una única idea, en el corazón de la
doctrina de Juan tenemos un conjunto armonioso y complementario de experiencias
vividas desde Dios y hacia Dios. En este sentido el término clave sería
"comunión".
Estar
"en comunión" es precisamente participar-de, recibir y compartir,
aprender y ejercer un lenguaje, vivir lo mismo aunque no en la misma forma, en
fin, llegar a ser con el otro. Es algo tan central en el mensaje de Juan, que
llega a decirnos: "eso les anunciamos para que también ustedes estén en
comunión con nosotros" (1 Jn 1,3).
Es
preciso que nuestra fe católica redescubra la potencia de esas expresiones.
"Estar en comunión", "comulgar", que es su equivalente,
significa mucho más que participar de un rito, asentir a una doctrina o
permanecer bajo una disciplina eclesiástica, aunque todo ello tiene también su
valor. Es respirar de un mismo Espíritu, tener unas referencias experienciales
comunes, haber aprendido juntos un modo de hablar sobre el Señor, llorar con
las lágrimas del hermano y reír con su sola sonrisa.
http://fraynelson.com/homilias.html.
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