¡Amor y paz!
Jesús anuncia que se va. La escena nos sitúa ante
el llamado discurso de despedida de Jesús a sus discípulos. La escena empieza y
acaba con una invitación de Jesús a creer (14,1.11-12). Y en medio, encontramos:
la explicación del por qué Pedro ahora no puede ir a donde va Jesús (14,2-3);
el diálogo con Tomás sobre el camino hacia la casa del Padre (14,4-6); y el
diálogo con Felipe sobre la identidad de Jesús (14,7-10), centrada en la
afirmación: Quien me ha visto a mí ha visto al Padre.
Antes Pedro ha expresado el deseo de seguir a Jesús
hacia el lugar a donde va o a donde vuelve (13,36-38); incluso ha manifestado
que está dispuesto a dar la vida por seguir a Jesús. Pero Pedro sólo irá por la
fe en Jesús resucitado. Por eso, Jesús empieza con una llamada a la fe. Si
ahora los discípulos no pueden seguirle, han de continuar apoyándose en su
persona, tal como el creyente se apoya en Dios: ¿Por qué, alma mía, desfalleces
y te agitas por mí? Espera en Dios" (Si 42,6.12; 43,5).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio
y el comentario, en este V Domingo de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 14,1-12.
Jesús dijo a sus discípulos: "No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy". Tomás le dijo: "Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?". Jesús le respondió: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí." Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
Comentario
Jesús vuelve a la casa del Padre para prepararnos
allí un lugar. Y el lugar dispuesto no es tanto un espacio como una existencia
con Jesús en el Padre. Jesús nos dispone una estancia junto al Padre. La fe
muestra la casa del Padre, el banquete festivo con el Padre, e invita a la vez,
aquí y ahora, a poner nuestra atención en Jesús, el camino que lleva a él. El
camino es una opción: Seguid el camino que Yahvé vuestro Dios os ha trazado:
así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra que vais
a tomar en posesión (Dt 5,33). Mira, yo pongo hoy ante ti vida y felicidad,
muerte y desgracia (Dt 30,15-19).
Jesús se presenta como el camino hacia el Padre. El
salmo 43,3 afirma que sólo la luz y la verdad conducen al lugar donde reside
Dios. Jesús es la luz (ó,12; 9,5) y la verdad (8,32; 18,37-38) que nos guía.
Por eso, Jesús recuerda a Tomás, y a todos, que hagamos nuestra su pregunta: si
creemos que él es la Verdad y la Vida, seguro que hallaremos en él el camino
que lleva al Padre, a quien él retorna y donde ya está.
Jesús se presenta tan Dios como su Padre. Es aquí
Felipe quien nos ayuda a plantearnos la relación entre Jesús y el Padre. Jesús
es Dios hecho hombre, su humanidad es el camino, la puerta hacia el Padre. Sólo
seremos como Dios si nos unimos a Jesús por la fe, que es amor. En efecto:
Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. Hemos de creer que Jesús está en el
Padre y el Padre en él. La fe es clave para poderlo percibir, vislumbrar o
entrever.
Jesús satisface nuestra búsqueda de Dios, nuestra
sed de Dios. Si buscamos a Dios, miremos a Jesús. La búsqueda de Dios es la
búsqueda de todo creyente: Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo
podré ir a ver la faz de Dios? (Sal 42,3). ¡Ahora sí sabemos que ver a Jesús es
ver la faz de Dios!
JAUME FONTBONA
MISA DOMINICAL 1999/07/08
MISA DOMINICAL 1999/07/08
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