¡Amor y paz!
Ayer el joven rico se marchó triste, sin decidirse
a seguir a Jesús. Hoy Pedro, que sí lo ha seguido, se lo recuerda: «Ya ves que
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». El resto ya se sobreentiende
(y Mateo lo explícita en su evangelio): ¿qué recibiremos en cambio?
La respuesta de Jesús es esperanzadora y misteriosa
a la vez: «en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.». No se trata de
cantidades aritméticas y tantos por ciento. La respuesta se refiere a la nueva
familia que se crea en torno a Jesús: dejamos un hermano y encontramos cien. Ya
habla Jesús cuáles eran los lazos de esta nueva familia: «¿Quién es mi madre y
mis hermanos? Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y
mi madre» (Mc 3,34s) (J. Aldazábal).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este martes de la VIII Semana del Tiempo Ordinario. Mañana
es Miércoles de Ceniza: comienza la Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 10,28-31.
Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".
Comentario
Las riquezas, tanto las materiales como las
espirituales, pueden ahogarnos si no las usamos bien. Porque ni siquiera Dios
puede poner algo en un corazón que ya está lleno. Un día surge el deseo de
tener dinero y todas las cosas que éste puede proporcionar, las cosas
superfluas, lujos en la comida, exquisiteces en el vestir. Las necesidades
aumentan porque una cosa lleva a la otra, y la consecuencia es una
insatisfacción incontrolable. Conservémonos todo lo vacíos que podamos para que
Dios pueda llenarnos.
Nuestro Dios nos da el ejemplo: desde el
primer día de su existencia humana se crío en una pobreza que ningún ser humano
podrá experimentar jamás, porque “Siendo rico se hizo pobre” (2 Co 8,9). Siendo
rico se vació a sí mismo. En esto es donde está la contradicción. Si deseo ser
pobre como Cristo, que se hizo pobre aun cuando era rico, yo debo hacer lo
mismo. Sería vergonzoso ser más ricos que Jesús, quien soportó la pobreza para
nuestro bien.
En la cruz Cristo no tenía nada. La cruz se
la dio Pilatos; los clavos y la corona, los soldados. Estaba desnudo. Cuando
murió le quitaron la cruz, los clavos y la corona. Lo envolvieron en un trozo
de lienzo donado por un alma caritativa y lo enterraron en una tumba que no le
pertenecía. Aunque podría haber muerto como un rey e incluso haberse librado de
la muerte, eligió la pobreza porque sabía que ése era el auténtico camino para
poseer a Dios y para traer su amor a la tierra.
Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de
la Hermanas Misioneras de la Caridad. El
amor más grande, pág. 4.
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