¡Amor y paz!
Es pintoresco y
sorprendente el episodio que hoy nos cuenta Marcos, con el endemoniado de
Gerasa. Se acumulan los detalles que simbolizan el poder del mal: en tierra
extranjera, un enfermo poseído por el demonio, que habita entre tumbas, y el
destino de la legión de demonios a los cerdos, los animales inmundos por
excelencia para los judíos.
Seguramente quiere
subrayar que Jesús es el dominador del mal o del maligno. En su primer
encuentro con paganos -abandona la tierra propia y se aventura al extranjero en
una actitud misionera- Jesús libera al hombre de sus males corporales y
anímicos. Parece menos importante el curioso final de la piara de cerdos y la
consiguiente petición de los campesinos de que abandone sus tierras este
profeta que hace cosas tan extrañas.
Probablemente el pueblo
atribuyó a Jesús, o mejor a los demonios expulsados por Jesús, la pérdida de la
piara de cerdos que tal vez habría sucedido por otras causas en coincidencia
con la visita de Jesús. El evangelio recogería esta versión popular.
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la IV Semana del Tiempo
Ordinario.
Dios los bendiga.-..
Evangelio según San Marcos 5,1-20.
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!". Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!". Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos". El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti". El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.
Comentario
La Iglesia ha sido
encargada de continuar este poder liberador, la lucha y la victoria contra todo
mal. Para eso anuncia la Buena Nueva y celebra los sacramentos, que nos
comunican la vida de Cristo y nos reconcilian con Dios. A veces esto lo tiene
que hacer en terreno extraño: con valentía misionera, adentrándose entre los
paganos, como Jesús, o dirigiéndose a los neopaganos del mundo de hoy. También
con los marginados, a los que Jesús no tenía ningún reparo en acercarse y
tratar, para transmitirles su esperanza y su salvación. Después del encuentro
con Jesús, el energúmeno de Gerasa quedó «sentado, vestido y en su juicio».
Todos necesitamos ser
liberados de la legión de malas tendencias que experimentamos: orgullo,
sensualidad, ambición, envidia, egoísmo, violencia, intolerancia, avaricia,
miedo.
Jesús quiere liberarnos de
todo mal que nos aflige, si le dejamos. ¿De veras queremos ser salvados? ¿Decimos
con seriedad la petición: «líbranos del mal»? ¿o tal vez preferimos no entrar
en profundidades y le pedimos a Jesús que pase de largo en nuestra vida?
En Gerasa los demonios le
obedecieron, como le obedecían las fuerzas de la naturaleza. Pero los
habitantes del país, por intereses económicos, le pidieron que se marchara. El
único que puede resistirse a Cristo es siempre la persona humana, con su
libertad. ¿Nos resistimos nosotros, o nos de jamos liberar de nuestros
demonios?
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 96-100
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 96-100
www.mercaba.org
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