¡Amor y paz!
Después del altercado con
los escribas "venidos de Jerusalén", Marcos reemprende el relato
comenzado en el versículo 21 y que leímos el sábado último: "su familia
vino para llevárselo, pues afirmaban: "Está fuera de sí”.
Más adelante va a relatar (Mc
4. 1-9) la parábola de la semilla que cae en diferentes terrenos. Pero ya de
antemano la ilustra diciéndonos que la familia de Jesús no fue necesariamente
el terreno ideal. La fe no se confunde con el contexto sociológico; no se
reduce a sentimientos humanos, aun cuando estos sean fraternos o familiares
(Maertens-Frisque).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el evangelio y el comentario, en este martes de la tercera
semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 3,31-35.
Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: "Tu madre y tus hermanos te buscan ahí afuera". Él les respondió: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?". Y dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre".
Comentario
Acaba el capítulo tercero
de Marcos con este breve episodio que tiene como protagonistas, esta vez en un
contexto diferente del anterior, a sus familiares. Los «hermanos» en el
lenguaje hebreo son también los primos y tíos y demás familiares. Esta vez sí se
dice que estaba su madre.
Las palabras de Jesús, que
parecen como una respuesta a las dificultades de sus familiares que leíamos
anteayer, nos suenan algo duras. Pero ciertamente no desautorizan a su madre ni
a sus parientes. Lo que hace es aprovechar la ocasión para decir cuál es su
visión de la nueva comunidad que se está reuniendo en torno a él. La nueva
familia no va a tener como valores determinantes ni los lazos de sangre ni los
de la raza. No serán tanto los descendientes raciales de Abraham, sino los que
imitan su fe: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi
hermana y mi madre».
Nosotros, como personas
que creemos y seguimos a Cristo, pertenecemos a su familia. Esto nos llena de
alegría. Por eso podemos decir con confianza la oración que Jesús nos enseñó:
«Padre nuestro». Somos hijos y somos hermanos. Hemos entrado en la comunidad
nueva del Reino.
En ella nos alegramos
también de que esté la Virgen María, la Madre de Jesús. Si de alguien se puede
decir que «ha cumplido la voluntad de Dios» es de ella, la que respondió al
ángel enviado de Dios: «Hágase en mi según tu Palabra». Ella es la mujer
creyente, la totalmente disponible ante Dios.
Incluso antes que su
maternidad física, tuvo María de Nazaret este otro parentesco que aquí anuncia
Cristo, el de la fe. Como decían los Santos Padres, ella acogió antes al Hijo
de Dios en su mente por medio de la fe que en su seno por su maternidad.
Por eso es María para
nosotros buena maestra, porque fue la mejor discípula en la escuela de Jesús. Y
nos señala el camino de la vida cristiana: escuchar la Palabra, meditarla en el
corazón y llevarla a la práctica.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 76-80
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 76-80
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