¡Amor y paz!
En este texto es, por
parte de Jesús, todo ternura, cercanía, amor para con el pueblo, la tradición y
la elección de Israel y Jerusalén. Pero, al mismo tiempo, es terrible diatriba
contra los ‘zorros’ que engañan u ocultan y silencian la verdad (Dominicos
2002).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la XXX Semana
del Tiempo Ordinario.
Una invitación muy comedida: hoy no celebremos la 'Noche de Brujas' ni el 'Halloween', sino la 'Noche de los Niños'. Despojemos a esta celebración de su connotación pagana y démosle un sentido cristiano, en la víspera del Día de Todos los Santos.
Dios los bendiga.,..
Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte". Él les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizó curaciones, y al tercer día habré terminado. Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".
Comentario
Jesús
tiene una conciencia clara de la Misión que el Padre Dios le ha confiado:
salvar a la humanidad y llevarla de retorno a la casa paterna, no en calidad de
siervos, sino de hijos en el Hijo. Y nadie le impedirá cumplir con la voluntad
de su Padre. Dios, efectivamente, quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento de la verdad. Él, a pesar de nuestras rebeldías, no
sólo nos llama a la conversión, sino que nos da muchos signos de su ternura
para con nosotros; jamás se comporta como juez, sino siempre como un
Padre-Madre amoroso, cercano a nosotros y amándonos hasta el extremo. Ojalá y
algún día no sea demasiado tarde cuando, terminada nuestro peregrinar por este
mundo, tengamos que juzgar nuestra vida confrontándola con el amor que el Señor
nos ha tenido y salgamos reprobados; y nuestra casa, nuestra herencia, la que
nos corresponde en la eternidad, quede desierta por no poder tomar posesión de
ella a causa de nuestra rebeldía al amor de Dios.
Miremos
cuánto amor nos ha tenido el Señor. Él, con sinceridad, ha dicho: todo está
cumplido. La Misión que el Padre Dios le confió fue cumplida con un amor fiel a
Dios y al hombre. Este Memorial de su Pascua que celebramos con la Eucaristía
nos lo recuerda. Pero nos lo recuerda no sólo para que lo admiremos, sino para
que sepamos cuál es el camino que hemos de seguir quienes creemos en Él.
Hacernos uno con el Señor en una Alianza nueva y eterna que nos lleva a
entregar nuestra vida, a derramar nuestra sangre no por actitudes enfermizas ni
masoquistas, sino porque, al amar a nuestro prójimo y al verlo hundido en el
pecado y en una diversidad de signos de muerte, vamos en su búsqueda para
ayudarle, con mucho amor, a volver a la casa paterna; con amor, con el mismo y
en la misma forma en que nosotros hemos sido amados por Dios. Si lo hacemos así
entonces estaremos en una verdadera comunión de Vida con el Señor.
A
todos los que participamos de la Vida Divina, por la fe y el bautismo, se nos
ha confiado la proclamación de la Buena Nueva de Salvación. Y en el
cumplimiento fiel de esa Misión no podemos darnos descanso. No ha de importarnos
la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la
desnudez, ni el peligro, ni la espada que tengamos que padecer por Cristo. El
Señor está siempre a nuestro lado para que su Victoria sea nuestra Victoria, de
tal forma que el amor de Dios siempre esté en nosotros. No nos dejemos
amedrentar por quienes, teniendo el poder, quisieran apagar nuestra voz e
impedir nuestro testimonio y nuestra labor conforme al Evangelio de Cristo con
toda su fuerza y poder salvador. No vendamos nuestra vida a los poderosos, ni a
los ricos de este mundo. No diluyamos la Fuerza del Mensaje de Cristo en aras
de recibir protección o unas cuantas monedas, sabiendo que de nada sirve al
hombre ganar el mundo entero si al final pierde su vida. No permitamos que nadie
nos tenga como perros mudos a su servicio, amordazados e incapaces de velar por
el Pueblo de Dios y de esforzarnos para que todos sean alimentados a su Tiempo
con la Palabra de Dios, proclamada con lealtad.
Que
Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, tomar nuestra
cruz de cada día y echarnos a andar tras las huellas de Cristo, aceptando con
amor todas las consecuencias que por ello nos vengan; pero con la seguridad de
que la muerte no tiene la última palabra, sino la Vida, Vida eterna que Dios
regala a quienes le viven fieles. Amén.
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