¡Amor y paz!
Esta vez la pregunta es
sincera y merece una respuesta de Jesús, a la vez que una alabanza al letrado
ante su buena reacción.
Habría que estar
agradecido a este buen hombre por haber formulado su pregunta al Señor. Le dio
así ocasión de aclarar, también para beneficio nuestro, cuál es el primero y
más importante de los mandamientos. Jesús, en su respuesta, une los dos que ya
aparecían en el Antiguo Testamento: amar a Dios y amar al prójimo.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la IX Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,28-34.
Entonces se adelantó un maestro de la Ley. Había escuchado la discusión y estaba admirado de cómo Jesús les había contestado. Entonces le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Jesús le contestó: «El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es un único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos.» El maestro de la Ley le contestó: «Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todas las víctimas y sacrificios.» Jesús vio que ésta era respuesta sabia y le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y después de esto, nadie más se atrevió a hacerle nuevas preguntas.
Comentario
También a nosotros nos
conviene saber qué es lo más importante en nuestra vida.
Como los judíos se veían
como ahogados por tantos preceptos (248 positivos y 365 negativos), complicados
aún más por las interpretaciones de las varias escuelas de rabinos, también
nosotros nos movemos en medio de innumerables normas en nuestra vida eclesial
(el Código de Derecho Canónico contiene 1752 cánones).
La gran consigna de Jesús
es el amor. Eso resume toda la ley. Un amor en dos direcciones.
El primer mandamiento es
amar a Dios, haciéndole lugar de honor en nuestra vida, en nuestra mentalidad y
en nuestra jerarquía de valores. Amar a Dios significa escucharle, adorarle,
encontrarnos con él en la oración, amar lo que ama él.
El segundo es amar al
prójimo, a los simpáticos y a los menos simpáticos, porque todos somos hijos
del mismo Padre, porque Cristo se ha entregado por todos. Amar a los demás
significa, no sólo no hacerles daño, sino ayudarles, acogerles, perdonarles.
Jesús une las dos
direcciones en la única ley del amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni
sólo amar al prójimo. Sino las dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a
Dios y descuidar a los demás. No vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose
de Dios y de las motivaciones sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado.
Al final de la jornada
estaría bien que nos hiciéramos esta pregunta: ¿he amado hoy? O ¿me he buscado
a mí mismo? Esto no es necesario que se proyecte siempre a nuestras relaciones
con el Tercer Mundo o con los más marginados de nuestra sociedad (direcciones
en que también debemos estar en sintonía generosa), sino que debe tener una
traducción diaria en nuestras relaciones familiares y comunitarias con las
muchas o pocas personas con las que a lo largo del día entramos en contacto.
Momentos antes de ir a
comulgar con Cristo se nos invita a darnos la paz con los más cercanos. Es un
buen recordatorio para que unamos las dos grandes direcciones de nuestro amor.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 252-255
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 252-255
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