¡Amor y paz!
Parte del Evangelio de hoy
lo habíamos leído el domingo. Ahora la liturgia lo retoma para enfatizar
nuestra realidad pascual. Cristo el “Cordero de Dios” se ha transformado en el
Pastor. Un pastor que “conoce a sus ovejas”. Pero más importante aún es que las
ovejas reconocen la voz del Pastor y “lo siguen”.
¿Sabemos a quién escuchamos, a quién seguimos?
¿Quién es el Buen Pastor? Hoy nos detenemos en este punto.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la IV Semana de
Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 10,22-30.
Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo. Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón, cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: « ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.» Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo, pero ustedes no creen porque no son ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen, y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano. Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa.»
Comentario
Hoy vemos a Jesús que se
«paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón» (Jn 10,23), durante la fiesta
de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los judíos le piden: «Si tú eres el
Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les contesta: «Ya os lo he dicho, pero
no me creéis» (Jn 10,24.25).
Sólo la fe capacita al
hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios. Juan Pablo II hablaba
en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en Tor Vergata, del
“laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo?»
(Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después al plano personal:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar correctamente a esta
pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para responder como Pedro —«Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)— hace falta la gracia de
Dios.
Pero, aunque Dios quiere
que todo el mundo crea y se salve, sólo los hombres humildes están capacitados
para acoger este don. «Con los humildes está la sabiduría», se lee en el libro
de los Proverbios (11,2). La verdadera sabiduría del hombre consiste en fiarse
de Dios.
Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».
Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es por culpa del sol, sino por culpa mía».
Jesús les dice que si no
creen, al menos crean por las obras que hace, que manifiestan el poder de Dios:
«Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» (Jn
10,25).
Jesús conoce a sus ovejas
y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al trato con Jesús en la oración.
¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo, que sabemos que nos ama y nos
lleva al Padre? El resultado y premio de esta intimidad con Jesús en esta vida,
es la vida eterna, como hemos leído en el Evangelio.
Rev.
D. Miquel Masats i Roca (Girona, España)
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