miércoles, 3 de abril de 2013

«Quédate con nosotros, Jesús; ya está cayendo la tarde»

¡Amor y paz!

Hoy el Evangelio nos narra el encuentro que tiene Jesús con dos discípulos, camino de Emaús, en momentos en que conversaban muy desanimados los sucesos de los últimos días. Muchos cristianos, jóvenes y mayores, experimentamos en la vida, como estos discípulos, momentos de desencanto y depresión. A veces por circunstancias personales. Otras, por la visión deficiente que la misma comunidad puede ofrecer.

El camino de Emaús puede ser muchas veces nuestro camino. Viaje de ida desde la fe hasta la oscuridad, y ojalá de vuelta desde la oscuridad hacia la fe. Cuántas veces nuestra oración podría ser: «quédate con nosotros, que se está haciendo de noche y se oscurece nuestra vida». La Pascua no es para los perfectos: fue Pascua también para el paralítico del templo y para los discípulos desanimados de Emaús  (José Aldazabal).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Miércoles de la Octava de Pascua.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 24,13-35. 
Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: « ¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados. Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?» « ¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: « ¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!» Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desde que sucedieron estas cosas. En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.» Entonces él les dijo: « ¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?» Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos. Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Entonces se dijeron el uno al otro: « ¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo. Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.» Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Comentario

-Dos discípulos iban a Emaús... y hablaban entre sí...

El viernes último murió su amigo. Todo ha terminado.

Vuelven a su casa. Ya no esperan nada. "Nosotros esperábamos..." Estas palabras están llenas de una esperanza perdida. Me imagino su decepción. Camino con ellos. Les escucho. En toda vida humana esto sucede algún día: una gran esperanza perdida, una muerte cruel, un fracaso humillante, una preocupación, una cuestión insoluble, un pecado que hace sufrir. Humanamente, no hay salida.

-Jesús se les acercó e iba con ellos... pero sus ojos estaban ciegos, no podían reconocerle... "¿De qué estáis hablando? Parecéis tristes."

Por su camino has venido a encontrarles; e inmediatamente te interesas por sus preocupaciones. Tú conoces nuestras penas y nuestras decepciones. Me alivia pensar que no ignoras nada de lo que soporto en el fondo de mí mismo. Me dejo mirar e interrogar por ti.

-Lo de Jesús Nazareno... Cómo le entregaron nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado...

Jesús deja que se expresen detenidamente, sobre sus preocupaciones.
No se da a conocer enseguida: deja que hablen, que se desahoguen.

-Bien es verdad que ciertas mujeres de entre nosotros nos han sobresaltado:
Habiendo ido ellas de madrugada al sepulcro, no encontraron su cuerpo.
Ellos tampoco están muy dispuestos a creer.

Todos los relatos del evangelio son unánimes sobre este punto; dudan, no esperan la resurrección, están desconcertados...

El relato de San Lucas ha sido elaborado totalmente para hacernos comprender "cómo se puede reconocer a Jesús"... cómo se avanza lentamente de la "duda", de la "desesperación" a la fe.

-¡Hombres tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas! Y comenzando por Moisés y por todos los profetas les fue declarando cuanto a él se refería en todas las Escrituras.

He aquí el primer método para "reconocer" a Jesús: tomar contacto, profundamente, cordialmente, con las Escrituras con la Palabra de Dios.
El Antiguo Testamento esclarece el Nuevo. La Biblia introduce al evangelio. El proyecto de Dios prosigue sin ruptura.

Lo que se realiza en Jesucristo, es lo que Dios preveía desde toda la eternidad, es lo que El había ya comenzado en la Historia del pueblo de Israel. ¡Cómo hubiéramos querido estar allí para escuchar los comentarios de Isaías hechos por el mismo Jesús! Hacer "oración". Procurar por encima de todo tener unos momentos de corazón a corazón. Leer y releer la Escritura.

-Puesto con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Se les abrieron los ojos y le reconocieron.

Esta es la segunda experiencia para "reconocer a Jesús": la Eucaristía, la fracción del pan. La Eucaristía es el sacramento, el signo eficaz de la presencia de Cristo resucitado. Es el gran misterio de la Fe: un signo muy pobre, un signo muy modesto.

Comulgar con el "Cuerpo de Cristo". Valorar la Eucaristía por encima de todo. Arrodillarse alguna vez ante un sagrario.

En el mismo instante se levantaron, y volvieron a Jerusalén.

Siempre la "misión". Nadie puede quedarse quieto en su sitio contemplando a Cristo resucitado: Hay que ponerse en camino y marchar hacia los hermanos.

NOEL QUESSON
PALABRA DE DIOS PARA CADA DIA 1
EVANG. DE ADVIENTO A PENTECOSTES
EDIT. CLARET/BARCELONA 1984.Pág. 182 s.

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