¡Amor y paz!
Por estos días pululan
quienes tratan de engañar, de mezclar verdades con mentiras, o de presentar
verdades a medias. Lo peor es que son medios que se han ganado la confianza de
sus lectores, cibernautas, televidentes y oyentes y entonces estos no tienen
manera de discernir entre lo que es cierto y lo que no.
Me refiero a la extraordinaria
situación de Sede Vacante en que está la Iglesia Católica y concretamente el Papado, a raíz de la
renuncia de Benedicto XVI. Se especula, entonces, sobre las razones de la
dimisión, y se hacen conjeturas sobre lo
que digan u omitan decir los cardenales, antes de la elección del nuevo sucesor
del apóstol Pedro. No es desde la óptica de la fe sino desde la del mundo como
se hacen ciertas lecturas.
El Evangelio nos relata
hoy cómo la muchedumbre pone en duda el origen y motivos de las acciones de
Jesús y cómo le exigen signos que vinieran del cielo. El Señor devela sus
verdaderas intenciones y les dice: “El que no está conmigo, está contra mí; y
el que no recoge conmigo, desparrama”.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 3ª. Semana de
Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas
11,14-23.
Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios". Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Comentario
Quienes nos rodean han de
sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás, leales y fieles: la
infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad es una virtud
indispensable en la vida personal y social.
I. En el Evangelio vemos a
Jesús que cura a un endemoniado que era mudo (Lucas 11, 14; Mateo 9, 32-33). La
enfermedad, un mal físico normalmente sin relación con el pecado, es un símbolo
del estado en el que se encuentra el hombre pecador; espiritualmente es ciego,
sordo paralítico... Cuando en la oración personal no hablamos al Señor de nuestras
miserias y no le suplicamos que las cure, o cuando no exponemos esas miserias
nuestras en la dirección espiritual, cuando callamos porque la soberbia ha
cerrado nuestros labios, la enfermedad se convierte prácticamente en incurable.
El no hablar del daño que sufre el alma suele ir acompañado del no escuchar: el
alma se vuelve sorda a los requerimientos de Dios, se rechazan los argumentos y
las razones que podrían dar luz para retornar al buen camino.
II.
Para vivir una vida auténticamente humana, hemos de amar mucho la verdad, que
es, en cierto modo, algo sagrado que requiere ser tratado con amor y respeto.
El Señor ama tanto esta virtud que declaró de Sí mismo: Yo soy la verdad (Juan
14, 6), mientras que el diablo es mentiroso y padre de la mentira (Juan 8, 44),
todo lo que promete es falsedad. No podremos ser buenos cristianos si no hay
sinceridad con nosotros mismos, con Dios y con los demás. A los hombres nos da
miedo, a veces, la verdad porque es exigente y comprometida. Existe la
tentación de emplear el disimulo, la verdad a medias, la mentira misma, a
cambiar el nombre a los hechos. Para ser sinceros, el primer medio que hemos de
emplear es la oración: es segundo lugar, el examen de conciencia diario, breve,
pero eficaz, para conocernos. Después, la dirección espiritual y la Confesión,
abriendo de verdad el alma, diciendo toda la verdad. Si rechazamos el demonio
mudo tendremos alegría y paz en el alma.
III. Quienes nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás, leales y fieles: la infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad es una virtud indispensable en la vida personal y social. Sobre ella descansan el matrimonio, los contratos, la actuación de los gobernantes. El amor a la verdad nos llevará a rectificar, si nos hubiéramos equivocado; a no formarnos juicios precipitados; a buscar información objetiva, veraz y con criterio. Entonces se hará realidad la promesa de Jesús: La verdad os hará libres (Juan 8, 32).
Fuente: Colección "Hablar con Dios" por Francisco Fernández Carvajal, Ediciones Palabra.
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
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