¡Amor y paz!
El tema de meditación que
nos propone el Evangelio son las tentaciones de Jesús. Lucas tiene como
trasfondo el horizonte del desierto donde el pueblo hebreo fue «tentado» y
donde se probó su fidelidad al Señor.
Te invito, hermano, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este Primer Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: "Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús le respondió: "Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan". Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: "Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto". Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: "Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra". Pero Jesús le respondió: "Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios". Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.
Comentario
«Mi padre fue un arameo
errante». La larga marcha hacia la tierra prometida. Envueltos en una nube, en
las sombras, en la promesa, a través de caminos de arena y agua, hasta llegar al
fondo de la Luz. En esta cuarentena hacia la Pascua, un desierto, como un
paréntesis de desnudez y aridez. Hoy todos estamos caminando en el desierto de
una sociedad convulsionada, transformada en un campo de batalla entre la verdad
y la mentira, entre el amor y el egoísmo. Un sinfín de ídolos quiere repartirse
el espacio humano. Continúa hoy en nuestro tiempo la larga marcha hacia la
libertad. Todos los tiempos tienen sus peculiares experiencias de desierto.
El miércoles de ceniza es
el pistoletazo de salida del comienzo de los cuarenta días penitenciales. El
camino de preparación para la Pascua, la gran fiesta de todos los cristianos.
La cuaresma evoca en nosotros un tiempo de penitencia, de desierto, de
tentaciones, de encuentro con Dios. De conversión. De afirmación de nuestras
convicciones, o mejor, del valor que tienen nuestras convicciones ante una
coyuntura de prueba y tentación. Al final del camino, la Pascua, una fiesta de
resurrección y de vida. Prepararse, caminar por el desierto de nuestra soledad,
coger distancia para vivir en una fiesta de la Vida. En una fiesta de libertad,
la libertad gozosa de los Hijos de Dios. La fiesta de nuestra liberación y
nuestra esperanza.
El sueño dorado de ir al
encuentro con Dios no puede ocultar nuestras evasiones o deserciones. Durante
la cuaresma pueden surgir en nosotros unos deseos enormes de retirarnos, de
encontrar el desierto para la realización de no sé qué sueños. Es sencillamente
la cobarde tentación de huir la realidad cotidiana y de hacer dejación de
nuestras responsabilidades, porque no queremos llegar a Dios a través esfuerzo
del personal que supone la transformación de nuestras realidades cotidianas. La
Cuaresma, un tiempo también para reavivar nuestro compromiso.
La Cuaresma es un tiempo
interior de búsqueda sincera y valiente en nuestro caminar de hombres
cristianos. Ir al encuentro de nuestra geografía interior, de nuestros
peculiares desiertos y desde allí reafirmarnos en nuestra fe en el Resucitado.
Hoy debemos volver a preguntarnos, ¿Quién soy? ¿Qué busco? ¿Cuál es el objeto
de mi vida? ¿Qué significa vivir como cristiano? ¿Cuál es el valor del dinero y
del poder?
Caminar por el desierto es
la pedagogía de Dios que lleva los hombres a buscar dentro de sí mismos su
propio camino. Caminos de liberación y de salvación para renovar cada día
nuestra ilusión de vivir. El desierto no es algo pretérito. No es arena pasada.
Todos los cristianos somos llamados permanentemente al desierto, a la
purificación, a la presencia íntima del espíritu.
Entrar en el desierto sin
más impedimento que nuestra total desnudez y pobreza interior. Entrar en el
desierto desnudos, sin peso, para descubrir nuestra aridez interior, para tener
el coraje de mirarnos tal cual somos. La conquista de nuestra libertad interior
como forma de conseguir otros valores fundamentales en nuestro vivir diario. La
cuaresma es un tiempo para llenarnos de esperanza y de razones de vivir.
El tiempo del desierto es
como un banco de pruebas. Necesitamos los cristianos unos tiempos de crisis
para ir al encuentro de los auténticos valores evangélicos. Solamente a través
de las pruebas responderemos del valor de nuestras convicciones. Hoy tendría
que ser para nosotros una buena noticia el saber que Jesús fue tentado. Una
respuesta esperanzadora. El creyente tentado no es un creyente más débil, sino
quien más posibilidades tiene de mostrar su fortaleza. Nuestras tentaciones
diarias no son un obstáculo para encontrarnos con Dios, sino la ocasión para
responder de nuestra fidelidad a Dios y a su mensaje.
En el vacío del desierto
nos encontraremos con la plenitud de la Palabra. El desierto nos deparará la
gran ocasión de interiorizar la palabra, de hacerla nuestra y transformarla en
nuestra suprema norma de conducta. La Palabra de Dios marca el verdadero
itinerario del desierto, el camino de auténtica liberación interior.
Cuaresma hoy en nuestro
tiempo de vivir. Un tiempo que desde Jesús nos ofrece la posibilidad de ser
cada día más humanos, porque cada día se hace más profunda e interior nuestra
vocación a vivir como hermanos. He pasado de los ritos, de las cosas, del poder
y de los triunfos a la serena riqueza de que ser cristiano es compartir, y no
poseer; dar y no aceptar; crear vida y posibilitar todos los caminos de
transformación humana.
Siempre de camino, con un
denodado y renovado esfuerzo. En esta Cuaresma deberíamos descubrir que para
ser fieles a Dios debemos arriesgarnos cada día más en la lucha por conseguir
una sociedad de hombres más libres y más humanos. En definitiva, un compromiso.
FELIPE
BORAU
DABAR 1995, 15
DABAR 1995, 15
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