¡Amor y paz!
Se celebra hoy la Fiesta
de la Cátedra del Apóstol San Pedro y el texto del Evangelio nos
ofrece la posibilidad de dirigir nuestra atención a la realidad de la Iglesia, construida
sobre el fundamento de la proclamación de fe del discípulo. Hoy más que nunca
es necesario tener presente lo que dice Jesús: “Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá
contra ella”.
Por eso, y ante la
histórica coyuntura de la renuncia del Papa Benedicto XVI, he creído oportuno
transcribir algunos extractos de la charla que el Santo Padre dio el 14 de
febrero pasado al clero de Roma en el Aula Pablo VI.
Te invito, hermano, a leer
y meditar el Evangelio, así como las reflexiones que hizo el Papa Benedicto XVI acerca del
Concilio Vaticano II, que reunió a todos los obispos del mundo entre 1962 y 1965, y que introdujo una gran
renovación en la Iglesia.
Quisiera recomendarte especialmente la lectura del tercer punto, relacionado con lo que el sucesor de Pedro califica como el “Concilio de los medios de comunicación”, que hacen una lectura de los acontecimientos eclesiales por fuera de la fe. De esa manera, podremos entender mejor las intepretaciones que algunos medios hacen de los sucesos actuales.
Dios te bendiga…
Evangelio según San Mateo
16,13-19.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Comentario
“Fuimos al Concilio no
sólo con alegría, sino con entusiasmo. Había una expectativa increíble. Teníamos
la esperanza de que todo se renovase, de que llegase un nuevo Pentecostés... de
encontrar de nuevo la unión entre la Iglesia y las mejores fuerzas en el mundo,
para abrir el futuro de la humanidad, para abrir el progreso real. Empezamos a
conocernos unos a otros y esta fue ya una experiencia de la universalidad de la
Iglesia y de su realidad concreta que no se limita a recibir los imperativos
desde lo alto, sino que crece y avanza en conjunto, naturalmente bajo la
dirección del Sucesor de Pedro. Las cuestiones planteadas a los padres
conciliares eran “la reforma de la liturgia... la eclesiología... la Palabra de
Dios, la Revelación y, por último, el ecumenismo”.
“En retrospectiva, creo
que fue muy bueno comenzar por la liturgia, así se mostraba la primacía de
Dios, la primacía de la adoración....El Concilio ha hablado de Dios y éste ha
sido su primer acto: hablar de Dios y abrir a toda la gente, a todo el pueblo
santo a la adoración de Dios, en la celebración común de la liturgia del Cuerpo
y la Sangre de Cristo (...) Luego estaban los principios: la inteligibilidad,
para no estar encerrados en un idioma que no se conoce y no se habla; y la
participación activa. Por desgracia, estos principios a veces se
malinterpretaron. La inteligibilidad no quiere decir trivialidad, ya que los
grandes textos de la liturgia - aun cuando estén, gracias a Dios, en la lengua
materna - no son fácilmente inteligibles; necesitan una formación permanente
del cristiano para que crezca y entre más profundamente en el misterio, y así
pueda entender”.
“Segundo tema: la Iglesia
... Se quería decir y comprender que la Iglesia no es una organización, algo
estructural, legal, institucional - que también es - sino que es un organismo,
una realidad viva, que entra en mi alma, y que yo mismo, con mi propia alma de
creyente , soy un elemento constructivo de la Iglesia como tal... La Iglesia no
es una estructura; nosotros mismos, los cristianos, juntos, todos somos el
Cuerpo vivo de la Iglesia. Y, por supuesto, esto es cierto en el sentido de que
nosotros, el verdadero "nosotros" de los creyentes, junto con el
"yo" de Cristo, es la Iglesia, cada uno de nosotros, no “un
nosotros", un grupo que se declara Iglesia”.
“La primera idea era
completar la eclesiología en forma teológica, pero continuando de una manera
estructural, es decir, al lado de la sucesión de Pedro, de su función única,
definir mejor también la función de los obispos, del cuerpo episcopal. Y para
hacer esto, se encontró la palabra "colegialidad", muy discutida con
debates intensos, yo diría, algo exagerados. Pero era la palabra... para
expresar que los obispos, juntos, son la continuación de los Doce, del Cuerpo
de los Apóstoles. Dijimos: sólo un obispo, el de Roma, es el sucesor de un
determinado apóstol, Pedro ....Así, el Cuerpo de los Obispos, el Colegio, es la
continuación del Cuerpo de los Doce, y con ello tiene su necesidad, su función,
sus derechos y deberes”.
“Otra cuestión en ámbito
eclesiológico fue definir el concepto de "pueblo de Dios" que
“implica la continuidad de los Testamentos, la continuidad de la historia de
Dios con el mundo, con los hombres, e implica también el 'elemento
cristológico'. Sólo a través de la cristología nos convertimos en Pueblo de
Dios y así se unen los dos conceptos. Y el Concilio ha decidido crear una
construcción trinitaria de la eclesiología: Pueblo de Dios Padre, Cuerpo de
Cristo, Templo del Espíritu Santo... El nexo entre el Pueblo de Dios y el
Cuerpo de Cristo, es efectivamente la comunión con Cristo en la unión
eucarística. Así nos convertimos en Cuerpo de Cristo; es decir, la relación
entre el Pueblo de Dios y el Cuerpo de Cristo crea una nueva realidad: la
comunión”.
“En la cuestión sobre la
Revelación el fulcro era la relación entre la Escritura y la Tradición ... Lo
importante ciertamente es que las Escrituras son la Palabra de Dios y la
Iglesia está bajo las Escrituras, obedece a la Palabra de Dios, y no está por
encima de la Escritura. Sin embargo, la Escritura es Escritura sólo porque hay
una Iglesia viva, su sujeto vivo; sin el sujeto vivo de la Iglesia, la
Escritura es sólo un libro abierto a diferentes interpretaciones y no da una
claridad definitiva”. En este sentido “fue decisiva la intervención del Papa
Pablo VI... que propuso la fórmula “nos omnis certitudo de veritatibus fidei
potest sumi ex Sacra Scriptura”, es decir la certeza de la Iglesia sobre la fe
no nace sólo de un libro aislado, sino que necesita del sujeto Iglesia
iluminado, que aporta el Espíritu Santo. Solo así la Escritura habla y tiene
toda su autoridad”
“Y, por último, el
ecumenismo. No quisiera entrar ahora en estos problemas, pero era obvio que -
sobre todo después de las "pasiones" de los cristianos en la época
del nazismo- que los cristianos podían encontrar la unidad, o por lo menos
buscarla; pero también estaba claro que sólo Dios puede dar la 'unidad. Y
todavía proseguimos este camino”.
“La segunda parte del
Concilio fue mucho más amplia. Apareció, con gran urgencia, el tema: mundo de
hoy, era moderna, e Iglesia, y con el los temas de la responsabilidad de la
construcción de este mundo, de la sociedad, la responsabilidad por el futuro
del planeta mundo y la esperanza escatológica; la responsabilidad ética del
cristiano...y también la libertad religiosa, el progreso, y la relación con
otras religiones. En ese momento, entraron en discusión realmente todas las
partes del Concilio, no sólo los Estados Unidos a quienes importaba mucho la
libertad religiosa... también entró con gran fuerza América Latina, sabiendo de
la miseria del pueblo en un continente católico, y la responsabilidad de la fe
por la situación de estos hombres. Y así, África, Asia, percibieron igualmente
la necesidad de un diálogo interreligioso... El gran documento "Gaudium et
Spes", analizó muy bien el problema entre escatología cristiana y progreso
mundano, incluyendo la responsabilidad de la sociedad del mañana y las
responsabilidades del cristiano ante la eternidad, y así también renovó la
ética cristiana desde los cimientos... El fundamento de un diálogo, en la
diferencia, en la diversidad, en la fe en la unicidad de Cristo, que es uno, y
no es posible para un creyente pensar que las religiones son variaciones sobre
un mismo tema. No, hay una realidad del Dios vivo, que ha hablado, y es un
Dios, un Dios encarnado, por lo tanto, una Palabra de Dios, que es realmente la
Palabra de Dios. Pero también hay una experiencia religiosa, con una
determinada luz humana sobre la creación y, por tanto es necesario y posible
entrar en diálogo, y así abrirse a los demás y abrir todos a la paz de Dios, de
todos sus hijos, y de toda su familia”
“Me gustaría añadir
todavía un tercer punto.... el Concilio de los medios de comunicación. Era casi
un Concilio de por sí, y el mundo vio el Concilio a través de ellos. El
“Concilio de los periodistas”, no se llevó a cabo, por supuesto, dentro de la
fe, sino dentro de las categorías de los medios, es decir fuera de la fe, con
una hermenéutica diferente... Una hermenéutica política. Para los medios de
comunicación, el Concilio era una lucha política, una lucha por el poder entre
las diferentes corrientes de la Iglesia..... Había un problema triple: el poder
del Papa trasladado al poder de los obispos y al poder de todos: la soberanía
popular. Y lo mismo pasaba con la liturgia: no interesaba la liturgia como un
acto de fe, sino como algo donde las cosas se hacen comprensibles, un tipo de
actividad de la comunidad.... Esas traducciones, esa trivialización de la idea
del Concilio fueron virulentas en la praxis de la aplicación de la reforma
litúrgica; nacían de una visión del Concilio fuera de su propia clave, la de la
fe”.
“Sabemos que este Concilio
de los medios de comunicación era accesible a todos. Por lo tanto, fue el
dominante, el más eficiente, y creó muchas calamidades, problemas y miserias...
Y el verdadero Concilio encontró dificultad para concretarse y realizarse; el
Concilio virtual era más fuerte que el Concilio real. Pero la fuerza del
Concilio estaba presente y, poco a poco, se realiza cada vez más y se convierte
en la verdadera fuerza, que es, después, la verdadera reforma, la renovación
verdadera de la Iglesia. Me parece que después de cincuenta años, vemos cómo
este Concilio virtual se rompe, se pierde y aparece el Concilio auténtico, con
toda su fuerza espiritual”.
Fuente: V.I.S. - Vatican Information Service. www.vis.va
Copyright © VIS - Vatican Information Service - 00120 Ciudad del Vaticano
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