¡Amor y paz!
A partir de hoy, y hasta
el sábado, leemos el "discurso escatológico" de Jesús, el que nos
habla de los acontecimientos futuros y los relativos al fin del mundo. Lo que
es coherente con esta semana, la última del Año Litúrgico, que hemos iniciado
con la solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la XXXIV Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Comentario
Leemos el segundo lamento
de Jesús sobre su ciudad, Jerusalén, anunciando su próxima ruina. Pero Lucas lo
cuenta mezclando planos con otro acontecimiento más lejano, el final de los
tiempos. Es difícil deslindar los dos.
La perspectiva futura la
anuncia Jesús con un lenguaje apocalíptico y misterioso: guerras y
revoluciones, terremotos, epidemias, espantos y grandes signos en el cielo.
Pero "el final no vendrá en seguida", y no hay que hacer caso de los
que vayan diciendo "yo soy", o "el momento está cerca"
La ruina de Jerusalén ya
sucedió en el año 70, cuando las tropas romanas de Vespasiano y Tito, para
aplastar una revuelta de los judíos, destruyeron Jerusalén y su templo, y
"no quedó piedra sobre piedra". Nos hace humildes el ver qué caducas
son las instituciones humanas en las que tendemos a depositar nuestra
confianza, con los sucesivos desengaños y disgustos. Los judíos estaban
orgullosos -y con razón- de la belleza de su capital y de su templo, el
construido por el rey Herodes. Pero estaba próximo su fin.
El otro plano, el final de
los tiempos, está por llegar. No es inminente, pero sí es serio. El mirar hacia
ese futuro no significa aguarnos la fiesta de esta vida, sino hacernos sabios,
porque la vida hay que vivirla en plenitud, sí, pero responsablemente,
siguiendo el camino que nos ha señalado Dios y que es el que conduce a la
plenitud. Lo que nos advierte Jesús es que no seamos crédulos cuando empiecen
los anuncios del presunto final. Al cabo de dos mil años, ¿cuántas veces ha
sucedido lo que él anticipó, de personas que se presentan como mesiánicas y
salvadoras, o que asustaban con la inminente llegada del fin del mundo?
"Cuidado con que nadie os engañe: el final no vendrá en seguida".
Esta semana, y durante el Adviento,
leemos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que es la
verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es
tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a
nuestras vidas.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 319-323
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 319-323
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