¡Amor y paz!
Concluye el año litúrgico, comienza
el Adviento, para preparar la Navidad, y la Iglesia celebra la solemnidad
de Cristo Rey del universo. Antes de leer y meditar el Evangelio y el
comentario leamos este aparte de Los hermanos Karamazoff, de Fiódor
Dostoievski, en el que uno de sus personajes pareciera hablarle al Señor acerca
de esa realeza:
"Si hubieras cogido la espada y la
corona, todos se hubieran sometido a ti de buen grado. En una sola mano
hubieras reunido el dominio completo sobre las almas y los cuerpos, y hubiera
comenzado el imperio de la eterna paz. Pero has prescindido de esto...
No bajaste de la cruz cuando te
gritaron con burla y desprecio: ¡Baja de la cruz y creeremos que eres el Hijo
de Dios! No bajaste, porque no quisiste hacer esclavos a los hombres por medio
de un milagro, porque deseabas un amor libre y no el que brota del milagro.
Tenías sed de amor voluntario, no de encanto servil ante el poder, que de una
vez para siempre inspira temor a los esclavos. Pero aún aquí los has valorado
demasiado, puesto que son esclavos -te lo digo-, habiéndolos creado como
rebeldes...
Si hubieras tomado la espada y la
púrpura del emperador, hubieses establecido el dominio universal y dado al
mundo la paz. Pues, verdaderamente: quién puede dominar a los hombres, sino
aquellos que tienen en su mano sus conciencias y su pan".
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 18,33 b -37.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
Comentario
Tenemos que reconocer y
aceptar, de una vez por todas, que el Reinado de Cristo no es un reinado
etéreo, reducido al ámbito de lo meramente psicológico e individual, sino que
es una realidad que pretende conseguir la transformación radical del mundo.
Cristo es un Rey Liberador, porque nos libera (si nos dejamos, por supuesto) de
todo aquello que nos impida ser realmente hombres:
-Frente al afán consumista que nos
desvela y nos impide vivir con una relativa paz, Jesús nos recuerda que los
ricos ya han recibido su consuelo (Lc. 6, 24), que quien pone el valor de su
vida en lo que posee es un insensato (Lc. 12, 19-20). El hombre vale por lo que
vale aquello a lo que se ata; si se ata a las cosas que se pagan, su precio es
el dinero. Jesús nos enseña a buscar el Reino y su justicia.
-Frente a las estructuras que intentan
reducir al hombre a un producto en serie, Jesús deja bien claro que leyes y estructuras
están al servicio del hombre y no al revés; el testimonio evangélico no se da a
base de una buena organización: "destruid este templo, y en tres días lo
reedificaré" (Jn. 2, 19); el Espíritu y la libertad, no las leyes, son la
base de la actuación del hombre.
-Frente a los prejuicios que destruyen
la paz del hombre, Jesús no tiene inconveniente en comer con publicanos y
pecadores sin hacer caso de las críticas de "los buenos" (Mc. 2, 15),
o en hablar con los samaritanos (Jn. 4, 6-9), las mujeres (Lc. 8, 1-3) y los
extranjeros (Mc. 7, 31).
-Frente a la violencia que siembra de
sangre la geografía de nuestro planeta, Jesús nos propone la libertad de quien
es capaz de romper con la espiral de violencia, que nunca termina, y devuelve
bien por mal (Mt. 5, 28 ss). Cuando llegó el caso, Jesús supo atacar, pero sin
odio ni violencia, que es lo que esclaviza al hombre.
-Frente al miedo que paraliza al hombre
y lo reduce a una marioneta, Jesús propone la libertad del amor; ni miedo a
Dios, porque es Padre bueno; ni miedo a los hombres, porque son hermanos; el
cristiano no puede tener miedo a nada ni a nadie, porque sabe que es Dios mismo
quien dirige la historia hacia su culminación universal (Lc. 12, 32); ni tan
siquiera a la muerte, porque Cristo ha triunfado sobre ella.
-Frente a la esclavitud de buscar el
éxito fácil, tan frecuente en nuestro tiempo, Jesús propone buscar el único
éxito que merece la pena: el del Reino de Dios; ante la posibilidad de
convertir piedras en panes, Jesús recuerda que no sólo de pan vive el hombre,
sino de la Palabra de Dios (Mt. 4, 3ss). Los éxitos fáciles lo más que
consiguen es ser respuesta a necesidades inmediatas; ahora bien, el hombre se
encadena a la primera solución que se presente, arreglando así una pequeña
parte de su problema, y no le queda ya más libertad para hacer frente a las
cosas en su profundidad.
-Frente a la esclavitud del mal, en
cualquiera de sus formas, Jesús se presenta como el liberador que trae el Reino
del bien y da a los suyos la posibilidad de seguir haciendo el bien: pecado,
enfermedad, demonios, soledad..., de todo ello queda libre el hombre que, con
confianza, se pone en manos de Jesús. Es cierto que Jesús no hace desaparecer
el mal "como por arte de magia"; pero Jesús se revela como el Señor
que domina el mal, que puede darle una solución, una respuesta, una salida.
-Frente a la esclavitud del
sufrimiento, Jesús anuncia la llegada del día en el que los ciegos vean, los
cojos caminen, los sordos oigan, los encarcelados vean la luz del sol, los
pobres escuchen la buena noticia (Lc. 4, 16-21); es verdad que el sufrimiento
no ha desaparecido, que sigue siendo cosecha abundante en nuestro mundo; pero
ahora vemos hasta dónde puede conducir, cuál es su valor y su sentido y qué es
lo que ha ocurrido con el sufrimiento en el mundo.
-Frente a la esclavitud de la muerte,
que se enseñorea de todos los hombres, antes o después, quieran o no quieran,
Pablo nos recuerda que el bautizo que nos vinculaba a la muerte de Jesús nos
sepultó con él para que, así como él resucitó triunfando sobre la muerte y
rompiendo definitivamente sus cadenas, también nosotros podamos empezar una
vida nueva, una vida sin verdadera muerte (/Rm/06/03-04).
-Frente a la esclavitud de ver el mundo
sin futuro, sin salida, nosotros afirmamos en nuestra fe que Jesús ha dado
comienzo a un mundo nuevo en el que ya no habrá ni luto, ni llanto, ni muerte,
ni dolor pues lo de antes ha pasado y Dios lo hace todo nuevo (Ap. 21, 3-5).
Los sufrimientos de la condición humana son los sufrimientos de un alumbramiento,
el cual debe dar a luz una vida nueva y sin fin; nuestras penalidades y
sacrificios no nos llevan al sinsentido y al absurdo, sino a la liberación y a
la consecución de una vida nueva (Mc. 13, 8).
Jesús es el liberador soberano y
universal; su Reino es un Reino de libertad y vida; sin liberación no puede
haber vida, y sin vida la liberación no es nada. Nosotros, discípulos de este
hombre y Dios que es Jesús y que nos ha traído la LIBERTAD, no podemos reducir
su misión, su tarea y su mensaje a una "simple religión", como muchas
veces hemos hecho. Hace ya años que Loisy hizo su afirmación; "Jesús
predicaba el Reino de Dios y llegó la Iglesia", y la polémica aún sigue en
pie. La Iglesia es, a veces, más eclesiástica que eclesial, más preocupada por
sí misma que por su misión. Y no podemos olvidar que la Iglesia es el medio, y
el Reino la meta final. La Iglesia está al servicio del Reino y, por tanto, no
se puede absolutizar ni cerrar en sí misma.
Hoy, fiesta de Cristo Rey, recordemos
una vez más cómo es su Reino y cuál es nuestra responsabilidad en él. Y, como
Iglesia, busquemos el Reino de Dios y justicia, con la convicción de que todo
lo demás se nos dará por añadidura.
LUIS GRACIETA
DABAR 1988, 58
DABAR 1988, 58
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