¡Amor y paz!
Al bajar de la montaña donde ha elegido a sus apóstoles, Jesús pronuncia las ‘bienaventuranzas’, distintas a las que registra
Mateo, entre otras razones, porque las de Lucas son cuatro y no ocho y porque
tienen un acento más social. Esto, en desarrollo de lo que en Lucas se llama ‘el
sermón de la llanura’ y que leeremos hasta el sábado.
Muchos pueden ser los
obstáculos que se interponen en nuestro camino hacia Dios. Y casi que hay
tantos impedimentos como personas. Porque para unos un impedimento puede ser el
egoísmo; para otros, la pereza o la lujuria;
para otros más, la codicia y el apetito desbordado por el disfrute de la
riqueza. Son víctimas de una especie de ‘miopía espiritual’, que les impide ver
valores y beneficios más allá de lo meramente material y terreno. El Evangelio
de hoy nos permitirá reflexionar acerca de hacia dónde estamos orientando
nuestra vida.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la XXIII
semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 6,20-26.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Comentario
Jesús proclama su mensaje
en el monte o en el llano. La revelación de Dios traspasa los habituales
lugares sagrados como el templo o el monte Sinaí e interpela al hombre en
cualquier espacio.
Jesús se dirige a la
multitud de discípulos que lo siguen y confían en él. Son hombres, mujeres y
niños pobres venidos de todas partes. Han perdido todo y sólo les queda su
esperanza en Dios. A ellos les dice: dichosos ustedes que no han visto su
pobreza como un obstáculo para disfrutar de la felicidad que trae el Reino.
Estas palabras son una contradicción flagrante contra la mentalidad vigente.
Para la ideología impuesta por los poderosos, únicamente son felices los que
poseen tierras, dinero y cosas. Jesús tiene bien claro que las cosas, las
tierras y la riqueza no pueden hacer feliz al hombre.
Jesús felicita a los
pobres que lo acompañan porque ellos no han fincado su esperanza en el poder,
el prestigio o el dinero. Y los felicita porque se diferencian de mucha gente
pobre que tenía sus esperanzas de felicidad en el derrocamiento de los ricos.
Los discípulos de Jesús no
eligen estos caminos y se centran en la realización concreta de la justicia, la
paz y el amor. Esta nueva opción los hace auténticamente felices, aquí y ahora.
En cambio, los que viven para la riqueza, la satisfacción egoísta de sus
intereses, y el goce hedonista de la vida no tendrán otra alegría sino los
falsos placeres que estas cosas proporcionan.
Hoy necesitamos
preguntarnos a quién van dirigidas las bienaventuranzas. Estas sólo pueden
germinar en la vida de aquellos seguidores de Jesús que en la actualidad viven
con alegría su opción por el evangelio. Aquellos que han comprendido que la
pobreza es algo más que la austeridad y que la alegría algo más que la
diversión.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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