¡Amor
y paz!
Mateo
nos narra hoy dos milagros de Jesús, intercalados el uno en el otro: un hombre
le pide que devuelva la vida a su hija que acaba de fallecer, y una mujer queda
curada con sólo tocar la orla de su manto.
Ambas
personas se le acercan con mucha fe y obtienen lo que piden. Jesús es superior
a todo mal, cura enfermedades y libera incluso de la muerte. En eso consiste el
Reino de Dios, la novedad que el Mesías viene a traer: la curación y la
resurrección (J. Aldazábal).
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este lunes de la 14ª. Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Mateo 9,18-26.
Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá". Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: "Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: "Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme". Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Comentario
La
fe, es lo que hace que creamos desde el fondo del alma... todas las verdades
que la religión nos enseña, es decir, el contenido de la Escritura Santa y
todas enseñanzas del Evangelio; en fin, todo lo que nos es propuesto por la
Iglesia. El justo verdaderamente vive de esta fe (Rm 1,17), porque reemplaza a
la inmensa mayoría de los sentidos de la naturaleza. Transforma tanto todas las
cosas que apenas los sentidos pueden servirle al alma; por ellos sólo percibe
apariencias engañosas; la fe le muestra las realidades.
El
ojo le muestra a un pobre; la fe le muestra a Jesús (cf Mt 25,40). El oído le
deja oír insultos y persecuciones; la fe le canta: "Regocíjese y gózate de
alegría" (cf Mt 5,12). El tacto nos hace sentir los golpes recibidos; la
fe nos dice: "alegraos de haber sido considerados dignos de sufrir algo
por el nombre Cristo" (cf Hch. 5,41). El gusto nos hace sentir el
incienso; la fe nos dice que el incienso verdadero "son las oraciones de
los santos" (Ap 8,4). Los sentidos nos seducen por las bellezas creadas;
la fe piensa en la belleza increada y tiene lástima de todas las criaturas que
son nada y polvo al lado de aquella belleza. A los sentidos les horroriza el
dolor; la fe lo bendice como la corona esponsal que se le une a su Amado, como
la marcha con su Esposo, la mano en su mano divina. Los sentidos se rebelan
contra el insulto; la fe lo bendice: " bendecid a los que os maldicen
" Lc 6,28)...; lo encuentra dulce porque es compartir la suerte de
Jesús... Los sentidos son curiosos; la fe no quiere conocer nada: tiene sed de
sepultarse y querría pasar toda su vida inmóvil al pie del tabernáculo.
Beato Carlos de Foucauld (1858-1916), ermitaño y
misionero en el Sahara
Retiro en Nazaret 1897
Retiro en Nazaret 1897
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