¡Amor
y paz!
Ancho
es el camino que lleva a la perdición y son muchos los que van por allí. Eso nos
los recuerda Jesús hoy. Porque el camino que lleva a la salvación es como una puerta
estrecha por la que no todos pueden entrar. Es exigente, implica sacrificios y
negarse a muchas cosas que ofrece el mundo.
En
este día en que celebramos la fiesta de San Josémaría Escrivá de Balaguer, pidámosle
a él que interceda ante Dios Nuestro Señor para que nunca nos extraviemos del ‘Camino’ que lleva a la Vida.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este martes
de la 12ª. Semana del tiempo ordinario.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Mateo 7,6.12-14.
No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos. Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.
Comentario
Si el
discípulo de Jesús no debe juzgar-condenar y, por tanto, debe tratar de
comprender a todos, no por ello tiene que sincerarse con todos. Jesús
recomienda no dar lo sagrado a los perros, ni las perlas a los cerdos. Perros
callejeros –tan frecuentes en la sociedad antigua- y cerdos -animales impuros
para los judíos- son símbolo de la gente que tiene mala voluntad y, por tanto,
incapacitada para entender, porque no quiere. El cristiano debe proponer el
evangelio –lo sagrado, las perlas- a quienes no se declaran enemigos de él.
Jesús tiene los pies bien puestos en la realidad. Los seguidores de Jesús deben
estar abiertos a todos –ser limpios de corazón- pero, al mismo tiempo, deberán
ser prudentes como serpientes para no derrochar fuerzas ni hacer vanos
esfuerzos que se les pueden volver en contra.
Para
la relación con los demás Jesús propone una norma sagrada: hacer con los otros
lo que nos gustaría que hiciesen con nosotros; en esto consiste, según Jesús,
todo el Antiguo Testamento (La Ley y los Profetas); tanto mandamiento antiguo
ha quedado reducido a uno: amar al prójimo como a uno mismo; si bien Jesús
corregirá este principio y lo cambiará por la recomendación de la última cena:
“amaos como yo os he amado”; si es preciso, hasta dar la vida. Exigente camino
que muchos no están dispuestos a andar. Sendero digno de poco crédito para
aquellos habitantes de nuestro planeta que han puesto el yo delante del tú
hasta el punto de olvidarse del otro. El cristiano debe luchar contra corriente
hasta dar con este callejón que da a la vida y a la felicidad plena. Sólo
buscando y entregándonos al otro, nos encontramos a nosotros mismos y a Dios, y
hallamos la felicidad también en esta vida. Entrar por esta puerta angosta no
es difícil, pero la mayoría de la gente, deslumbrada por las apariencias y por
los cantos de sirena del egoísmo, ni se da cuenta de que existe otro modo de
ser y de relacionarse que hace al ser humano profundamente humano y, por ello,
hijo de un Dios que es sólo -y por esencia- puro amor.
Servicio
Bíblico Latinoamericano
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