jueves, 1 de marzo de 2012

“Pidan y se les dará”

¡Amor y paz!

El Evangelio de hoy retorna al tema de la oración. Jesús nos invita a pedir con confianza al Padre celestial y para que lo entendamos mejor hace ver que si un padre terrenal, a pesar de sus debilidades y limitaciones, sabe dar cosas buenas a sus hijos… “¡Cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!"  

La oración, entonces, se fundamenta en la infinita bondad y misericordia de Dios, quien de seguro atenderá nuestro clamor, siempre que aquello que pidamos esté en la línea de su plan de salvación.

Comprendamos por tanto que la oración, como la cruz, señala dos direcciones: la del hombre hacia Dios (vertical) y la del hombre hacia nuestros hermanos (horizontal), a quienes hay que darles lo mejor, lo que queremos recibir de Dios. Por eso Jesús nos dice hoy: “Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos”. Lo otro sería pedirle a Dios dones y favores, mientras nuestro corazón está lleno de mezquindad y egoísmo.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 1ª. Semana de Cuaresma.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 7,7-12. 
Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas. 
Comentario

La oración es un arma poderosa, un tesoro indefectible, una riqueza inagotable, un puerto al amparo de las tempestades, un depósito de calma; la oración es la raíz, la fuente y la madre de bienes innumerables... Pero la oración de la que hablo no es mediocre, ni negligente; es una oración ardiente, surge de la aflicción del alma y del esfuerzo del espíritu. He aquí la oración que sube hasta el cielo... Escucha lo que dice el escritor sagrado: " grité al Señor cuando estaba angustiado, y me libró " (Sal. 119,1). El que reza así en su angustia podrá, después de la oración, gustar en su alma una gran alegría...

        Por "oración" entiendo, no la que es solamente con la boca, sino la que brota del fondo del corazón. Así como los árboles cuyas raíces se hunden profundamente no se quiebran ni arrancan, aunque el viento desencadene mil asaltos contra ellos, porque sus raíces están fuertemente arraigadas en las profundidades de la tierra, lo mismo las oraciones que salen del fondo del corazón, tan arraigadas, suben al cielo con toda seguridad y no se devuelven por ningún pensamiento de falta de seguridad o de mérito. Por eso el salmista dice: "Desde lo hondo a ti grito, Señor" (Sal. 129,1)...

    ¡Si el hecho de contarles a hombres tus desgracias personales y de describirles las pruebas que te golpearon, aporta algún alivio a tus penas, como si a través de las palabras surgiera una brisa refrescante, con más razón si das parte a tu Señor de los sufrimientos de tu alma encontrarás en abundancia alivio y consuelo! En efecto, a menudo los hombres soportan con dificultad a los que se les acercan a quejarse y llorar; los apartan y los rechazan. Pero Dios no actúa así; al contrario hace que te acerques y te atrae hacia él; y aunque te pases el día exponiéndole tus desgracias, está aún más dispuesto a quererte y a otorgar tus súplicas.

San Juan Crisóstomo (v. 345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la incomprensibilidad de Dios, n° 5
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