¡Amor y paz!
Llegar a conocer y a amar
plenamente a Jesús implica un proceso. Podemos en un momento dado decir quién
es el Señor, qué dice y qué hace, pero eso no significa que ya lo conozcamos, tampoco
que lo amemos y menos que nos comprometamos con Él. Otro tanto ocurre con nuestro proceso de
conversión.
Es una manera de leer lo que le pasó al ciego de
Betsaida, sobre cuya curación nos relata hoy el Evangelio. En una primera instancia,
veía hombres “como si fueran árboles que caminan”, pero luego de una nueva intervención
de Jesús recupera la vista.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la VI Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 8,22-26.
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: "¿Ves algo?". El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: "Veo hombres, como si fueran árboles que caminan". Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo".
Comentario
La primera etapa del
ministerio de Jesús había terminado con el endurecimiento del corazón o ceguera
de los fariseos y herodianos, hasta el punto que planean eliminar a Jesús (Mc
3,6). En el final de la segunda etapa son sus propios paisanos de Nazaret
quienes por su ceguera no pueden reconocer un profeta en su tierra. (Mc 6,1-6).
La tercera etapa se cierra con la falta de comprensión y ceguera de los mismos
discípulos, que siguen preocupados por su propia comida, porque no han
comprendido que el compartir permite que lo poco alcance para todos y hasta
sobre. Las tres etapas constituyen la primera parte del evangelio de Marcos,
que termina precisamente con la curación de un ciego. Un relato clave por su
ubicación y connotación simbólica.
Hasta el momento Jesús ha
estado rodeado de incomprensión o “ciegos” (sus adversarios, su familia y hasta
sus propios discípulos) incapaces de ver la luz de Dios que brilla para toda la
humanidad. Para Marcos, el paso de la incomprensión a la fe es como el paso de
la ceguera a la visión. La curación del ciego tiene lugar en Betsaida, una
pequeña población de pescadores, ubicada en la margen izquierda del río Jordán,
en su desembocadura en el mar de Galilea. El Tetrarca Filipo la había ampliado
y hasta cambiado el nombre por el de Julias, convirtiéndose en el lugar
principal de la región de Gaulanitis.
Su población era tanto judía como pagana.
Sabemos por Mc 3,7-8, que la fama de Jesús había traspasado las fronteras de
Galilea. Como en el relato del sordomudo (Mc 7, 32) un grupo de amigos le
lleva a Jesús un ciego suplicándole que lo toque. Para la mentalidad judía la
ceguera representaba un castigo divino, personal o familiar, proveniente de la
aceptación de dinero por corrupción. Jesús no se contenta simplemente con
tocarlo sino que entra, con la ternura de un padre, en contacto directo con el
enfermo. Lo toma de la mano y lo conduce a las afueras de la ciudad. La actitud
de Jesús nos introduce en su intención de evitar el escándalo y la
espectacularidad.
Al igual que en el milagro del sordomudo, aquí Jesús utiliza la saliva. Según la tradición judía la saliva tenía poderes para expulsar demonios y curar enfermedades, de manera especial en la curación de enfermedades oculares.
Al igual que en el milagro del sordomudo, aquí Jesús utiliza la saliva. Según la tradición judía la saliva tenía poderes para expulsar demonios y curar enfermedades, de manera especial en la curación de enfermedades oculares.
Algunos opinan que este poder curativo se debe a la relación de la saliva con
la sangre, y a través de la boca, con la respiración, haciéndola por tanto,
portadora de vida. De aquí se concluye que escupir sobre los ojos del ciego
equivale simbólicamente a darles nueva vida. Luego viene la imposición de las
manos que simboliza la fuerza curativa de Jesús. El milagro está hecho; sin
embargo, Jesús introduce una pregunta retórica que permite entrar en diálogo
con el enfermo: “¿ves algo?”. Éste ve árboles que se mueven, por lo que concluye
que son personas. Esto supone que el ciego no era de nacimiento, dado que
distingue bien los objetos que percibe. De nuevo Jesús impone sus manos sobre
los ojos del ciego, ahora sin saliva y sin diálogo.
El efecto de este último
contacto se describe con tres acciones: poder ver con buena vista, recuperarse
plenamente y ver con toda claridad. Queda ratificado que el hombre puede
regresar a casa sin la ayuda de nadie, Jesús le ha devuelto la luz y la
dignidad. El envío a su casa evitando entrar e el pueblo, significa el deseo de
Jesús que el milagro se circunscriba solo al ámbito de la casa. Hay que
mantener el secreto hasta que Jesús pueda ser visto crucificado y resucitado.
Servicio
Bíblico Latinoamericano. 2004
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