¡Amor y paz!
En la parte final de su discurso de despedida, Jesús reta la aún débil fe de sus discípulos. Es que aunque ellos afirman que ahora sí creen, el Señor les anuncia que ellos lo abandonarán y lo dejarán solo. Claro que Jesús realmente no estará solo porque tiene la mejor compañía: la de su Padre.
Nosotros también, los nuevos discípulos del Señor, decimos creer en Él, pero ¿cuántas veces no lo abandonamos? Mejor dicho: ¿Cuántas veces dejamos solos a nuestros hermanos? ¿Cuántas veces –aunque nos decimos cristianos—abandonamos a su suerte a tantos hermanos que sufren de soledad, de exclusión afectiva? Ya lo ha dicho Jesús: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo' (Mt 25, 31ss).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la VII Semana de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 16,29-33.
Sus discípulos le dijeron: "Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios". Jesús les respondió: "¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".
Comentario
La pasión de Jesús comenzó mucho antes de su arresto. A medida que el cerco se le cerraba, Jesús sentía la angustia de lo que siendo aún futuro, comenzaba a vivirse ya en su interior. Jesús había diseñado su vida pública con una doble finalidad: anunciar los valores del Reino como "Buena Noticia para los oprimidos" y formar un grupo de discípulos que prolongara este anuncio a lo largo del tiempo y del espacio. La última cena era el final de esta carrera. La traición estaba en la misma mesa.
Por eso, cuando los discípulos le dijeron a Jesús que ahora sí se daban cuenta de que él venía de Dios, él les respondió con una reflexión que apagaba todo optimismo: "¿están seguros de su fe?". Y para que sus discípulos aterrizaran, les pronosticó lo que iba a pasar: "ustedes se dispersarán y me dejarán solo"... (v. 32). La soledad es una realidad que puede derrumbar al ser humano. Jesús ciertamente la palpa. Sin embargo, a pesar de que el evangelista Juan resalte con realismo los rasgos humanos de Jesús, emplea siempre el género literario "de la gloria", para que Jesús no quede aplastado por las limitaciones de su humanidad, y así pueda servirnos de ejemplo para salir a flote en toda amenaza de destrucción.
Por eso Jesús, frente a la soledad en que lo dejan sus discípulos, recurre a la compañía del Padre. Esta conducta es una lección para la comunidad cristiana. Ella no debe quedar aplastada por la soledad, cuando le llegue la persecución. Cada vez que ésta la amenace, debe encontrar en la memoria del Maestro la lección: activar en su interior la presencia del Padre, que no la dejará sola. La soledad de la persecución, por no ser una soledad querida ni necesitada, lleva siempre la carga negativa del abandono, de la amenaza, del límite de la resistencia. Para Jesús, la solución está en saber vivir la presencia interior, amigable y tierna del Padre.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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