¡Amor y paz!
La sabiduría y la bondad divinas se manifiestan en Jesucristo. A Él le traen a una adúltera, digna de la lapidación, según las normas de la ley de Moisés, pero Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Acercándonos ya a la celebración de la Pascua, la Escritura nos propone esta escena de misericordia y de perdón divinos, frente a la intransigencia hipócrita de nuestros juicios (Diario Bíblico Cicla).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la V Semana de Cuaresma. El próximo será el Domingo de Ramos, el comienzo de la Semana Santa.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 8,1-11.
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?". Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: "El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra". E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?". Ella le respondió: "Nadie, Señor". "Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante".
Comentario
Si ya san Lucas en el pasaje del “Hijo prodigo” nos mostraba en una parábola el amor de Dios, en este pasaje de Juan, Jesús mismo lo encarna y nos recuerda que “Dios no quiere la muerte del pecador sino que se arrepienta y tenga vida”. Pensamiento totalmente contrario no solo a la cultura “legalista” del tiempo de Jesús, sino que incluso se extiende hasta nuestros días.
Es fácil apuntar con el dedo a la mujer que ha sido engañada y seducida; al muchacho que en su ignorancia ha cometido un error; al empleado que, presa de su desesperación, ha obrado inadecuadamente…
En un pasaje Jesús decía: “Si su misericordia no es más grande que la de los fariseos no entrarán en el Reino”. Dios nos ama y nos perdona, nos invita a enmendar nuestra falta; pero también nos invita a perdonar de corazón y en lugar de ser piedra de tropiezo para los demás, a ser un instrumento de su amor y misericordia… a levantar a los que hayan caído. No pensemos que somos mejores que los demás, o que estamos inmunes al pecado, pues la debilidad nos rodea y en una fracción de segundo podríamos estar en una situación más grave de aquella que con tanto desprecio señalamos un día.
Que el Señor sea luz y lámpara para tu camino.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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