Amor y paz!
En el evangelio de hoy, san Juan nos presenta a Jesús realizando un "signo", un milagro, en sábado; no únicamente por motivos humanitarios, sino porque Él viene a salvar, porque se presenta como liberador (el sábado estaba consagrado al recuerdo de la liberación de Egipto: Dt 5. 12-15).
Concretamente su liberación consiste en emancipar al hombre de las prácticas formalistas y elevarlo por encima de los avatares de la vida. Liberación que se adquiere no por medios mágicos, como el correr del agua, sino mediante un encuentro personal con el Señor. (Misa Dominical 1990/07).
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 4ª. Semana de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 5,1-16.
Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. . Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: "¿Quieres curarte?". El respondió: "Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes". Jesús le dijo: "Levántate, toma tu camilla y camina". En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: "Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla". El les respondió: "El que me curó me dijo: 'Toma tu camilla y camina'". Ellos le preguntaron: "¿Quién es ese hombre que te dijo: 'Toma tu camilla y camina?'". Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: "Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía". El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
Comentario
Este milagro es uno de la serie de siete que San Juan ha relatado en su evangelio. Ninguno de los cuales es exorcismo o expulsión de demonios, y a partir de los cuales surge la fe, sea en los beneficiarios del milagro, sea en los testigos de los grandes "signos" de Jesús, los "semeia" -como se llaman en griego -, las más espectaculares de sus "obras". Y es que Juan tal vez quiso ilustrarnos acerca del verdadero significado de los milagros de Jesús: El no es un mago que deje boquiabiertas a las gentes con sus artes de prestidigitador.
Sus milagros no son propiamente pruebas de su divinidad, ni actos de poder para imponer su doctrina como cierta. Son, por encima de todo, signos que nosotros los creyentes sabemos interpretar. Signos que nos hablan de la voluntad de Dios Padre que Jesús viene a revelarnos, de la "vida eterna" que Jesús viene a otorgarnos en nombre de Dios.
El agua milagrosa de la piscina de Betesda no es nada sin la palabra liberadora de Jesús, que es la que cura definitivamente al paralítico. El agua de nuestro bautismo es el sello de nuestra fe en lo que Jesús anuncia: la Buena Noticia de que Dios Padre nos ama, más allá de las normas rituales del culto y de la religión. Renovados en el bautismo, curados de la parálisis de nuestros pecados, podemos salir al encuentro de nuestros hermanos para anunciarles las maravillas de Dios. Las que Él hace siempre a favor de los humildes, los pequeños, los enfermos y los pobres.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica.
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