sábado, 5 de febrero de 2011

«Le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor»

¡Amor y paz!

Los apóstoles regresan donde Jesús, después de haber participado en la misión encomendada por él. Ahora es el tiempo del descanso. Al llegar al lugar del reposo, Jesús se da cuenta de que lo ha seguido una gran cantidad de personas y se compadece de ellas porque advierte que andan como "ovejas sin pastor".

Muchas son las personas que hoy también viven desorientadas y que carecen de quien las atienda, las comprenda y enseñe. Cada vez son menos los que acogen el llamado de Jesús para ser los pastores de su rebaño, pero nunca antes había sido tan imperiosa la necesidad de ellos.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 4ª. Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Marcos 6,30-34.

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Comentario

Hay dos dimensiones de la vida de todo cristiano que encontramos bien delineadas en este pasaje. La oración y la acción. No son dos actividades aisladas la una de la otra. No se limitan a momentos determinados. Se trata de actitudes, más que de actos. Oración para llenarnos de Cristo. Acción para comunicarlo a los demás. 

Por eso, Cristo combinaba sabiamente con sus apóstoles estos dos ingredientes. Los apóstoles vuelven de predicar y hacer milagros y Cristo se los lleva a un lugar solitario, para estar con ellos, para charlar, para que compartan con él sus alegrías y dificultades, sus victorias y derrotas. Le encanta estar con sus amigos. Disfruta cuando lo buscamos y le abrimos nuestro corazón. Cuando le miramos para aprender de Él, cuando le confiamos nuestras inquietudes y dudas. Y este contacto con el Maestro deja una huella en nuestra vida. “La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de él” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2560)

Es peligrosa la pretensión de querer hacer muchas obras y acciones por el bien de los demás, si no nos damos tiempo para estar con Cristo, a quien vamos a predicar. Pero también es un error el quedarnos solos con Él, sin salir al encuentro de nuestros hermanos. Dios nos quiere en la oración y en la acción, siempre de la mano de Cristo. Cuando Él estaba con sus apóstoles, la multitud les vio y se acercó de nuevo. Y Cristo, compadecido, se puso a enseñarles junto con los apóstoles. 

Ser cristianos significa que seguimos a Cristo. Seguir sus huellas, andar detrás de Él. Anuncio, dinamismo, movimiento, entrega. No fuimos elegidos para la pasividad y el acomodamiento.

Ignacio Sarre

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