viernes, 3 de diciembre de 2010

«Creo, Señor, pero aumenta mi poca fe»

¡Amor y paz!

El Evangelio nos presenta hoy a dos ciegos que apelan a la compasión de Jesús. Y el Señor, a su vez, apela a la fe de quienes le piden ser curados. Por eso les dice: "Que suceda como ustedes han creído". 

Muchísimos hermanos nuestros están clamando hoy porque seamos compasivos con ellos y Jesús recurre a nuestra fe para que los ayudemos. Una vez más, la Palabra de Dios nos llama a hacer de nuestra fe un testimonio de amor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este Viernes de la 1ª. Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 9,27-31.

Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: "Ten piedad de nosotros, Hijo de David". Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?". Ellos le respondieron: "Sí, Señor". Jesús les tocó los ojos, diciendo: "Que suceda como ustedes han creído". Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: "¡Cuidado! Que nadie lo sepa". Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región. 

Comentario

Nuestra sociedad contemporánea está ansiosa y ciertamente necesitada de una reconstrucción. No se trata de simples reformas; se trata de adquirir oídos nuevos y ojos nuevos para volver a encontrar en el mensaje de la Escritura la única propuesta tan antigua y tan actual del mismo Dios liberador que sigue rechazando mediadores poderosos y apoyándose en mediadores que se entreguen sin reservas a la causa de los pobres y marginados.

Prueba de todo lo anterior es el evangelio que nos presenta hoy la liturgia. Dos ciegos siguen a Jesús pidiendo insistentemente ser curados de su mal. La petición de estos dos hombres incluye una confesión de fe, pues llaman a Jesús “hijo de David”, un título que reconoce a Jesús como alguien con características especiales, no se trata de un hijo de vecina, se trata del descendiente de David que tenía que venir. Este reconocimiento subraya la aceptación, por la fe, de la persona de Jesús. Y es precisamente el eje central del relato. La referencia al milagro queda relegada a un segundo plano, para resaltar la exigencia que Jesús hace a través de la pregunta “¿ustedes creen que puedo hacerlo?” No basta una simple declaración formal de lo que se cree, se necesita refrendar con la vida esa convicción.

La transformación de las condiciones vitales implica como punto de partida la fe, una fe que no todo lo explica ni arregla, pero que es el motor que da sentido y valor a la vida. El seguidor de Jesús, convencido de su fe, no duda en que las tareas que implica el cambio sí pueden salir adelante. Por otro lado, el discípulo no puede callar la proclamación de las maravillas que realiza Dios entre sus hijos, al estilo de los ciegos que rápidamente divulgan la noticia por toda la comarca. Este tiempo de adviento puede ser una gran oportunidad para nosotros como personas y como comunidades para examinar esa calidad de fe nuestra.

Servicio Bíblico Latinoamericano 2004
www.mercaba.org

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