¡Amor y paz!
Pasamos por alto otras parábolas en Mateo, como la de los viñadores homicidas y la de los hijos que dicen sí o no y, luego, hacen lo contrario, y hoy leemos la de los invitados a la boda.
En efecto, el pueblo de Israel ha sido el primer invitado, porque es el pueblo de la promesa y de la Alianza. Pero se resiste a reconocer en Jesús al Mesías y no aprovecha la hora de la gracia. De tal manera, Dios invita a otros al banquete que tiene preparado. Pero aunque Jesús extiende su llamado, los invitados deben ir preparados al banquete. De lo contrario, serán arrojados afuera. Muchos son llamados, pero pocos los escogidos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Jueves de la XX Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 22,1-14.
Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: "El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: 'Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas'. Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: 'El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren'. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. 'Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?'. El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: 'Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes'. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos".
Comentario
La celebración nupcial, signo de alegría, vida y esperanza, fue con frecuencia una imagen utilizada por los hagiógrafos (escritores sagrados) para describir el futuro reino mesiánico. Así en su ambiente histórico y literario, esta parábola anuncia (con la invitación al banquete) la presencia del reino mesiánico; mientras que el rechazo de los invitados representan la actitud de Israel con respecto a Jesús, presentado aquí como hijo del rey (vv. 1-6). Esta parábola retrata la actitud negativa frente al reino. Actitud de soberbia. La de aquellos que confían en su propia justicia, la que pueden adquirir por su esfuerzo personal aplicado a cumplir meticulosamente la Ley, y rechazan, en cambio la verdadera justicia, los caminos de la salud, que proceden de Dios.
Aquí descubrimos también la voluntad de Dios porque todos los seres humanos se salven: Él llama a todos, buenos y malos (vv. 8-9; cf. 13,38.47), a formar parte de su Iglesia. El “traje o vestido de bodas” es la vida llevada con dignidad. El compromiso cristiano, cuando se forma parte del Reino, debe mostrarse en nuestras buenas obras.
La parábola, como boceto de la iniciativa de Dios y de las respuestas de los seres humanos, tiene un valor perenne y universal. Muestra primero que todos son invitados al banquete de bodas del Mesías-rey; pero muchos rechazan la invitación, con diversas motivaciones y actitudes. Los que aceptan la invitación insistente, “entran” al banquete. Después, con una perspectiva escatológica (del final de los tiempos), la parábola muestra que el participar en el banquete supone un cambio; hay que ser diferentes de lo que se era antes.
Sin embargo, no todos responden con sinceridad de fe. Un hombre que no tiene traje de boda es alguien que no está dispuesto a cambiar. Ha venido por las ventajas que puede obtener para sí, pero no obedece la Palabra de Dios. El “traje de bodas” que hace falta para entrar en el banquete eterno significa las “obras de justicia” que cada uno debe hacer (Mt 5,20; 7,21s; 13,47s; 21,28ss). Cuando venga el rey, será la separación definitiva de buenos y malos (13,38s; 41ss; 48ss). Nosotros participamos ya en el banquete de la Eucaristía, anticipo del banquete eterno. ¿Cuál es nuestro atuendo? ¿Cuáles son nuestras obras? Jesús nos recuerda que los “escogidos” son los que responden con fidelidad a la llamada (cf. Is 41,9; 42,1).
Servicio Bíblico Latinoamericano
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