lunes, 16 de agosto de 2010

Jesús nos invita a ayudarle a salvar el mundo

¡Amor y paz!

El diálogo entre el muchacho rico y Jesús muestra a las claras dos formas de entender la vida.

El muchacho rico quiere vivir seguro al amparo de sus riquezas, pero al mismo tiempo, tiene interés en asegurarse la vida eterna. Busca simplemente un salvoconducto: ¿Qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna? Todo gira en torno a “lo que tiene que hacer”.

Jesús lo descentra. Primero lo remite a Dios: Solo Uno es bueno. Luego lo confronta con sus verdaderas motivaciones: Si quieres ser persona auténtica. Hay, pues, una doble referencia: a Dios, como fuente de bondad y de salvación, y a sí mismo, como anhelo de vida auténtica. Cuando estas referencias están claras, es posible desprenderse de las demás seguridades y pasar de una actitud autocéntrica a otra de entrega. El programa es claro y liberador (Claretianos 2003).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy Lunes de la XX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 19,16-22.

Luego se le acercó un hombre y le preguntó: "Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los mandamientos". "¿Cuáles?", preguntó el hombre. Jesús le respondió: "No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". El joven dijo: "Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?". "Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.

Comentario

a) La escena del joven que se acerca a Jesús porque quiere ser perfecto, se ha convertido en el prototipo de la llamada vocacional a una vida de seguimiento más cercano de Jesús.

Ese joven estaba bien dispuesto. No se conformaba con lo común, sino que buscaba un sentido más profundo para su vida. Los mandamientos los cumplía ya (por cierto, Jesús le recuerda, no los que se refieren a Dios, sino los que miran al prójimo). Pero, cuando oyó la respuesta de Jesús sobre lo que le faltaba -«vende... dalo a los pobres... vente conmigo»-, se asustó y no se atrevió a dar el paso. Se marchó triste. Era rico. Jesús también se quedó triste, lo mismo que los apóstoles que habían oído el diálogo.

b) Muchos cristianos no se conforman con cumplir los mandamientos. Quieren un ritmo de vida más significativo y generoso. Y, en efecto, Jesús nos ha propuesto un estilo de vida más exigente: vende lo que tienes, sígueme. Muchos lo han hecho y han decidido servir a Dios y a sus hermanos en la vida religiosa o consagrada o desde el ministerio ordenado.

No siempre tuvo éxito Jesús a la hora de llamar a sus seguidores. Algunos, como Pedro y los demás apóstoles, lo dejaron todo -redes, barca, casa, familia, la mesa de los impuestos- y le siguieron. Pero otros creyeron que el precio era excesivo.

Sea cual sea nuestra vocación especifica -también la de tantos laicos comprometidos en trabajos apostólicos y misioneros-, hoy nos sentimos interpelados por las palabras de Jesús y animados a renovar nuestro propósito de entregar nuestras mejores energías a colaborar con él en la mejora de este mundo.

Ya sabemos que, para conseguirlo, hemos de renunciar a ciertas cosas. A Jesús no se le puede seguir con demasiado equipaje. El joven se marchó triste: no logró vencer el apego al dinero. ¿A qué hemos renunciado nosotros?. «Vende lo que tienes, dalo... sígueme». Es la aventura de la pobreza o del desapego. Renunciar a algo por una causa noble es lo que más alegría interior nos produce, también en la vida humana.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 278-282

www.mercaba.org

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