¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que celebramos la Fiesta de San Andrés, apóstol.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 4,18-22.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
COMENTARIO
Una tradición... narra la muerte de Andrés en Patras, donde sufre el suplicio de la crucifixión. Pero en este momento supremo, de manera análoga a su hermano Pedro, pide ser puesto en una cruz diferente a la de Jesús. En su caso se trata de una cruz en forma decusada, es decir con el palo transversal inclinado, que por eso se la nombra «cruz de san Andrés».
Según una vieja narración, parece que el apóstol habría dicho en esta ocasión: «Salve, oh cruz, inaugurada con el cuerpo de Cristo y llegada a ser ornamento de sus miembros, como si se tratara de piedras preciosas. Antes que el Señor subiera a ti, inspirabas un temor terrestre. Ahora, por el contrario, dotada de un amor celeste, eres recibida como un don. Los creyentes saben, respecto a ti, qué gozo posees, qué regalos tienes preparados. También yo, seguro y lleno de gozo, vengo a ti para que, tú también, me recibas exultante como a aquel que de ti fue suspendido... Oh cruz bienaventurada, que has sido revestida con la majestad y belleza de los miembros del Señor... Tómame y llévame lejos de los hombres y devuélveme a mi Maestro para que, por mediación tuya, me reciba el que me rescató. Salve, oh cruz, sí, en verdad, salve!»
Como se ve hay aquí una espiritualidad cristiana muy profunda que ve en la cruz, no precisamente un instrumento de tortura sino más bien el medio incomparable de una plena asimilación al Redentor, al grano de trigo caído en tierra (Jn 12,24). De ahí debemos aprender una lección muy importante: nuestras cruces tienen valor si son consideradas y acogidas como una parte de la cruz de Cristo, si son un reflejo de su luz. Es solamente por esta cruz que nuestros sufrimientos quedan ennoblecidos y adquieren su verdadero sentido.
Papa Benedicto XVI
Audiencia general del 14/06/06
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lunes, 30 de noviembre de 2009
domingo, 29 de noviembre de 2009
ESTEMOS SEGUROS DE QUE DIOS NO NOS ABANDONARÁ
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo I de Adviento. (En la columna de la derecha, abajo, pueden encontrar una explicación acerca del significado del Adviento).
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
COMENTARIO
Cuentan la historia de un soldado que se acerca a su jefe inmediato y le dice: “–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”. Haciendo caso omiso de la prohibición, el soldado salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le gritó: ”–¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgando su propia vida?” Y el soldado moribundo respondió: “–¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!".
En estos casos es cuando se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. Los verdaderos amigos no calculan costos, ni están midiendo gota a gota su propia entrega. Un verdadero amigo no sabe de ahorros, ni de moderaciones en la generosidad. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 31), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz.
Lo que realmente hace novedosa nuestra fe, con respecto a otras religiones, es que nuestro Dios se encarnó, se hizo hombre, compartió nuestra condición humana, menos en el pecado, asumiendo todas las consecuencias de la encarnación. No nos dejó abandonados al poder de nuestras limitaciones, sino que vino a rescatarnos de nuestras miserias personales y sociales. Esta es la esperanza que nos anima y por la cual tenemos que estar despiertos para saber reconocerla y recibirla el día que se acerque: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre”.
Estas advertencias que nos presenta el evangelio de hoy, pueden ser leídas con temor y temblor, porque anuncian acontecimientos extraordinarios: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Sin embargo, san Lucas está invitando precisamente a lo contrario; no a sentir miedo, sino a llenarse de alegría por lo que va a suceder: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.
Cuando nos sintamos hundidos en medio de las dificultades personales o sociales, y parezca imposible levantar la cabeza por la vergüenza y la desesperación; cuando ya no haya luces que iluminen nuestro camino en medio de la noche cerrada, podemos estar seguros, como el soldado aquel con el que comenzamos, que Dios no nos dejará abandonados en medio del campo de batalla. Podremos decirle a Dios: “¡Estaba seguro que vendrías!”, porque nuestro Dios vendrá, con toda certeza, a nuestro encuentro.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo I de Adviento. (En la columna de la derecha, abajo, pueden encontrar una explicación acerca del significado del Adviento).
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,25-28.34-36.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
COMENTARIO
Cuentan la historia de un soldado que se acerca a su jefe inmediato y le dice: “–Uno de nuestros compañeros no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo”. “–Permiso denegado –replicó el oficial–. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”. Haciendo caso omiso de la prohibición, el soldado salió, y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial, furioso, le gritó: ”–¡Ya le dije yo que había muerto! Dígame, ¿valía la pena ir allí para traer un cadáver arriesgando su propia vida?” Y el soldado moribundo respondió: “–¡Claro que sí, señor! Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: ‘¡Estaba seguro que vendrías!".
En estos casos es cuando se entiende que un amigo es aquel que se queda cuando todo el mundo se ha ido. Los verdaderos amigos no calculan costos, ni están midiendo gota a gota su propia entrega. Un verdadero amigo no sabe de ahorros, ni de moderaciones en la generosidad. “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15, 31), decía Jesús antes de su propia entrega hasta la muerte, y muerte de cruz.
Lo que realmente hace novedosa nuestra fe, con respecto a otras religiones, es que nuestro Dios se encarnó, se hizo hombre, compartió nuestra condición humana, menos en el pecado, asumiendo todas las consecuencias de la encarnación. No nos dejó abandonados al poder de nuestras limitaciones, sino que vino a rescatarnos de nuestras miserias personales y sociales. Esta es la esperanza que nos anima y por la cual tenemos que estar despiertos para saber reconocerla y recibirla el día que se acerque: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se endurezcan por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre”.
Estas advertencias que nos presenta el evangelio de hoy, pueden ser leídas con temor y temblor, porque anuncian acontecimientos extraordinarios: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria”. Sin embargo, san Lucas está invitando precisamente a lo contrario; no a sentir miedo, sino a llenarse de alegría por lo que va a suceder: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.
Cuando nos sintamos hundidos en medio de las dificultades personales o sociales, y parezca imposible levantar la cabeza por la vergüenza y la desesperación; cuando ya no haya luces que iluminen nuestro camino en medio de la noche cerrada, podemos estar seguros, como el soldado aquel con el que comenzamos, que Dios no nos dejará abandonados en medio del campo de batalla. Podremos decirle a Dios: “¡Estaba seguro que vendrías!”, porque nuestro Dios vendrá, con toda certeza, a nuestro encuentro.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
sábado, 28 de noviembre de 2009
APROVECHEMOS EL TIEMPO, REGALO DE DIOS
¡Amor y paz!
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 34ª semana del Tiempo Ordinario. Mañana domingo comienza el Adviento: son cuatro semanas durante las cuales nos prepararemos para celebrar el Nacimiento de nuestro Salvador.
Dios los bendiga..
Lucas 21, 29-33
Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Comentario
La parábola de la higuera se sitúa prácticamente al final del discurso de Jesús sobre las señales del fin universal. Hace aproximadamente dos mil años que Cristo pronunció estas palabras, y no pueden ser más actuales. No hace falta detenerse demasiado en dicho discurso para encontrar rápidamente el paralelismo entre lo que Cristo nos describe y lo que nosotros vivimos en la actualidad. Ante tanta adversidad el mensaje de Cristo es, como siempre, esperanzador: "el Reino de Dios está cerca". Somos pues, hijos todos de la misma generación, descendientes de Adán y Eva, los expulsados del paraíso. Pero hijos principalmente de Dios, que nos dignifica a través de su Hijo Jesucristo y que nos muestra ya la higuera que retoña, es decir, el Reino naciente en cada corazón que le ama.
El tiempo ha demostrado la autenticidad de las palabras de Nuestro Señor: "El cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". Esta sorprendente expresión de Jesús está cargada de un profundo significado: nada perdura en el tiempo, sólo Él es eterno, sólo Él puede decir "siempre".
Por eso, nos equivocamos si centramos nuestra vida en lo estrictamente pasajero, material y efímero. Debemos anclarnos en Cristo, con Él no damos pasos en falso.
Desde luego, y estamos avisados, la senda es estrecha y espinada, y cuesta transitarla, pero vamos acompañados y guiados por el Maestro. Este pasaje nos llama a volver a la frescura del Evangelio, a buscar la autenticidad del mensaje cristiano, seguros de que no pasa, jamás se desfasa, ni es atemporal. A veces, nuestros prejuicios nos empujan a quedarnos en lo más superficial de lo que conforma nuestra fe; nos ocupamos con demasiada frecuencia de lo externo; estamos estancados en nuestra dimensión más horizontal, olvidándonos de que es la vertical la que nos conduce a las alturas.
El Señor nos advierte: "mis palabras no pasarán", es nuestra responsabilidad no perder más el tiempo, el tiempo es un regalo de Dios de valor incalculable. Utilizarlo de cara a Él, obedeciendo su santa voluntad. He ahí la tarea del cristiano y lo único que puede darnos la felicidad.
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 34ª semana del Tiempo Ordinario. Mañana domingo comienza el Adviento: son cuatro semanas durante las cuales nos prepararemos para celebrar el Nacimiento de nuestro Salvador.
Dios los bendiga..
Lucas 21, 29-33
Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Comentario
La parábola de la higuera se sitúa prácticamente al final del discurso de Jesús sobre las señales del fin universal. Hace aproximadamente dos mil años que Cristo pronunció estas palabras, y no pueden ser más actuales. No hace falta detenerse demasiado en dicho discurso para encontrar rápidamente el paralelismo entre lo que Cristo nos describe y lo que nosotros vivimos en la actualidad. Ante tanta adversidad el mensaje de Cristo es, como siempre, esperanzador: "el Reino de Dios está cerca". Somos pues, hijos todos de la misma generación, descendientes de Adán y Eva, los expulsados del paraíso. Pero hijos principalmente de Dios, que nos dignifica a través de su Hijo Jesucristo y que nos muestra ya la higuera que retoña, es decir, el Reino naciente en cada corazón que le ama.
El tiempo ha demostrado la autenticidad de las palabras de Nuestro Señor: "El cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". Esta sorprendente expresión de Jesús está cargada de un profundo significado: nada perdura en el tiempo, sólo Él es eterno, sólo Él puede decir "siempre".
Por eso, nos equivocamos si centramos nuestra vida en lo estrictamente pasajero, material y efímero. Debemos anclarnos en Cristo, con Él no damos pasos en falso.
Desde luego, y estamos avisados, la senda es estrecha y espinada, y cuesta transitarla, pero vamos acompañados y guiados por el Maestro. Este pasaje nos llama a volver a la frescura del Evangelio, a buscar la autenticidad del mensaje cristiano, seguros de que no pasa, jamás se desfasa, ni es atemporal. A veces, nuestros prejuicios nos empujan a quedarnos en lo más superficial de lo que conforma nuestra fe; nos ocupamos con demasiada frecuencia de lo externo; estamos estancados en nuestra dimensión más horizontal, olvidándonos de que es la vertical la que nos conduce a las alturas.
El Señor nos advierte: "mis palabras no pasarán", es nuestra responsabilidad no perder más el tiempo, el tiempo es un regalo de Dios de valor incalculable. Utilizarlo de cara a Él, obedeciendo su santa voluntad. He ahí la tarea del cristiano y lo único que puede darnos la felicidad.
Autor: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
viernes, 27 de noviembre de 2009
ATENTOS A NUESTRO ENCUENTRO FINAL CON JESÚS
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes 34º del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,29-33.
Y Jesús les hizo esta comparación: "Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
COMENTARIO
a)Jesús toma una comparación de la vida del campo para que sus oyentes entiendan la dinámica de los tiempos futuros: cuando la higuera empieza a echar brotes, sabemos que la primavera está cercana.
Así, los que estén atentos comprenderán a su tiempo "que está cerca el Reino de Dios", porque sabrán interpretar los signos de los tiempos. Algunas de las cosas que anunciaba Jesús, como la ruina de Jerusalén, sucederán en la presente generación. Otras, mucho más tarde. Pero "sus palabras no pasarán".
b) Jesús inauguró ya hace dos mil años el Reino de Dios. Pero todavía está madurando, y no ha alcanzado su plenitud. Eso nos lo ha encomendado a nosotros, a su Iglesia, animada en todo momento por el Espíritu. Como el árbol tiene savia interior, y recibe de la tierra su alimento, y produce a su tiempo brotes y luego hojas y flores y frutos, así la historia que Cristo inició.
No hace falta que pensemos en la inminencia del fin del mundo. Estamos continuamente creciendo, caminando hacia delante. Cayó Jerusalén. Luego cayó Roma. Más tarde otros muchos imperios e ideologías. Pero la comunidad de Jesús, generación tras generación, estamos intentando transmitir al mundo sus valores, evangelizarlo, para que el árbol dé frutos y la salvación alcance a todos.
Permanezcamos vigilantes. En el Adviento, que empezamos mañana por la tarde, en vísperas del primer domingo, se nos exhortará a que estemos atentos a la venida del Señor a nuestra historia. Porque cada momento de nuestra vida es un "kairós", un tiempo de gracia y de encuentro con el Dios que nos salva.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 330-332
www.mercaba.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes 34º del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,29-33.
Y Jesús les hizo esta comparación: "Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
COMENTARIO
a)Jesús toma una comparación de la vida del campo para que sus oyentes entiendan la dinámica de los tiempos futuros: cuando la higuera empieza a echar brotes, sabemos que la primavera está cercana.
Así, los que estén atentos comprenderán a su tiempo "que está cerca el Reino de Dios", porque sabrán interpretar los signos de los tiempos. Algunas de las cosas que anunciaba Jesús, como la ruina de Jerusalén, sucederán en la presente generación. Otras, mucho más tarde. Pero "sus palabras no pasarán".
b) Jesús inauguró ya hace dos mil años el Reino de Dios. Pero todavía está madurando, y no ha alcanzado su plenitud. Eso nos lo ha encomendado a nosotros, a su Iglesia, animada en todo momento por el Espíritu. Como el árbol tiene savia interior, y recibe de la tierra su alimento, y produce a su tiempo brotes y luego hojas y flores y frutos, así la historia que Cristo inició.
No hace falta que pensemos en la inminencia del fin del mundo. Estamos continuamente creciendo, caminando hacia delante. Cayó Jerusalén. Luego cayó Roma. Más tarde otros muchos imperios e ideologías. Pero la comunidad de Jesús, generación tras generación, estamos intentando transmitir al mundo sus valores, evangelizarlo, para que el árbol dé frutos y la salvación alcance a todos.
Permanezcamos vigilantes. En el Adviento, que empezamos mañana por la tarde, en vísperas del primer domingo, se nos exhortará a que estemos atentos a la venida del Señor a nuestra historia. Porque cada momento de nuestra vida es un "kairós", un tiempo de gracia y de encuentro con el Dios que nos salva.
J. ALDAZABAL
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jueves, 26 de noviembre de 2009
ANTE EL FINAL, RENOVEMOS NUESTRA CONFIANZA EN JESÚS
¡Amor y paz!
Por tercera vez, Jesús anuncia con pena la destrucción de Jerusalén. A esto, el evangelista Lucas agrega otro plano: el del final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y el miedo y la ansiedad "por lo que sobrevendrá al mundo”.
Pero la perspectiva es optimista, porque “se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria” y “Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,20-28.
Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
COMENTARIO
Jerusalén sucumbe como consecuencia de su pecado. Esta destrucción, como todas las catástrofes históricas, además de ser un suceso social y político, es un acontecimiento religioso. La ciudad santa sucumbe víctima de su pecado, de haber rechazado la salvación que se le ofrecía en Jesús. Jesús expresa su compasión por las víctimas. Y pone en guardia a los discípulos para que no perezcan. Ellos no han comulgado con este pecado de Jerusalén. No deben perecer en ella. Pero la ciudad y el pueblo judío no son rechazados definitivamente. Su rechazo es una especie de tregua para dar paso a los gentiles (cf. Rm 11.)
Ante la venida del Hijo del Hombre, que se hará patente, clara como la luz del mediodía, el pánico será la actitud del incrédulo, el gozo será la herencia del creyente. Para éste se acerca la salvación. Se toca ya la esperanza. El creyente irá con la cabeza erguida, rebosante de gozo el corazón, al encuentro de su Señor, a quien ha amado, por quien ha vivido, en quien ha creído, al que anhelante ha estado toda la vida esperando.
COMENTARIOS BÍBLICOS-5.Pág. 572
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Por tercera vez, Jesús anuncia con pena la destrucción de Jerusalén. A esto, el evangelista Lucas agrega otro plano: el del final del mundo, la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas y el estruendo del mar y el miedo y la ansiedad "por lo que sobrevendrá al mundo”.
Pero la perspectiva es optimista, porque “se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria” y “Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,20-28.
Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".
COMENTARIO
Jerusalén sucumbe como consecuencia de su pecado. Esta destrucción, como todas las catástrofes históricas, además de ser un suceso social y político, es un acontecimiento religioso. La ciudad santa sucumbe víctima de su pecado, de haber rechazado la salvación que se le ofrecía en Jesús. Jesús expresa su compasión por las víctimas. Y pone en guardia a los discípulos para que no perezcan. Ellos no han comulgado con este pecado de Jerusalén. No deben perecer en ella. Pero la ciudad y el pueblo judío no son rechazados definitivamente. Su rechazo es una especie de tregua para dar paso a los gentiles (cf. Rm 11.)
Ante la venida del Hijo del Hombre, que se hará patente, clara como la luz del mediodía, el pánico será la actitud del incrédulo, el gozo será la herencia del creyente. Para éste se acerca la salvación. Se toca ya la esperanza. El creyente irá con la cabeza erguida, rebosante de gozo el corazón, al encuentro de su Señor, a quien ha amado, por quien ha vivido, en quien ha creído, al que anhelante ha estado toda la vida esperando.
COMENTARIOS BÍBLICOS-5.Pág. 572
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miércoles, 25 de noviembre de 2009
SEREMOS PERSEGUIDOS, PERO JESÚS NOS PROTEGERÁ
¡Amor y paz!
Tras hablar de los signos engañosos que acompañarán el final, el evangelio de hoy se refiere a los verdaderos signos. El principal es la persecución "por causa del nombre de Jesús".
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
COMENTARIO
El anuncio del mensaje cristiano siempre suscita fuerte animosidad en una sociedad construida sobre valores directamente en oposición a los anunciados por Jesús. Componente fundamental de la vida del Mesías ha sido el "es necesario que el Mesías padezca"; esa situación es fruto de una agresividad de los que ven amenazada la estructura injusta construida a partir de sus egoísmos.
La magnitud de esta resistencia que puede llegar hasta poner en riesgo la propia vida, proviene desde lo externo y aun desde las personas más cercanas. Todo se combina para conducir a situaciones amenazantes: cárcel, juicios, traición de los familiares, un odio general hacia el mensaje, trasladado a la persona de los mensajeros.
En esa situación no es inexplicable la tentación de desaliento. Jesús advierte sobre ella, pero junto a esa advertencia pronuncia una palabra de promesa que renueva la confianza necesaria para continuar en la tarea.
En cada juicio, motivado por la animosidad, el cristiano sabe que puede contar con la presencia de Jesús que concede un lenguaje y una sabiduría a la que no pueden oponerse los adversarios.
Y aunque la muerte pueda acabar con algunos mensajeros, otros seguirán proclamando la Buena Noticia de la fraternidad universal entre los hombres. El poder de los enemigos no puede superar la bondad de Dios, incapaz de soportar la mínima pérdida de sus enviados.
Para ello se requieren una firmeza y un coraje a toda prueba, capaces de asegurar la ganancia de la propia vida.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
www.mercaba.org
Tras hablar de los signos engañosos que acompañarán el final, el evangelio de hoy se refiere a los verdaderos signos. El principal es la persecución "por causa del nombre de Jesús".
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,12-19.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
COMENTARIO
El anuncio del mensaje cristiano siempre suscita fuerte animosidad en una sociedad construida sobre valores directamente en oposición a los anunciados por Jesús. Componente fundamental de la vida del Mesías ha sido el "es necesario que el Mesías padezca"; esa situación es fruto de una agresividad de los que ven amenazada la estructura injusta construida a partir de sus egoísmos.
La magnitud de esta resistencia que puede llegar hasta poner en riesgo la propia vida, proviene desde lo externo y aun desde las personas más cercanas. Todo se combina para conducir a situaciones amenazantes: cárcel, juicios, traición de los familiares, un odio general hacia el mensaje, trasladado a la persona de los mensajeros.
En esa situación no es inexplicable la tentación de desaliento. Jesús advierte sobre ella, pero junto a esa advertencia pronuncia una palabra de promesa que renueva la confianza necesaria para continuar en la tarea.
En cada juicio, motivado por la animosidad, el cristiano sabe que puede contar con la presencia de Jesús que concede un lenguaje y una sabiduría a la que no pueden oponerse los adversarios.
Y aunque la muerte pueda acabar con algunos mensajeros, otros seguirán proclamando la Buena Noticia de la fraternidad universal entre los hombres. El poder de los enemigos no puede superar la bondad de Dios, incapaz de soportar la mínima pérdida de sus enviados.
Para ello se requieren una firmeza y un coraje a toda prueba, capaces de asegurar la ganancia de la propia vida.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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martes, 24 de noviembre de 2009
NO NOS DEJEMOS ENGAÑAR SOBRE EL FIN DEL MUNDO
¡Amor y paz!
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
COMENTARIO
a) A partir de hoy, y hasta el sábado, leemos el "discurso escatológico" de Jesús, el que nos habla de los acontecimientos futuros y los relativos al fin del mundo. Lo que es coherente con esta semana, la última del Año Litúrgico, que hemos iniciado con la solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Escuchamos el segundo lamento de Jesús sobre su ciudad, Jerusalén anunciando su próxima ruina. Pero Lucas lo cuenta mezclando planos con otro acontecimiento más lejano, el final de los tiempos. Es difícil deslindar los dos.
La perspectiva futura la anuncia Jesús con un lenguaje apocalíptico y misterioso: guerras y revoluciones, terremotos, epidemias, espantos y grandes signos en el cielo. Pero "el final no vendrá en seguida", y no hay que hacer caso de los que vayan diciendo "yo soy", o "el momento está cerca"
b) La ruina de Jerusalén ya sucedió en el año 70, cuando las tropas romanas de Vespasiano y Tito, para aplastar una revuelta de los judíos, destruyeron Jerusalén y su templo, y "no quedó piedra sobre piedra". Nos hace humildes el ver qué caducas son las instituciones humanas en las que tendemos a depositar nuestra confianza, con los sucesivos desengaños y disgustos. Los judíos estaban orgullosos -y con razón- de la belleza de su capital y de su templo, el construido por el rey Herodes. Pero estaba próximo su fin.
El otro plano, el final de los tiempos, está por llegar. No es inminente, pero sí es serio. El mirar hacia ese futuro no significa aguarnos la fiesta de esta vida, sino hacernos sabios, porque la vida hay que vivirla en plenitud, sí, pero responsablemente, siguiendo el camino que nos ha señalado Dios y que es el que conduce a la plenitud. Lo que nos advierte Jesús es que no seamos crédulos cuando empiecen los anuncios del presunto final. Al cabo de dos mil años, ¿cuántas veces ha sucedido lo que él anticipó, de personas que se presentan como mesiánicas y salvadoras, o que asustaban con la inminente llegada del fin del mundo? "Cuidado con que nadie os engañe: el final no vendrá en seguida".
Esta semana, y durante el Adviento, escuchamos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que es la verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a nuestras vidas.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 319-323
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Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
COMENTARIO
a) A partir de hoy, y hasta el sábado, leemos el "discurso escatológico" de Jesús, el que nos habla de los acontecimientos futuros y los relativos al fin del mundo. Lo que es coherente con esta semana, la última del Año Litúrgico, que hemos iniciado con la solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Escuchamos el segundo lamento de Jesús sobre su ciudad, Jerusalén anunciando su próxima ruina. Pero Lucas lo cuenta mezclando planos con otro acontecimiento más lejano, el final de los tiempos. Es difícil deslindar los dos.
La perspectiva futura la anuncia Jesús con un lenguaje apocalíptico y misterioso: guerras y revoluciones, terremotos, epidemias, espantos y grandes signos en el cielo. Pero "el final no vendrá en seguida", y no hay que hacer caso de los que vayan diciendo "yo soy", o "el momento está cerca"
b) La ruina de Jerusalén ya sucedió en el año 70, cuando las tropas romanas de Vespasiano y Tito, para aplastar una revuelta de los judíos, destruyeron Jerusalén y su templo, y "no quedó piedra sobre piedra". Nos hace humildes el ver qué caducas son las instituciones humanas en las que tendemos a depositar nuestra confianza, con los sucesivos desengaños y disgustos. Los judíos estaban orgullosos -y con razón- de la belleza de su capital y de su templo, el construido por el rey Herodes. Pero estaba próximo su fin.
El otro plano, el final de los tiempos, está por llegar. No es inminente, pero sí es serio. El mirar hacia ese futuro no significa aguarnos la fiesta de esta vida, sino hacernos sabios, porque la vida hay que vivirla en plenitud, sí, pero responsablemente, siguiendo el camino que nos ha señalado Dios y que es el que conduce a la plenitud. Lo que nos advierte Jesús es que no seamos crédulos cuando empiecen los anuncios del presunto final. Al cabo de dos mil años, ¿cuántas veces ha sucedido lo que él anticipó, de personas que se presentan como mesiánicas y salvadoras, o que asustaban con la inminente llegada del fin del mundo? "Cuidado con que nadie os engañe: el final no vendrá en seguida".
Esta semana, y durante el Adviento, escuchamos repetidamente la invitación a mantenernos vigilantes. Que es la verdadera sabiduría. Cada día es volver a empezar la historia. Cada día es tiempo de salvación, si estamos atentos a la cercanía y a la venida de Dios a nuestras vidas.
J. ALDAZABAL
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Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 319-323
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lunes, 23 de noviembre de 2009
JESÚS NOS INVITA A DAR CON AMOR Y GRATUIDAD
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Después, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir".
COMENTARIO
a) Ella creyó que nadie la veía, pero Jesús sí se dio cuenta y llamó la atención de todos. Otros, más ricos, echaban donativos mayores en el cepillo del templo. Ella, que era una viuda pobre, echó los dos reales que tenía.
b) No importa la cantidad de lo que damos, sino el amor con que lo damos. A veces apreciamos más un regalo pequeño que nos hace una persona que uno más costoso que nos hacen otras, porque reconocemos la actitud con que se nos ha hecho.
La buena mujer dio poco, pero lo dio con humildad y amor. Y, además, dio todo lo que tenía, no lo que le sobraba. Mereció la alabanza de Jesús. Aunque no sepamos su nombre, su gesto está en el evangelio y ha sido conocido por todas las generaciones.
Y si no estuviera en el evangelio, Dios sí la conoce y aplaude su amor.
¿Qué damos nosotros: lo que nos sobra o lo que necesitamos? ¿Lo damos con sencillez o con ostentación, gratuitamente o pasando factura? ¿Ponemos, por ejemplo, nuestras cualidades y talentos a disposición de la comunidad, de la familia, de la sociedad, o nos reservamos por pereza o interés? No todos tienen grandes dones: pero es generoso el que da lo poco que tiene, no el que tiene mucho y da lo que le sobra.
Dios se nos ha dado totalmente: nos ha enviado a su Hijo, que se ha entregado por todos, y que se nos sigue ofreciendo como alimento en la Eucaristía. ¿Podremos reservarnos nosotros en la entrega a lo largo del día de hoy?
Al final de una jornada, al hacer durante unos momentos ese sabio examen de conciencia con que vamos ritmando nuestra vida, ¿podemos decir que hemos sido generosos, que hemos echado nuestros dos reales para el bien común? Más aún, ¿se puede decir que nos hemos dado a nosotros mismos? Teníamos dolor de cabeza, estábamos cansados, pero hemos seguido trabajando igual, y hasta hemos echado una mano para ayudar a otros. Nadie se ha dado cuenta ni nos han aplaudido. Pero Dios sí lo ha visto, y ha sonreído, y lo ha escrito en su evangelio.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 316-319
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Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 34ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Después, levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir".
COMENTARIO
a) Ella creyó que nadie la veía, pero Jesús sí se dio cuenta y llamó la atención de todos. Otros, más ricos, echaban donativos mayores en el cepillo del templo. Ella, que era una viuda pobre, echó los dos reales que tenía.
b) No importa la cantidad de lo que damos, sino el amor con que lo damos. A veces apreciamos más un regalo pequeño que nos hace una persona que uno más costoso que nos hacen otras, porque reconocemos la actitud con que se nos ha hecho.
La buena mujer dio poco, pero lo dio con humildad y amor. Y, además, dio todo lo que tenía, no lo que le sobraba. Mereció la alabanza de Jesús. Aunque no sepamos su nombre, su gesto está en el evangelio y ha sido conocido por todas las generaciones.
Y si no estuviera en el evangelio, Dios sí la conoce y aplaude su amor.
¿Qué damos nosotros: lo que nos sobra o lo que necesitamos? ¿Lo damos con sencillez o con ostentación, gratuitamente o pasando factura? ¿Ponemos, por ejemplo, nuestras cualidades y talentos a disposición de la comunidad, de la familia, de la sociedad, o nos reservamos por pereza o interés? No todos tienen grandes dones: pero es generoso el que da lo poco que tiene, no el que tiene mucho y da lo que le sobra.
Dios se nos ha dado totalmente: nos ha enviado a su Hijo, que se ha entregado por todos, y que se nos sigue ofreciendo como alimento en la Eucaristía. ¿Podremos reservarnos nosotros en la entrega a lo largo del día de hoy?
Al final de una jornada, al hacer durante unos momentos ese sabio examen de conciencia con que vamos ritmando nuestra vida, ¿podemos decir que hemos sido generosos, que hemos echado nuestros dos reales para el bien común? Más aún, ¿se puede decir que nos hemos dado a nosotros mismos? Teníamos dolor de cabeza, estábamos cansados, pero hemos seguido trabajando igual, y hasta hemos echado una mano para ayudar a otros. Nadie se ha dado cuenta ni nos han aplaudido. Pero Dios sí lo ha visto, y ha sonreído, y lo ha escrito en su evangelio.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 316-319
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domingo, 22 de noviembre de 2009
COMPROMETÁMONOS A EXTENDER EL REINADO DE CRISTO
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo, 34o. (último) del Tiempo Ordinario, en el que celebramos la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Dentro de ocho días comenzará el Tiempo de Adviento, para preparar la Navidad.
Dios los bendiga….
Evangelio según San Juan 18,33-37.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
COMENTARIO
Hace varios años en un pueblo de la Guajira, zona apartada y semidesértica del norte colombiano, un compañero jesuita en formación vivió una situación que todavía me causa escalofrío cuando la recuerdo.
Resulta que había varios jesuitas trabajando en la región y en una Semana Santa fuimos a colaborar en varios caseríos y pueblos de una de las parroquias que estaban a cargo de los jesuitas. Cada uno de los estudiantes de filosofía fuimos enviados a sitios distintos. Todos encontramos comunidades más o menos acogedoras y dispuestas a celebrar los días santos con más o menos entusiasmo. Sin embargo, en uno de los pueblos, la apatía se sentía en el ambiente y era fácil predecir que no habría mucha asistencia a las celebraciones, sobre todo porque no iban a contar con sacerdotes sino con seminaristas inexpertos que venían del interior del país… En lenguaje costeño, se trataba de cachacos…
En medio de este contexto, mi compañero se pasó los primeros días motivando a la población para la participación en las fiestas de la Semana Mayor. Aparentemente iría poca gente, pero él estaba seguro que algunos asistirían. Lo cierto fue que el Viernes santo, a las diez de la mañana, cuando se supone que comenzaba el Via Crucis, no llegó nadie. El día anterior había encargados para cada una de las catorce estaciones y los niños habían prometido que asistirían. Diez y media, y no llegaba nadie. Ni siquiera el sacristán apareció por ninguna parte... Ya desesperado, mi compañero decidió salir él solo, cargando con la cruz que habían preparado para que fuera llevada por grupos de una estación a otra. A las once y media de la mañana, cuando ya estaba saliendo con el alba puesta y la cruz a cuestas, llegó el sacristán completamente borracho, dispuesto a acompañar al padrecito en la procesión por todo el pueblo. En medio de un silencio canicular, como el sol que caía sobre las calles polvorientas de este pueblo perdido de nuestra geografía, mi compañero fue recorriendo todas y cada una de las estaciones del Via Crucis, escoltado por un borracho que apenas se sostenía en su vaivén embriagado...
Cuenta mi compañero que cuando pasaba por el frente de las tiendas o de las casas de familia donde estaban los pobladores esperando que fuera la hora del almuerzo, todos se quedaban mirándolo completamente absortos por el espectáculo tan ridículo que estaban presenciando. Creo que si García Márquez se enterara de esta historia, podría escribir una novela más de su colección de realismo mágico que no es superado sino por la realidad cotidiana de estos queridos pueblos de nuestra tierra.
Imagino a Jesús, fatigado y demacrado, después de una noche de torturas e interrogatorios, delante del Gobernador romano en todo su esplendor, discutiendo si él era el Rey de los judíos y si venía en nombre propio o en nombre de Dios a decir la verdad. Jesús tiene que dejarle claro a Pilato: “– Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Jesús sabe que es rey, pero su reinado consiste en decir la verdad: “Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan”.
Al celebrar esta Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos comprometemos con la verdad que él representa, aunque hagamos el ridículo, como mi compañero en aquel pueblo perdido de la Guajira colombiana.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo, 34o. (último) del Tiempo Ordinario, en el que celebramos la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Dentro de ocho días comenzará el Tiempo de Adviento, para preparar la Navidad.
Dios los bendiga….
Evangelio según San Juan 18,33-37.
Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".
COMENTARIO
Hace varios años en un pueblo de la Guajira, zona apartada y semidesértica del norte colombiano, un compañero jesuita en formación vivió una situación que todavía me causa escalofrío cuando la recuerdo.
Resulta que había varios jesuitas trabajando en la región y en una Semana Santa fuimos a colaborar en varios caseríos y pueblos de una de las parroquias que estaban a cargo de los jesuitas. Cada uno de los estudiantes de filosofía fuimos enviados a sitios distintos. Todos encontramos comunidades más o menos acogedoras y dispuestas a celebrar los días santos con más o menos entusiasmo. Sin embargo, en uno de los pueblos, la apatía se sentía en el ambiente y era fácil predecir que no habría mucha asistencia a las celebraciones, sobre todo porque no iban a contar con sacerdotes sino con seminaristas inexpertos que venían del interior del país… En lenguaje costeño, se trataba de cachacos…
En medio de este contexto, mi compañero se pasó los primeros días motivando a la población para la participación en las fiestas de la Semana Mayor. Aparentemente iría poca gente, pero él estaba seguro que algunos asistirían. Lo cierto fue que el Viernes santo, a las diez de la mañana, cuando se supone que comenzaba el Via Crucis, no llegó nadie. El día anterior había encargados para cada una de las catorce estaciones y los niños habían prometido que asistirían. Diez y media, y no llegaba nadie. Ni siquiera el sacristán apareció por ninguna parte... Ya desesperado, mi compañero decidió salir él solo, cargando con la cruz que habían preparado para que fuera llevada por grupos de una estación a otra. A las once y media de la mañana, cuando ya estaba saliendo con el alba puesta y la cruz a cuestas, llegó el sacristán completamente borracho, dispuesto a acompañar al padrecito en la procesión por todo el pueblo. En medio de un silencio canicular, como el sol que caía sobre las calles polvorientas de este pueblo perdido de nuestra geografía, mi compañero fue recorriendo todas y cada una de las estaciones del Via Crucis, escoltado por un borracho que apenas se sostenía en su vaivén embriagado...
Cuenta mi compañero que cuando pasaba por el frente de las tiendas o de las casas de familia donde estaban los pobladores esperando que fuera la hora del almuerzo, todos se quedaban mirándolo completamente absortos por el espectáculo tan ridículo que estaban presenciando. Creo que si García Márquez se enterara de esta historia, podría escribir una novela más de su colección de realismo mágico que no es superado sino por la realidad cotidiana de estos queridos pueblos de nuestra tierra.
Imagino a Jesús, fatigado y demacrado, después de una noche de torturas e interrogatorios, delante del Gobernador romano en todo su esplendor, discutiendo si él era el Rey de los judíos y si venía en nombre propio o en nombre de Dios a decir la verdad. Jesús tiene que dejarle claro a Pilato: “– Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí”. Jesús sabe que es rey, pero su reinado consiste en decir la verdad: “Y todos los que pertenecen a la verdad, me escuchan”.
Al celebrar esta Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, nos comprometemos con la verdad que él representa, aunque hagamos el ridículo, como mi compañero en aquel pueblo perdido de la Guajira colombiana.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
sábado, 21 de noviembre de 2009
¿NUESTRA SEGURIDAD SE BASA EN DIOS O EN EL MUNDO?
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario. Celebramos la presentación de la Santísima Virgen María, a quien pedimos su intercesión.
Dios los bendiga,
Evangelio según San Lucas 20,27-40.
Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le ijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
COMENTARIO
Lo que más preocupaba a los saduceos, que no creían en la resurrección, era la repartición de los bienes el día de la resurrección. Para ellos, el sentido de la vida futura se reducía a saber quién se quedaba con las propiedades y a quién le correspondían las ventajas conyugales. Para ellos la vida humana, no existe más allá de las implicaciones económicas y legales de la historia. Con estas preocupaciones en mente, se acercan a Jesús y le piden la opinión sobre un problema hipotético. Problema que sólo revelaba una mentalidad demasiado cristalizada y sin espacio para la novedad.
Jesús, antes de responderles con una frase lapidaria, como era su costumbre, les advierte que la resurrección es un asunto abierto al futuro y no sólo atado al presente. La vida que Dios da a los justos va más allá de el aseguramiento de una propiedad o una finca. La resurrección es una vida nueva, completamente transformada por Dios.
Por esto, Jesús, con la frase "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos", les cuestiona la falsedad de su fe. Pues, los saduceos, con esta manera de pensar, evidenciaban que su confianza no estaba puesta en Dios, sino en la seguridad que ofrecen las cosas de este mundo. Una herencia, una propiedad, un pedazo de tierra era todo lo que ocupaba la mentalidad de los que se oponían a la resurrección. Pero, con esta manera de pensar, ¿para qué la resurrección?.
Este episodio afirma, una vez más, de qué manera la mentalidad de la época estaba atada al dios Manmón, al dios del dinero, del prestigio y del poder, y qué lejos estaba de las tradiciones populares que realmente servían al Dios vivo.
Jesús es muy claro en sus aseveraciones y con ellas pone en evidencia el enfrentamiento entre dos proyectos totalmente opuestos: de un lado el Dios de la Vida con su proyecto solidario; de la otra, el dios del dinero, con su proyecto mercantil. Jesús, entonces, se prepara a dar la lucha definitiva por su Padre, por el Dios que le ha dado la vida a los seres humanos.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
www.mercaba.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario. Celebramos la presentación de la Santísima Virgen María, a quien pedimos su intercesión.
Dios los bendiga,
Evangelio según San Lucas 20,27-40.
Se le acercaron algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le ijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
COMENTARIO
Lo que más preocupaba a los saduceos, que no creían en la resurrección, era la repartición de los bienes el día de la resurrección. Para ellos, el sentido de la vida futura se reducía a saber quién se quedaba con las propiedades y a quién le correspondían las ventajas conyugales. Para ellos la vida humana, no existe más allá de las implicaciones económicas y legales de la historia. Con estas preocupaciones en mente, se acercan a Jesús y le piden la opinión sobre un problema hipotético. Problema que sólo revelaba una mentalidad demasiado cristalizada y sin espacio para la novedad.
Jesús, antes de responderles con una frase lapidaria, como era su costumbre, les advierte que la resurrección es un asunto abierto al futuro y no sólo atado al presente. La vida que Dios da a los justos va más allá de el aseguramiento de una propiedad o una finca. La resurrección es una vida nueva, completamente transformada por Dios.
Por esto, Jesús, con la frase "Dios no es Dios de muertos, sino de vivos", les cuestiona la falsedad de su fe. Pues, los saduceos, con esta manera de pensar, evidenciaban que su confianza no estaba puesta en Dios, sino en la seguridad que ofrecen las cosas de este mundo. Una herencia, una propiedad, un pedazo de tierra era todo lo que ocupaba la mentalidad de los que se oponían a la resurrección. Pero, con esta manera de pensar, ¿para qué la resurrección?.
Este episodio afirma, una vez más, de qué manera la mentalidad de la época estaba atada al dios Manmón, al dios del dinero, del prestigio y del poder, y qué lejos estaba de las tradiciones populares que realmente servían al Dios vivo.
Jesús es muy claro en sus aseveraciones y con ellas pone en evidencia el enfrentamiento entre dos proyectos totalmente opuestos: de un lado el Dios de la Vida con su proyecto solidario; de la otra, el dios del dinero, con su proyecto mercantil. Jesús, entonces, se prepara a dar la lucha definitiva por su Padre, por el Dios que le ha dado la vida a los seres humanos.
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viernes, 20 de noviembre de 2009
JESÚS NOS ENSEÑA EL VERDADERO CULTO
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,45-48.
Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
COMENTARIO
Si le abres tu corazón a Dios, para que Él habite en ti como en un templo, Él, como un buen huésped, se encargará de purificar tu vida de todo pecado.
La salvación no procede de la buena voluntad del hombre, por muy firme que ésta sea. Sólo Dios salva. A nosotros sólo corresponde abrir la puerta para que Él entre, de tal forma que no pase de largo junto a nosotros y se aleje. Él nos dice: Yo estoy a la puerta y llamo; si alguien me abre, yo entraré y cenaré con Él; Él se quedará con nosotros, mientras no tomemos la decisión de echarlo fuera y cerrarle la puerta.
Reconozcámonos pecadores ante Dios. No queramos sólo con meditación, tal vez hecha con métodos orientales, llegar a dominar nuestras pasiones. No es sólo la tranquilidad mental lo que buscamos, sino la salvación; y ésta sólo nos la ha dado Dios por medio de su Hijo, que se hizo uno de nosotros. No tenemos otro camino que nos conduzca al Padre. Jesús, si habita en nosotros, todos los días nos enseñará el Camino que hemos de seguir; ojalá y lo escuchemos y nos dejemos conducir por Él, fortalecidos por la presencia de su Espíritu Santo en nosotros.
(…) Ante Cristo reconocemos que no hemos caminado como fieles discípulos suyos. Sin embargo Él está dispuesto a purificarnos de todo pecado, pues para eso Él vino al mundo. Si realmente creemos en Él; si hoy hemos acudido a su llamado, guiados no por la costumbre sino por la fe, dejémonos transformar por Él en criaturas nuevas, a pesar de que tengamos que renunciar a nosotros mismos.
Dios quiere hacer su obra de salvación en nosotros para enviarnos, como testigos suyos, a proclamar su Nombre y a continuar construyendo su Reino en el mundo; ojalá y le permitamos transformar nuestra vida en un templo digno, para que Él habite en nosotros y, desde nosotros, haga llegar su salvación a todos los pueblos.
Dedicados al Señor; hechos hijos de Dios; convertidos en testigos de su amor en el mundo. Esta vocación que tiene la Iglesia de Cristo no puede llegar a su feliz cumplimiento sólo realizando algunas acciones de culto y pasando de largo ante el pecado, ante la miseria, ante la pobreza que hay en el mundo.
La Iglesia no es una comunidad burocrática, sino una comunidad misionera, a imagen de su Fundador, Cristo Jesús, Enviado del Padre para ir al encuentro de las ovejas descarriadas, que se perdieron y alejaron de la casa paterna en un día de tinieblas y nubarrones. No podemos lamentarnos de los males e injusticias que aquejan a muchos sectores de la sociedad. Si queremos purificar al mundo de todos sus males, si queremos que todos queden consagrados por la Verdad y el Amor y que, como consecuencia haya más paz en el mundo, vivamos como auténticos testigos del Evangelio, no generando más maldad en el mundo, sino un poco más de amor fraterno, de justicia social y de preocupación efectiva por remediar la pobreza en el mundo.
Vivamos no como promotores sociales, sino como testigos del Evangelio en el mundo, con la mirada puesta en Cristo y con los pies en la tierra para ofrecerle un nuevo camino al orden de las cosas de todos los hombres.
www.homiliacatolica.com
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,45-48.
Y al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones". Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
COMENTARIO
Si le abres tu corazón a Dios, para que Él habite en ti como en un templo, Él, como un buen huésped, se encargará de purificar tu vida de todo pecado.
La salvación no procede de la buena voluntad del hombre, por muy firme que ésta sea. Sólo Dios salva. A nosotros sólo corresponde abrir la puerta para que Él entre, de tal forma que no pase de largo junto a nosotros y se aleje. Él nos dice: Yo estoy a la puerta y llamo; si alguien me abre, yo entraré y cenaré con Él; Él se quedará con nosotros, mientras no tomemos la decisión de echarlo fuera y cerrarle la puerta.
Reconozcámonos pecadores ante Dios. No queramos sólo con meditación, tal vez hecha con métodos orientales, llegar a dominar nuestras pasiones. No es sólo la tranquilidad mental lo que buscamos, sino la salvación; y ésta sólo nos la ha dado Dios por medio de su Hijo, que se hizo uno de nosotros. No tenemos otro camino que nos conduzca al Padre. Jesús, si habita en nosotros, todos los días nos enseñará el Camino que hemos de seguir; ojalá y lo escuchemos y nos dejemos conducir por Él, fortalecidos por la presencia de su Espíritu Santo en nosotros.
(…) Ante Cristo reconocemos que no hemos caminado como fieles discípulos suyos. Sin embargo Él está dispuesto a purificarnos de todo pecado, pues para eso Él vino al mundo. Si realmente creemos en Él; si hoy hemos acudido a su llamado, guiados no por la costumbre sino por la fe, dejémonos transformar por Él en criaturas nuevas, a pesar de que tengamos que renunciar a nosotros mismos.
Dios quiere hacer su obra de salvación en nosotros para enviarnos, como testigos suyos, a proclamar su Nombre y a continuar construyendo su Reino en el mundo; ojalá y le permitamos transformar nuestra vida en un templo digno, para que Él habite en nosotros y, desde nosotros, haga llegar su salvación a todos los pueblos.
Dedicados al Señor; hechos hijos de Dios; convertidos en testigos de su amor en el mundo. Esta vocación que tiene la Iglesia de Cristo no puede llegar a su feliz cumplimiento sólo realizando algunas acciones de culto y pasando de largo ante el pecado, ante la miseria, ante la pobreza que hay en el mundo.
La Iglesia no es una comunidad burocrática, sino una comunidad misionera, a imagen de su Fundador, Cristo Jesús, Enviado del Padre para ir al encuentro de las ovejas descarriadas, que se perdieron y alejaron de la casa paterna en un día de tinieblas y nubarrones. No podemos lamentarnos de los males e injusticias que aquejan a muchos sectores de la sociedad. Si queremos purificar al mundo de todos sus males, si queremos que todos queden consagrados por la Verdad y el Amor y que, como consecuencia haya más paz en el mundo, vivamos como auténticos testigos del Evangelio, no generando más maldad en el mundo, sino un poco más de amor fraterno, de justicia social y de preocupación efectiva por remediar la pobreza en el mundo.
Vivamos no como promotores sociales, sino como testigos del Evangelio en el mundo, con la mirada puesta en Cristo y con los pies en la tierra para ofrecerle un nuevo camino al orden de las cosas de todos los hombres.
www.homiliacatolica.com
jueves, 19 de noviembre de 2009
UNA CIUDAD QUE NO RECONOCÍA A DIOS
¡Amor y paz!
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,41-44.
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".
COMENTARIO
La palabra profética de condena toca toda realidad que se ha cerrado al mensaje de Dios. La condena de Jerusalén, como la condena de las ciudades del lago, más que un anuncio es la constatación de que toda sociedad construida al margen de la Palabra de Dios y que rechaza a sus enviados ya está en vías de su destrucción.
El ofrecimiento de la paz, suma de todos los bienes para realizar la propia existencia en dignidad puede ser libremente aceptada o libremente rechazada. Pero de su aceptación o rechazo depende la posibilidad o no de la vida en plenitud.
Esta vida está ligada siempre a las visitas de Dios. Repetidas veces en el curso de la historia ese Dios se ha acercado a la ciudad, a sus dirigentes y a su pueblo. Repetidas veces también aquellos han arrastrado al pueblo en su rebelión contra Dios.
Pero en la última visita, en la persona de Jesús, la culpabilidad ha llegado hasta límites intolerables. El rey investido de todo poder en un lugar lejano no es aceptado en la ciudad capital y como al final de la parábola de las monedas su sentencia no puede ser otra que "en cuanto a mis enemigos que no me quisieron como rey, tráiganlos para acá y mátenlos en mi presencia" (Lc 19,27).
Leyendo años después la palabra profética de condena a la luz de los acontecimientos sucedidos en el año 70, Lucas nos invita a una visión profética capaz de descubrir el sentido de cada hecho histórico desde la perspectiva del juicio divino.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
www.mercaba.org
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,41-44.
Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".
COMENTARIO
La palabra profética de condena toca toda realidad que se ha cerrado al mensaje de Dios. La condena de Jerusalén, como la condena de las ciudades del lago, más que un anuncio es la constatación de que toda sociedad construida al margen de la Palabra de Dios y que rechaza a sus enviados ya está en vías de su destrucción.
El ofrecimiento de la paz, suma de todos los bienes para realizar la propia existencia en dignidad puede ser libremente aceptada o libremente rechazada. Pero de su aceptación o rechazo depende la posibilidad o no de la vida en plenitud.
Esta vida está ligada siempre a las visitas de Dios. Repetidas veces en el curso de la historia ese Dios se ha acercado a la ciudad, a sus dirigentes y a su pueblo. Repetidas veces también aquellos han arrastrado al pueblo en su rebelión contra Dios.
Pero en la última visita, en la persona de Jesús, la culpabilidad ha llegado hasta límites intolerables. El rey investido de todo poder en un lugar lejano no es aceptado en la ciudad capital y como al final de la parábola de las monedas su sentencia no puede ser otra que "en cuanto a mis enemigos que no me quisieron como rey, tráiganlos para acá y mátenlos en mi presencia" (Lc 19,27).
Leyendo años después la palabra profética de condena a la luz de los acontecimientos sucedidos en el año 70, Lucas nos invita a una visión profética capaz de descubrir el sentido de cada hecho histórico desde la perspectiva del juicio divino.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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miércoles, 18 de noviembre de 2009
DEBEMOS HACER RENDIR LOS DONES QUE NOS DA DIOS
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
COMENTARIO
Los que caminan con Jesús van haciendo cuentas de lo que ocurrirá en Jerusalén cuando el profeta llegue y derribe el poder establecido para imponer un nuevo gobierno. Pero, Jesús no tiene la misma idea, por eso les propone una comparación.
La comparación de las diez monedas contradice las ideas que sus seguidores tenían respecto al Mesías. Ellos esperaban un gobernante poderoso e invencible que desafiara al sanedrín y expulsara a los romanos. La parábola, sin embargo, nos habla de un rey rechazado por su pueblo que se marcha a otro país. Al momento de irse, encarga su fortuna a diez empleados. Cuando regresa los llama para que le den cuentas. Se presentan tres empleados con actitudes diferentes: el primero ha sabido aprovechar los recursos y los ha multiplicado; el segundo con esfuerzo ha quintuplicado el valor original; pero el último, se presenta a desafiar la autoridad del rey con una actitud negligente y despectiva. Este empleado estima en poco la confianza que en él ha depositado el rey y fanfarronea con los defectos del gobernante. La respuesta del rey no se hace esperar: el negligente perderá todo, en cambio, el diligente incrementará el patrimonio.
Esta parábola se aplica a los seguidores de Jesús. El Maestro ha confiado a su Iglesia unos ministerios, unos dones. Algunos los hacen fructificar en servicios, solidaridad y fortalecimiento de las organizaciones eclesiales. Otros, sólo esperan que su ministerio les sirva como un simple título de prestigio. Al final, todos son llamados a rendir cuentas. Los que hicieron del ministerio un camino para hacer crecer el Reino y para producir frutos de solidaridad verán el fruto de sus buenas obras. Los que fueron negligentes con su ministerio y lo sepultaron bajo toneladas de pereza y apatía, verán cómo su nombre desaparece de entre la comunidad.
La parábola nos dice que no podemos esperar únicamente un Mesías de gloria, que dé nombre y lustre a sus seguidores. Debemos esperar a un Maestro preocupado de que sus discípulos crezcan y produzcan los frutos del Reino: servicio, solidaridad y Justicia.
Servicio Bíblico Latinoamercano
www.mercaba.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 19,11-28.
Como la gente seguía escuchando, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro. El les dijo: "Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: 'Háganlas producir hasta que yo vuelva'. Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: 'No queremos que este sea nuestro rey'. Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más'. 'Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades'. Llegó el segundo y le dijo: 'Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más'. A él también le dijo: 'Tú estarás al frente de cinco ciudades'. Llegó el otro y le dijo: 'Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado'. El le respondió: 'Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses'. Y dijo a los que estaban allí: 'Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más'. '¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!'. Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia". Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
COMENTARIO
Los que caminan con Jesús van haciendo cuentas de lo que ocurrirá en Jerusalén cuando el profeta llegue y derribe el poder establecido para imponer un nuevo gobierno. Pero, Jesús no tiene la misma idea, por eso les propone una comparación.
La comparación de las diez monedas contradice las ideas que sus seguidores tenían respecto al Mesías. Ellos esperaban un gobernante poderoso e invencible que desafiara al sanedrín y expulsara a los romanos. La parábola, sin embargo, nos habla de un rey rechazado por su pueblo que se marcha a otro país. Al momento de irse, encarga su fortuna a diez empleados. Cuando regresa los llama para que le den cuentas. Se presentan tres empleados con actitudes diferentes: el primero ha sabido aprovechar los recursos y los ha multiplicado; el segundo con esfuerzo ha quintuplicado el valor original; pero el último, se presenta a desafiar la autoridad del rey con una actitud negligente y despectiva. Este empleado estima en poco la confianza que en él ha depositado el rey y fanfarronea con los defectos del gobernante. La respuesta del rey no se hace esperar: el negligente perderá todo, en cambio, el diligente incrementará el patrimonio.
Esta parábola se aplica a los seguidores de Jesús. El Maestro ha confiado a su Iglesia unos ministerios, unos dones. Algunos los hacen fructificar en servicios, solidaridad y fortalecimiento de las organizaciones eclesiales. Otros, sólo esperan que su ministerio les sirva como un simple título de prestigio. Al final, todos son llamados a rendir cuentas. Los que hicieron del ministerio un camino para hacer crecer el Reino y para producir frutos de solidaridad verán el fruto de sus buenas obras. Los que fueron negligentes con su ministerio y lo sepultaron bajo toneladas de pereza y apatía, verán cómo su nombre desaparece de entre la comunidad.
La parábola nos dice que no podemos esperar únicamente un Mesías de gloria, que dé nombre y lustre a sus seguidores. Debemos esperar a un Maestro preocupado de que sus discípulos crezcan y produzcan los frutos del Reino: servicio, solidaridad y Justicia.
Servicio Bíblico Latinoamercano
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martes, 17 de noviembre de 2009
JESÚS VINO A RESCATAR A QUIENES ESTABAN PERDIDOS
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 33a. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
COMENTARIO
a) Lucas es el único evangelista que nos cuenta la famosa escena de la conversión de Zaqueo. Es, en verdad, el evangelista de la misericordia y del perdón.
Como publicano -recaudador de impuestos, y además para la potencia ocupante, los romanos-, Zaqueo era despreciado y sus negocios debieron ser un tanto dudosos ("si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más"). Pero Jesús, con elegancia, se hace invitar a su casa y consigue lo que quería, lo que había venido a hacer a este mundo: "hoy ha sido la salvación de esta casa, porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Los demás excomulgan a Zaqueo. Jesús va a comer con él.
La de cosas que sucedieron en aquella sobremesa. Si ayer Jesús devolvió la vista a un ciego, hoy devuelve la paz a una persona de vida complicada.
b) ¿Cómo actuamos nosotros en casos semejantes? ¿Como Jesús, que no tiene inconveniente en ir a comer a casa de Zaqueo, o como los fariseos, que murmuraban porque "ha entrado en casa de un pecador"?
Deberíamos ser capaces de conceder un margen de confianza a todos, como hacía Jesús. Deberíamos hacer fácil la rehabilitación de las personas que han tenido momentos malos en su vida, sabiendo descubrir que, por debajo de una posible mala fama, tienen muchas veces valores interesantes. Pueden ser "pequeños de estatura", como Zaqueo, pero en su interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de "ver a Jesús", y pueden llegar a ser auténticos "hijos de Abrahán".
¿Nos alegramos del acercamiento de los alejados? ¿Tenemos corazón de buen pastor, que celebra la vuelta de la oveja o del hijo pródigo? ¿O nos encastillamos en la justicia, como el hermano mayor o como los fariseos, intransigentes ante las faltas de los demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino "a buscar y a salvar lo que estaba perdido", ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie?
"Hoy voy a comer en tu casa". "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Cada vez que celebramos la Eucaristía, que es algo más que recibir la visita del Señor, debería notarse que ha entrado la alegría en nuestra vida y que cambia nuestra actitud con los demás.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 295-298
www.mercaba.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 33a. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".
COMENTARIO
a) Lucas es el único evangelista que nos cuenta la famosa escena de la conversión de Zaqueo. Es, en verdad, el evangelista de la misericordia y del perdón.
Como publicano -recaudador de impuestos, y además para la potencia ocupante, los romanos-, Zaqueo era despreciado y sus negocios debieron ser un tanto dudosos ("si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más"). Pero Jesús, con elegancia, se hace invitar a su casa y consigue lo que quería, lo que había venido a hacer a este mundo: "hoy ha sido la salvación de esta casa, porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Los demás excomulgan a Zaqueo. Jesús va a comer con él.
La de cosas que sucedieron en aquella sobremesa. Si ayer Jesús devolvió la vista a un ciego, hoy devuelve la paz a una persona de vida complicada.
b) ¿Cómo actuamos nosotros en casos semejantes? ¿Como Jesús, que no tiene inconveniente en ir a comer a casa de Zaqueo, o como los fariseos, que murmuraban porque "ha entrado en casa de un pecador"?
Deberíamos ser capaces de conceder un margen de confianza a todos, como hacía Jesús. Deberíamos hacer fácil la rehabilitación de las personas que han tenido momentos malos en su vida, sabiendo descubrir que, por debajo de una posible mala fama, tienen muchas veces valores interesantes. Pueden ser "pequeños de estatura", como Zaqueo, pero en su interior -¡quién lo diría!- hay el deseo de "ver a Jesús", y pueden llegar a ser auténticos "hijos de Abrahán".
¿Nos alegramos del acercamiento de los alejados? ¿Tenemos corazón de buen pastor, que celebra la vuelta de la oveja o del hijo pródigo? ¿O nos encastillamos en la justicia, como el hermano mayor o como los fariseos, intransigentes ante las faltas de los demás? Si Jesús, nuestro Maestro, vino "a buscar y a salvar lo que estaba perdido", ¿quiénes somos nosotros para desesperar de nadie?
"Hoy voy a comer en tu casa". "Hoy ha sido la salvación de esta casa". Cada vez que celebramos la Eucaristía, que es algo más que recibir la visita del Señor, debería notarse que ha entrado la alegría en nuestra vida y que cambia nuestra actitud con los demás.
J. ALDAZABAL
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Barcelona 1997. Págs. 295-298
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lunes, 16 de noviembre de 2009
AYUDEMOS A OTROS A SALIR DE SU CEGUERA ESPIRITUAL
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
(Ofrezco disculpas por no haber podido subir más temprano esta información)
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
COMENTARIO
La curación del ciego está contada por Lucas con detalles muy expresivos.Alguien explica al ciego que el que está pasando es Jesús. Él grita una y otra vez su oración: "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí". La gente se enfada por esos gritos, pero Jesús "se paró y mandó que se lo trajeran". La gente no le quiere ayudar, pero Jesús sí. El diálogo es breve: "Señor, que vea otra vez", "recobra tu vista, tu fe te ha curado". Y el buen hombre le sigue lleno de alegría, glorificando a Dios.
b) Nosotros no podemos devolver la vista corporal a los ciegos. Pero en esta escena podemos vernos reflejados de varias maneras.
Ante todo, porque también nosotros recobramos la luz cuando nos acercamos a Jesús.
El que le sigue no anda en tinieblas. Y nunca agradeceremos bastante la luz que Dios nos ha regalado en Cristo Jesús. Con su Palabra, que escuchamos tan a menudo, él nos enseña sus caminos e ilumina nuestros ojos para que no tropecemos. ¿O tal vez estamos en un período malo de nuestra vida en que nos sale espontánea la oración: "Señor, que vea otra vez"?
También podemos preguntarnos qué hacemos para que otros recobren la vista: ¿somos de los que ayudan a que alguien se entere de que está pasando Jesús? ¿o más bien de los que no quieren oír los gritos de los que buscan luz y ayuda? Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos que imitarle en su actitud de atención a los ciegos que hay al borde del camino? ¿sabemos pararnos y ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver? ¿o sólo nos interesamos por los sanos y los simpáticos y los que no molestan?
Esos "ciegos" que buscan y no encuentran tal vez estén más cerca de lo que pensamos: pueden ser jóvenes desorientados, hijos o hermanos con problemas, amigos que empiezan a ir por malos caminos. ¿Les ayudamos? ¿les llevamos hacia Jesús, que es la Luz del mundo?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 290-294
www.mercaba.org
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 33ª. semana del Tiempo Ordinario.
(Ofrezco disculpas por no haber podido subir más temprano esta información)
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 18,35-43.
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
COMENTARIO
La curación del ciego está contada por Lucas con detalles muy expresivos.Alguien explica al ciego que el que está pasando es Jesús. Él grita una y otra vez su oración: "Jesús, hijo de David, ten compasión de mí". La gente se enfada por esos gritos, pero Jesús "se paró y mandó que se lo trajeran". La gente no le quiere ayudar, pero Jesús sí. El diálogo es breve: "Señor, que vea otra vez", "recobra tu vista, tu fe te ha curado". Y el buen hombre le sigue lleno de alegría, glorificando a Dios.
b) Nosotros no podemos devolver la vista corporal a los ciegos. Pero en esta escena podemos vernos reflejados de varias maneras.
Ante todo, porque también nosotros recobramos la luz cuando nos acercamos a Jesús.
El que le sigue no anda en tinieblas. Y nunca agradeceremos bastante la luz que Dios nos ha regalado en Cristo Jesús. Con su Palabra, que escuchamos tan a menudo, él nos enseña sus caminos e ilumina nuestros ojos para que no tropecemos. ¿O tal vez estamos en un período malo de nuestra vida en que nos sale espontánea la oración: "Señor, que vea otra vez"?
También podemos preguntarnos qué hacemos para que otros recobren la vista: ¿somos de los que ayudan a que alguien se entere de que está pasando Jesús? ¿o más bien de los que no quieren oír los gritos de los que buscan luz y ayuda? Si somos seguidores de Jesús, ¿no tendríamos que imitarle en su actitud de atención a los ciegos que hay al borde del camino? ¿sabemos pararnos y ayudar al que está en búsqueda, al que quiere ver? ¿o sólo nos interesamos por los sanos y los simpáticos y los que no molestan?
Esos "ciegos" que buscan y no encuentran tal vez estén más cerca de lo que pensamos: pueden ser jóvenes desorientados, hijos o hermanos con problemas, amigos que empiezan a ir por malos caminos. ¿Les ayudamos? ¿les llevamos hacia Jesús, que es la Luz del mundo?
J. ALDAZABAL
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domingo, 15 de noviembre de 2009
LA ESPERA CRISTIANA ES ALEGRE Y CONFIADA
¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo 33º. del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Marcos 13, 24-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasado el sufrimiento de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria; él enviará entonces a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo. Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Pues lo mismo ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre».
Reflexión
Nos encontramos ya en el penúltimo domingo del tiempo ordinario. Y, como todos los años, el Evangelio de este día nos habla de las realidades escatológicas y de las señales apocalípticas que acompañarán el fin de los tiempos, cuando llegue el momento de la “segunda venida” del Mesías.
El fin del mundo ha sido una preocupación del hombre en todas las épocas. Tal vez por su curiosidad natural o por su temor ante un futuro desconocido, siempre se ha interesado en estos temas. Y esta conciencia colectiva se ha agudizado sobre todo en ciertos períodos críticos de la historia. Así, por ejemplo, en las primeras décadas de la Iglesia, cuando todavía estaban frescas en la mente y en el corazón de los cristianos las enseñanzas de Cristo sobre el juicio final, se creía próxima la “parusía”.
También, en el cambio del primer milenio, en el año 1000, se dio una “crisis” universal ante el temor del fin del mundo. Pero eso no sólo sucedió en el medioevo. En pleno siglo XX, a pesar de los progresos tecnológicos y los avances de la ciencia, se dieron muchos movimientos en esta dirección. Incluso hasta surgieron varias sectas –como los testigos de Jehová, lo adventistas del séptimo día, los secuaces de la así llamada “iglesia universal de Dios” y otras más— para quienes la idea del fin del mundo es parte fundamental de su credo.
Por supuesto que nuestro Señor profetizó el fin del mundo. Y el Evangelio de hoy es una prueba clarísima de ello: “Después de una gran tribulación –nos dice Jesús— el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas del cielo se caerán y los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”. Todo esto es muy cierto. Y nuestro Señor no nos habló de ello sólo para aterrorizarnos, como si estuviera narrando un cuento de miedo a unos niños.
Sin embargo, también tenemos que interpretar correctamente estas palabras del Señor. La Biblia razona con categorías relativas e históricas, más que absolutas y metafísicas. El lenguaje oriental –y, por tanto, también el bíblico y el usado por Jesús en su predicación— no siempre se ha de entender en un sentido literal y absoluto, sobre todo en los temas apocalípticos. Por este mismo motivo, mucha gente no entiende las expresiones del Apocalipsis del apóstol san Juan e interpreta erróneamente muchos de sus pasajes.
Pero, volviendo al Evangelio, cuando Cristo habla del fin del mundo, no sólo se refiere al fin de los tiempos en absoluto, sino también al fin de “SU” mundo, al término de una época o a la vida de los oyentes. Por eso, nosotros, más que inquietarnos por “el” fin del mundo, tendríamos que preocuparnos de “nuestro” propio fin. Y las palabras que vienen a continuación: “Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo esto suceda” se cumplieron perfectamente.
En efecto, el año 70 d.C. las legiones romanas, al mando del emperador Tito, sitiaban Jerusalén y prendían fuego a la ciudad, “sin dejar piedra sobre piedra”. ¡Les llegó “su” fin del mundo, tal como Cristo lo había anunciado! Y podemos hablar, en términos análogos, del saqueo de Roma por los vándalos en el año 410; de la caída del Imperio romano en el 476; o de la caída de Constantinopla en el 1453. O, en épocas más recientes, el derrocamiento de las monarquías europeas durante la revolución francesa, la revolución bolchevique del 1917 y la caída del imperio zarista; las dos grandes guerras mundiales, la explosión del comunismo y su difusión por muchas partes del planeta, y todas esas formas de totalitarismo que azotaron al mundo –el nazismo, el fascismo, el marxismo, etc.— hasta llegar al derrumbamiento definitivo de esas mismas ideologías con la caída del muro de Berlín en 1989… Todos estos trágicos eventos han sido, en cierto modo, otras formas de “fin del mundo”.
Pero, más que detenernos en la profecía escatológica de Cristo –por lo demás, totalmente desconocida para nosotros, como nos lo dice Él mismo: “El día y la hora nadie la sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”— concentrémonos en el presente: en la necesidad de velar y de estar preparados para la venida de Cristo. Es decir, en la necesidad de vivir en gracia y de llevar una vida cristiana digna y santa.
Más aún, pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en el cielo, viviendo llenos de alegría, de optimismo y de esperanza: “Aprended de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”. ¡Cristo está para llegar! Entonces, ¡qué dicha debe invadir nuestra alma! Está comenzando la primavera. Y el Señor nos invita hoy a descubrir esos signos de los tiempos, que nos descubren un nuevo amanecer. No se está acabando el mundo. En realidad, está naciendo uno nuevo; ¡está llegando otra primavera del espíritu!
¿Qué signos de esperanza descubres tú, amigo, en la Iglesia y el mundo de hoy? Medita en esta pregunta, contempla la higuera, y encontrarás muchísimos brotes de vida.
Autor: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo 33º. del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga..
Marcos 13, 24-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pasado el sufrimiento de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna no dará resplandor; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre entre nubes con gran poder y gloria; él enviará entonces a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra al extremo del cielo. Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que el verano está cerca. Pues lo mismo ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Hijo del hombre ya está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación sin que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día aquel y a la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre».
Reflexión
Nos encontramos ya en el penúltimo domingo del tiempo ordinario. Y, como todos los años, el Evangelio de este día nos habla de las realidades escatológicas y de las señales apocalípticas que acompañarán el fin de los tiempos, cuando llegue el momento de la “segunda venida” del Mesías.
El fin del mundo ha sido una preocupación del hombre en todas las épocas. Tal vez por su curiosidad natural o por su temor ante un futuro desconocido, siempre se ha interesado en estos temas. Y esta conciencia colectiva se ha agudizado sobre todo en ciertos períodos críticos de la historia. Así, por ejemplo, en las primeras décadas de la Iglesia, cuando todavía estaban frescas en la mente y en el corazón de los cristianos las enseñanzas de Cristo sobre el juicio final, se creía próxima la “parusía”.
También, en el cambio del primer milenio, en el año 1000, se dio una “crisis” universal ante el temor del fin del mundo. Pero eso no sólo sucedió en el medioevo. En pleno siglo XX, a pesar de los progresos tecnológicos y los avances de la ciencia, se dieron muchos movimientos en esta dirección. Incluso hasta surgieron varias sectas –como los testigos de Jehová, lo adventistas del séptimo día, los secuaces de la así llamada “iglesia universal de Dios” y otras más— para quienes la idea del fin del mundo es parte fundamental de su credo.
Por supuesto que nuestro Señor profetizó el fin del mundo. Y el Evangelio de hoy es una prueba clarísima de ello: “Después de una gran tribulación –nos dice Jesús— el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas del cielo se caerán y los ejércitos celestes temblarán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”. Todo esto es muy cierto. Y nuestro Señor no nos habló de ello sólo para aterrorizarnos, como si estuviera narrando un cuento de miedo a unos niños.
Sin embargo, también tenemos que interpretar correctamente estas palabras del Señor. La Biblia razona con categorías relativas e históricas, más que absolutas y metafísicas. El lenguaje oriental –y, por tanto, también el bíblico y el usado por Jesús en su predicación— no siempre se ha de entender en un sentido literal y absoluto, sobre todo en los temas apocalípticos. Por este mismo motivo, mucha gente no entiende las expresiones del Apocalipsis del apóstol san Juan e interpreta erróneamente muchos de sus pasajes.
Pero, volviendo al Evangelio, cuando Cristo habla del fin del mundo, no sólo se refiere al fin de los tiempos en absoluto, sino también al fin de “SU” mundo, al término de una época o a la vida de los oyentes. Por eso, nosotros, más que inquietarnos por “el” fin del mundo, tendríamos que preocuparnos de “nuestro” propio fin. Y las palabras que vienen a continuación: “Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo esto suceda” se cumplieron perfectamente.
En efecto, el año 70 d.C. las legiones romanas, al mando del emperador Tito, sitiaban Jerusalén y prendían fuego a la ciudad, “sin dejar piedra sobre piedra”. ¡Les llegó “su” fin del mundo, tal como Cristo lo había anunciado! Y podemos hablar, en términos análogos, del saqueo de Roma por los vándalos en el año 410; de la caída del Imperio romano en el 476; o de la caída de Constantinopla en el 1453. O, en épocas más recientes, el derrocamiento de las monarquías europeas durante la revolución francesa, la revolución bolchevique del 1917 y la caída del imperio zarista; las dos grandes guerras mundiales, la explosión del comunismo y su difusión por muchas partes del planeta, y todas esas formas de totalitarismo que azotaron al mundo –el nazismo, el fascismo, el marxismo, etc.— hasta llegar al derrumbamiento definitivo de esas mismas ideologías con la caída del muro de Berlín en 1989… Todos estos trágicos eventos han sido, en cierto modo, otras formas de “fin del mundo”.
Pero, más que detenernos en la profecía escatológica de Cristo –por lo demás, totalmente desconocida para nosotros, como nos lo dice Él mismo: “El día y la hora nadie la sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre”— concentrémonos en el presente: en la necesidad de velar y de estar preparados para la venida de Cristo. Es decir, en la necesidad de vivir en gracia y de llevar una vida cristiana digna y santa.
Más aún, pongamos nuestra mirada y nuestro corazón en el cielo, viviendo llenos de alegría, de optimismo y de esperanza: “Aprended de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca; pues cuando veáis suceder todo esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”. ¡Cristo está para llegar! Entonces, ¡qué dicha debe invadir nuestra alma! Está comenzando la primavera. Y el Señor nos invita hoy a descubrir esos signos de los tiempos, que nos descubren un nuevo amanecer. No se está acabando el mundo. En realidad, está naciendo uno nuevo; ¡está llegando otra primavera del espíritu!
¿Qué signos de esperanza descubres tú, amigo, en la Iglesia y el mundo de hoy? Medita en esta pregunta, contempla la higuera, y encontrarás muchísimos brotes de vida.
Autor: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net
sábado, 14 de noviembre de 2009
JESÚS NOS PIDE ORAR CON FE, SIN DESFALLECER
¡Amor y paz!
En el Evangelio se nos hablaba ayer acerca del fin y las imágenes señalaban fuego, agua y hasta buitres que se precipitan sobre su presa. Eso nos puede generar angustia. Entonces, hoy Jesús nos convoca a orar con confianza y persistencia.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy sábado de la 32a. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
COMENTARIO
Jesús se vale de una situación bien conocida para ilustrar la verdadera actitud en la oración. El relato nos narra la historia, bastante conocida en la época, de la viuda indefensa que acude al juez con tanta insistencia que logra un fallo favorable. La tenacidad y la constancia de la mujer estuvieron por encima de la mala conciencia del juez.
Las viudas, en su condición de mujeres desprovistas de la protección del marido, eran generalmente objeto de explotación y marginación. Junto con los huérfanos, los extranjeros y los enfermos pertenecían a los grupos excluidos de la sociedad. Su única alternativa era conseguir un defensor de sus derechos. Este defensor era llamado «Goel» y representaba el camino hacia una vida digna.
Jesús toma este ejemplo y lo aplica a la oración. En la oración nos sentimos como la viuda: carentes de toda protección y a merced de la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios no es un juez sordo o injusto. Dios se nos muestra como un Padre misericordioso, resuelto a escuchar a su hijos cuando éstos realmente están convencidos de su causa. Esta situación nos remite inmediatamente a la situación del suplicante, de la persona que eleva su clamor a Dios. Si esta persona carece de convicción, de la fe necesaria, de poco le sirve la oración. Pues, la oración es un agradecimiento por los bienes recibidos. Y si la persona, no considera anticipadamente que lo que pide ya lo ha recibido, se dirige a un Juez sordo, que no atiende su clamor.
Fe y constancia, confianza y tenacidad, son las dos llaves que nos abren la posibilidad de un diálogo sincero con Dios y con los hermanos. Si en nuestra acción procedemos estratégicamente, o simplemente nos dirigirnos a Dios para calmar nuestros caprichos y necedades, seguramente perderemos el tiempo y la paciencia. Dios escucha el clamor de los marginados, de los oprimidos, de los justos. Si nosotros clamamos en estas condiciones hemos de tener la certeza de ser escuchados.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
www.mercaba.org
En el Evangelio se nos hablaba ayer acerca del fin y las imágenes señalaban fuego, agua y hasta buitres que se precipitan sobre su presa. Eso nos puede generar angustia. Entonces, hoy Jesús nos convoca a orar con confianza y persistencia.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, hoy sábado de la 32a. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
COMENTARIO
Jesús se vale de una situación bien conocida para ilustrar la verdadera actitud en la oración. El relato nos narra la historia, bastante conocida en la época, de la viuda indefensa que acude al juez con tanta insistencia que logra un fallo favorable. La tenacidad y la constancia de la mujer estuvieron por encima de la mala conciencia del juez.
Las viudas, en su condición de mujeres desprovistas de la protección del marido, eran generalmente objeto de explotación y marginación. Junto con los huérfanos, los extranjeros y los enfermos pertenecían a los grupos excluidos de la sociedad. Su única alternativa era conseguir un defensor de sus derechos. Este defensor era llamado «Goel» y representaba el camino hacia una vida digna.
Jesús toma este ejemplo y lo aplica a la oración. En la oración nos sentimos como la viuda: carentes de toda protección y a merced de la voluntad de Dios. Sin embargo, Dios no es un juez sordo o injusto. Dios se nos muestra como un Padre misericordioso, resuelto a escuchar a su hijos cuando éstos realmente están convencidos de su causa. Esta situación nos remite inmediatamente a la situación del suplicante, de la persona que eleva su clamor a Dios. Si esta persona carece de convicción, de la fe necesaria, de poco le sirve la oración. Pues, la oración es un agradecimiento por los bienes recibidos. Y si la persona, no considera anticipadamente que lo que pide ya lo ha recibido, se dirige a un Juez sordo, que no atiende su clamor.
Fe y constancia, confianza y tenacidad, son las dos llaves que nos abren la posibilidad de un diálogo sincero con Dios y con los hermanos. Si en nuestra acción procedemos estratégicamente, o simplemente nos dirigirnos a Dios para calmar nuestros caprichos y necedades, seguramente perderemos el tiempo y la paciencia. Dios escucha el clamor de los marginados, de los oprimidos, de los justos. Si nosotros clamamos en estas condiciones hemos de tener la certeza de ser escuchados.
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viernes, 13 de noviembre de 2009
NO SABEMOS CUÁNDO LLEGARÁ EL FIN…
¡Amor y paz!
A medida que el año litúrgico se acerca a su fin, nuestro pensamiento se orienta también hacia una reflexión sobre el ‘fin’ de todas las cosas.
En la lectura de hoy, Jesús nos propondrá que descifremos tres hechos históricos que considera símbolos de todo ‘fin’: el diluvio... la destrucción de una ciudad entera, Sodoma... la ruina de Jerusalén...
Pero andamos ocupados en muchas cosas y no nos ponemos a pensar en el fin, ni en lo que habrá después…
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 32ª. semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,26-37.
En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada". Entonces le preguntaron: "¿Dónde sucederá esto, Señor?". Jesús les respondió: "Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres".
COMENTARIO
Hay quien no se da cuenta del desastre hasta que no se le cae la casa encima. Y aún entonces todavía piensa que habría que cortar el gas y apagar la luz del cuarto de baño y recoger los platos que estaban sucios en el fregadero. Mientras tanto la casa es ya sólo un montón de ruinas. Y no hay nada que pueda salvarse. Eso que nos pasa con las cosas, también nos pasa con nuestra vida. Preocupados por minucias, nos despistamos de lo que es más importante, de lo que nos afecta en lo más hondo. Nos quedamos en la superficie y no llegamos a tocar lo que es verdaderamente más importante.
Jesús nos invita en el Evangelio de hoy a tomarnos en serio lo único que tenemos: la vida. Y en la vida este momento presente del que disponemos ahora. Unos minutos más tarde puede suceder cualquier cosa. Pero la vida es como la arena de la playa. Si la pretendemos guardar egoístamente para nosotros se nos escapa entre los dedos. Sólo hay una forma de disfrutarla y gozarla: compartiéndola con los hermanos. Compartiendo "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren" (Gaudium et Spes, 1). Porque el día del Hijo del Hombre está pronto y tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho con nuestra vida y con la de nuestros hermanos.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica
www.mercaba.org
A medida que el año litúrgico se acerca a su fin, nuestro pensamiento se orienta también hacia una reflexión sobre el ‘fin’ de todas las cosas.
En la lectura de hoy, Jesús nos propondrá que descifremos tres hechos históricos que considera símbolos de todo ‘fin’: el diluvio... la destrucción de una ciudad entera, Sodoma... la ruina de Jerusalén...
Pero andamos ocupados en muchas cosas y no nos ponemos a pensar en el fin, ni en lo que habrá después…
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 32ª. semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,26-37.
En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. Les aseguro que en esa noche, de dos hombres que estén comiendo juntos, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada". Entonces le preguntaron: "¿Dónde sucederá esto, Señor?". Jesús les respondió: "Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres".
COMENTARIO
Hay quien no se da cuenta del desastre hasta que no se le cae la casa encima. Y aún entonces todavía piensa que habría que cortar el gas y apagar la luz del cuarto de baño y recoger los platos que estaban sucios en el fregadero. Mientras tanto la casa es ya sólo un montón de ruinas. Y no hay nada que pueda salvarse. Eso que nos pasa con las cosas, también nos pasa con nuestra vida. Preocupados por minucias, nos despistamos de lo que es más importante, de lo que nos afecta en lo más hondo. Nos quedamos en la superficie y no llegamos a tocar lo que es verdaderamente más importante.
Jesús nos invita en el Evangelio de hoy a tomarnos en serio lo único que tenemos: la vida. Y en la vida este momento presente del que disponemos ahora. Unos minutos más tarde puede suceder cualquier cosa. Pero la vida es como la arena de la playa. Si la pretendemos guardar egoístamente para nosotros se nos escapa entre los dedos. Sólo hay una forma de disfrutarla y gozarla: compartiéndola con los hermanos. Compartiendo "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren" (Gaudium et Spes, 1). Porque el día del Hijo del Hombre está pronto y tendremos que dar cuenta de lo que hemos hecho con nuestra vida y con la de nuestros hermanos.
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jueves, 12 de noviembre de 2009
EL REINADO DE DIOS SE CONSTRUYE AQUÍ Y AHORA
¡Amor y paz!
El ‘Reino de Dios’ es una frase mágica que concentraba toda la espera ardiente de Israel: un día Dios tomaría el poder y salvaría a su pueblo de todos sus opresores. Era la espera de ‘días mejores’, la espera del ‘gran día’, el deseo de ‘una sociedad nueva’, el sueño de una humanidad feliz.
Pero ese gran momento no llegará de repente, con mucho boato y esplendor, sino que hay que irlo construyendo aquí y ahora, poco a poco, palabra tras palabra, gesto a gesto, acción tras acción, con base en dar mucho amor.
Los invito a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 32ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,20-25.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes". Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.
COMENTARIO
Tengo la sensación de que a veces los análisis de la realidad que hace la jerarquía de la Iglesia o las comunidades cristianas o los mismos teólogos, son sólo oráculos de pesimismo. La realidad aparece en ellos siempre oscura, casi absolutamente vacía de sentido. Todo es malo. Parecemos profetas de desgracias.
El Evangelio de hoy nos comunica una perspectiva bien diferente. El Hijo del Hombre será como los relámpagos. Imagino esas noches de tormenta en que los relámpagos alumbran por un momento el cielo pesado de nubarrones con una intensidad tal que parece que es de día. ¡Dichosos los que son capaces de ver en nuestro mundo esos relámpagos de la presencia del Reino!
Porque ciertamente Jesús no miente. Si nos quitamos las habituales gafas oscuras que nos hacen ver todo con ojos pesimistas, podremos descubrir esa presencia. A veces son pequeños detalles en nuestra comunidad o en nuestra familia. A veces son noticias que aparecen en los informativos de la televisión o en los periódicos. Pero siempre, en alguna parte, hay alguien que se esfuerza por poner paz donde hay guerra, reconciliación en medio del odio, justicia entre la explotación. Y, sobre todo, amor en el corazón de las personas. Ahí está el Reino de Dios, su presencia viva y vivificante. Entre nosotros. Iluminando este mundo de esquina a esquina.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica).
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El ‘Reino de Dios’ es una frase mágica que concentraba toda la espera ardiente de Israel: un día Dios tomaría el poder y salvaría a su pueblo de todos sus opresores. Era la espera de ‘días mejores’, la espera del ‘gran día’, el deseo de ‘una sociedad nueva’, el sueño de una humanidad feliz.
Pero ese gran momento no llegará de repente, con mucho boato y esplendor, sino que hay que irlo construyendo aquí y ahora, poco a poco, palabra tras palabra, gesto a gesto, acción tras acción, con base en dar mucho amor.
Los invito a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 32ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,20-25.
Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: "El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: 'Está aquí' o 'Está allí'. Porque el Reino de Dios está entre ustedes". Jesús dijo después a sus discípulos: "Vendrá el tiempo en que ustedes desearán ver uno solo de los días del Hijo del hombre y no lo verán. Les dirán: 'Está aquí' o 'Está allí', pero no corran a buscarlo. Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día. Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.
COMENTARIO
Tengo la sensación de que a veces los análisis de la realidad que hace la jerarquía de la Iglesia o las comunidades cristianas o los mismos teólogos, son sólo oráculos de pesimismo. La realidad aparece en ellos siempre oscura, casi absolutamente vacía de sentido. Todo es malo. Parecemos profetas de desgracias.
El Evangelio de hoy nos comunica una perspectiva bien diferente. El Hijo del Hombre será como los relámpagos. Imagino esas noches de tormenta en que los relámpagos alumbran por un momento el cielo pesado de nubarrones con una intensidad tal que parece que es de día. ¡Dichosos los que son capaces de ver en nuestro mundo esos relámpagos de la presencia del Reino!
Porque ciertamente Jesús no miente. Si nos quitamos las habituales gafas oscuras que nos hacen ver todo con ojos pesimistas, podremos descubrir esa presencia. A veces son pequeños detalles en nuestra comunidad o en nuestra familia. A veces son noticias que aparecen en los informativos de la televisión o en los periódicos. Pero siempre, en alguna parte, hay alguien que se esfuerza por poner paz donde hay guerra, reconciliación en medio del odio, justicia entre la explotación. Y, sobre todo, amor en el corazón de las personas. Ahí está el Reino de Dios, su presencia viva y vivificante. Entre nosotros. Iluminando este mundo de esquina a esquina.
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miércoles, 11 de noviembre de 2009
LAS CLAVES DE LA VIDA DE UN CRISTIANO
¡Amor y paz!
Nuestras oraciones se reducen a veces a pedir y pedir y nos olvidamos de reconocer y agradecer los tantos dones y gracias que Dios nos da. El Evangelio de hoy nos plantea cómo muchas veces aquel de quien menos se espera es el más agradecido: alguien doblemente rechazado por la sociedad de la época de Jesús: un samaritano leproso.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 32ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
COMENTARIO
En una sencilla narración evangélica encontramos las claves de lo que debe ser la vida del cristiano. Las podemos definir en tres sencillas palabras: misericordia, fe y agradecimiento. La misericordia es una de las actitudes que los evangelistas nos presentan más habitualmente en Jesús.
¡Cuántas veces sintió piedad ante los necesitados y enfermos! Hoy a veces parece que sentir piedad ante otra persona significa rebajarla. No es eso lo que hace Jesús. Su piedad no rebaja sino que libera, levanta a las personas. Jesús siente piedad porque siente como suyo el dolor o el sufrimiento de la persona que tiene ante sí.
La fe hay que entenderla como la capacidad de acoger la presencia de Dios cerca de nosotros. Varias veces a lo largo del Evangelio dice Jesús que a los que acaba de curar que ha sido su fe, la de ellos, la que les ha curado. Es como si la fe lograse unificar la persona y unirla de tal modo a Dios que le diese el poder de hacer verdaderos milagros.
Y el agradecimiento como respuesta de corazón a lo que se ha recibido gratis. Fruto de ese agradecimiento ante el don de Dios es la misericordia, la compasión, que experimenta el cristiano ante el hermano o la hermana pobre o necesitado. Y la cadena vuelve a empezar, porque el cristiano que se deja llevar por esa misericordia se hace testigo de la presencia de Dios para sus hermanos y hermanas.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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Nuestras oraciones se reducen a veces a pedir y pedir y nos olvidamos de reconocer y agradecer los tantos dones y gracias que Dios nos da. El Evangelio de hoy nos plantea cómo muchas veces aquel de quien menos se espera es el más agradecido: alguien doblemente rechazado por la sociedad de la época de Jesús: un samaritano leproso.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 32ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
COMENTARIO
En una sencilla narración evangélica encontramos las claves de lo que debe ser la vida del cristiano. Las podemos definir en tres sencillas palabras: misericordia, fe y agradecimiento. La misericordia es una de las actitudes que los evangelistas nos presentan más habitualmente en Jesús.
¡Cuántas veces sintió piedad ante los necesitados y enfermos! Hoy a veces parece que sentir piedad ante otra persona significa rebajarla. No es eso lo que hace Jesús. Su piedad no rebaja sino que libera, levanta a las personas. Jesús siente piedad porque siente como suyo el dolor o el sufrimiento de la persona que tiene ante sí.
La fe hay que entenderla como la capacidad de acoger la presencia de Dios cerca de nosotros. Varias veces a lo largo del Evangelio dice Jesús que a los que acaba de curar que ha sido su fe, la de ellos, la que les ha curado. Es como si la fe lograse unificar la persona y unirla de tal modo a Dios que le diese el poder de hacer verdaderos milagros.
Y el agradecimiento como respuesta de corazón a lo que se ha recibido gratis. Fruto de ese agradecimiento ante el don de Dios es la misericordia, la compasión, que experimenta el cristiano ante el hermano o la hermana pobre o necesitado. Y la cadena vuelve a empezar, porque el cristiano que se deja llevar por esa misericordia se hace testigo de la presencia de Dios para sus hermanos y hermanas.
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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martes, 10 de noviembre de 2009
UN NUEVO LLAMADO DE JESÚS A LA HUMILDAD
¡Amor y paz!
Retomamos hoy, martes de la 32a. semana del Tiempo Ordinario, la lectura del Evangelio según San Lucas.
Lo que le interesa subrayar a Jesús esta vez es la actitud de sus discípulos ante Dios, que no tiene que ser como la de los fariseos, que parecen exigir el premio, sino la humildad de los que, después de haber trabajado, no se dan importancia y son capaces de decir: "somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
¡Cuántos hoy son condecorados y homenajeados simplemente por haber hecho lo que tenían que hacer!
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario…
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,7-10.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
COMENTARIO
Dice un dicho popular: "Nadie es necesario, pero todos podemos ser útiles". Este refrán reúne, de alguna manera, la misma enseñanza del evangelio. Muchas personas consideran que su servicio o ministerio es indispensable para su comunidad. Que sin ellos su Iglesia no sería nada. Pero, pensando así se equivocan. El único indispensable es el Señor, mientras él no falte, se tiene todo.
La enseñanza que en este pasaje nos dirige Jesús nos ayuda a descubrir el verdadero sentido de los ministerios o servicios en la Iglesia. Los ministerios no son una escala jerárquica en que va ascendiendo en importancia y necesidad. Cuanto más alto, más importante y más necesario. Definitivamente no es esto lo que propone el evangelio. Éste nos propone que valoremos nuestro servicio en relación con la misión que el Señor nos ha encomendado y no por los méritos que nosotros le atribuimos.
No es nuestro el mérito de la misión que se nos encomienda en la Iglesia. El mérito pertenece sólo al Espíritu de Dios que actúa de forma eficaz y no a nuestra eficiencia empresarial. Cuando una obra sale adelante y comienza a producir frutos de solidaridad, justicia y amor, es el Señor el que allí actúa y no la diligencia de los servidores.
El ministro, el servidor, el apóstol y el discípulo deben reconocer que su lugar está entre los hermanos y no usurpando el lugar del Señor y del Maestro. Todos los que prestan algún servicio en la Iglesia deben estar conscientes que ese ministerio no ha sido instituido en orden al crecimiento personal, sino al crecimiento de la comunidad. Por eso, feliz la comunidad que pueda decir el día del juicio: «hemos sido servidores inútiles porque únicamente hemos hecho lo que nos correspondía».
Servicio Bíblico Latinoamericano
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Retomamos hoy, martes de la 32a. semana del Tiempo Ordinario, la lectura del Evangelio según San Lucas.
Lo que le interesa subrayar a Jesús esta vez es la actitud de sus discípulos ante Dios, que no tiene que ser como la de los fariseos, que parecen exigir el premio, sino la humildad de los que, después de haber trabajado, no se dan importancia y son capaces de decir: "somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
¡Cuántos hoy son condecorados y homenajeados simplemente por haber hecho lo que tenían que hacer!
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario…
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 17,7-10.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: 'Ven pronto y siéntate a la mesa'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después'? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: 'Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber'".
COMENTARIO
Dice un dicho popular: "Nadie es necesario, pero todos podemos ser útiles". Este refrán reúne, de alguna manera, la misma enseñanza del evangelio. Muchas personas consideran que su servicio o ministerio es indispensable para su comunidad. Que sin ellos su Iglesia no sería nada. Pero, pensando así se equivocan. El único indispensable es el Señor, mientras él no falte, se tiene todo.
La enseñanza que en este pasaje nos dirige Jesús nos ayuda a descubrir el verdadero sentido de los ministerios o servicios en la Iglesia. Los ministerios no son una escala jerárquica en que va ascendiendo en importancia y necesidad. Cuanto más alto, más importante y más necesario. Definitivamente no es esto lo que propone el evangelio. Éste nos propone que valoremos nuestro servicio en relación con la misión que el Señor nos ha encomendado y no por los méritos que nosotros le atribuimos.
No es nuestro el mérito de la misión que se nos encomienda en la Iglesia. El mérito pertenece sólo al Espíritu de Dios que actúa de forma eficaz y no a nuestra eficiencia empresarial. Cuando una obra sale adelante y comienza a producir frutos de solidaridad, justicia y amor, es el Señor el que allí actúa y no la diligencia de los servidores.
El ministro, el servidor, el apóstol y el discípulo deben reconocer que su lugar está entre los hermanos y no usurpando el lugar del Señor y del Maestro. Todos los que prestan algún servicio en la Iglesia deben estar conscientes que ese ministerio no ha sido instituido en orden al crecimiento personal, sino al crecimiento de la comunidad. Por eso, feliz la comunidad que pueda decir el día del juicio: «hemos sido servidores inútiles porque únicamente hemos hecho lo que nos correspondía».
Servicio Bíblico Latinoamericano
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lunes, 9 de noviembre de 2009
JESÚS PROPONE UNA RELIGIÓN MÁS HUMANA
¡Amor y paz!
Hoy lunes, hacemos un alto en nuestra lectura semanal del Evangelio de San Lucas (los domingos leemos a San Marcos), porque celebramos la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Este templo es la catedral del Papa como obispo de Roma y fue construido por el emperador Constantino, hacia el año 330. Hoy día, el Papa celebra allí la misa de la tarde del Jueves Santo, cuando renueva el gesto de Cristo de lavar los pies a sus discípulos.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 2,13-22.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
COMENTARIO
El relato de la expulsión de los vendedores del templo, en la primera Pascua “de los judíos” que Juan menciona en su obra, es un marco de referencia obligado del sentido de este texto joánico. Este episodio viene a continuación del relato de las bodas de Caná, donde el vacío de la boda lo llena Jesús con el “vino” nuevo sacado del agua. Las tinajas estaban allí para la purificación de los judíos. El relato de la expulsión del Templo se encadena pues a lo anterior, porque se quiere insistir más en el vacío de una religión, que aunque “celebre” y llene el templo, puede que haya perdido su sentido verdadero y sea necesario algo nuevo.
No olvidemos que este episodio ha quedado marcado en la tradición cristiana como un hito, por considerarse como acusación determinante para condenar a muerte a Jesús, unas de las causas inmediatas de la misma. Aunque Juan ha adelantado al comienzo de su actividad, lo que los otros evangelios proponen al final (Mc 11,15-17; Mt 21,12-13; Lc 19,45-46), estamos en lo cierto si con ello vemos el enfrentamiento que los judíos van a tener con Jesús. Este episodio no es otra cosa que la propuesta de Jesús de una religión humana, liberadora, comprometida e incluso verdaderamente espiritual (…)
El evangelio de Juan, pues, nos presenta esa escena de Jesús que cautiva a mentes proféticas y renovadoras. Desde luego, es un acto profético y no podemos menos de valorarlo de esa forma. En el marco de la Pascua, la gran fiesta religiosa y de peregrinación por parte de los judíos piadosos a Jerusalén. Esta es una escena que no debemos permitir se convierta en tópica; que no podemos rebajarla hasta hacerla asequiblemente normal. Está ahí, en el corazón del evangelio, para ser una crítica de nuestra “religión” sin corazón con la que muchas veces queremos comprar a Dios. Es la condena de ese tipo de religión sin fe y sin espiritualidad, que se ha dado siempre y se sigue dando frecuentemente. Ya Jeremías (7,11) había clamado contra el templo, porque con ello se usaba el nombre de Dios para justificar muchas cosas.
Ahora Jesús, con esta acción simbólico-profética, como hacían los antiguos profetas cuando sus palabras no eran atendidas, quiere llevar a sus últimas consecuencias el que la religión del templo, donde se adora a Dios, no sea una religión de vida sino de… vacío. Por eso mismo, no está condenado el culto y la plegaria de una religión, sino que se haya vaciado de contenido y después no tenga incidencia en la vida.
Aunque Juan es muy atrevido, teológicamente hablando, se está anunciando el cambio de una religión de culto por una religión en la que lo importante es dar la vida los unos por los otros, como se hace al mencionar el «cuerpo» del Jesús que sustituirá al templo. Aquí, con este episodio (aunque no sólo), lo sabemos, Jesús se jugó su vida en “nombre de Dios” y le aplicaron la ley también “en nombre de Dios”. ¿Quién llevaba razón? Como en el episodio se apela a la resurrección (“en tres días lo levantaré”), está claro que era el Dios de Jesús el verdadero y no el Dios de la ley (...)Pero sucede que, a pesar de ello, los hombres seguimos prefiriendo el Dios de la ley, y la religión del templo y de los sacrificios de animales. Jesús, sin embargo, nos ofreció una religión de vida.
Miguel de Burgos, OP
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Hoy lunes, hacemos un alto en nuestra lectura semanal del Evangelio de San Lucas (los domingos leemos a San Marcos), porque celebramos la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán. Este templo es la catedral del Papa como obispo de Roma y fue construido por el emperador Constantino, hacia el año 330. Hoy día, el Papa celebra allí la misa de la tarde del Jueves Santo, cuando renueva el gesto de Cristo de lavar los pies a sus discípulos.
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 2,13-22.
Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". Pero él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado.
COMENTARIO
El relato de la expulsión de los vendedores del templo, en la primera Pascua “de los judíos” que Juan menciona en su obra, es un marco de referencia obligado del sentido de este texto joánico. Este episodio viene a continuación del relato de las bodas de Caná, donde el vacío de la boda lo llena Jesús con el “vino” nuevo sacado del agua. Las tinajas estaban allí para la purificación de los judíos. El relato de la expulsión del Templo se encadena pues a lo anterior, porque se quiere insistir más en el vacío de una religión, que aunque “celebre” y llene el templo, puede que haya perdido su sentido verdadero y sea necesario algo nuevo.
No olvidemos que este episodio ha quedado marcado en la tradición cristiana como un hito, por considerarse como acusación determinante para condenar a muerte a Jesús, unas de las causas inmediatas de la misma. Aunque Juan ha adelantado al comienzo de su actividad, lo que los otros evangelios proponen al final (Mc 11,15-17; Mt 21,12-13; Lc 19,45-46), estamos en lo cierto si con ello vemos el enfrentamiento que los judíos van a tener con Jesús. Este episodio no es otra cosa que la propuesta de Jesús de una religión humana, liberadora, comprometida e incluso verdaderamente espiritual (…)
El evangelio de Juan, pues, nos presenta esa escena de Jesús que cautiva a mentes proféticas y renovadoras. Desde luego, es un acto profético y no podemos menos de valorarlo de esa forma. En el marco de la Pascua, la gran fiesta religiosa y de peregrinación por parte de los judíos piadosos a Jerusalén. Esta es una escena que no debemos permitir se convierta en tópica; que no podemos rebajarla hasta hacerla asequiblemente normal. Está ahí, en el corazón del evangelio, para ser una crítica de nuestra “religión” sin corazón con la que muchas veces queremos comprar a Dios. Es la condena de ese tipo de religión sin fe y sin espiritualidad, que se ha dado siempre y se sigue dando frecuentemente. Ya Jeremías (7,11) había clamado contra el templo, porque con ello se usaba el nombre de Dios para justificar muchas cosas.
Ahora Jesús, con esta acción simbólico-profética, como hacían los antiguos profetas cuando sus palabras no eran atendidas, quiere llevar a sus últimas consecuencias el que la religión del templo, donde se adora a Dios, no sea una religión de vida sino de… vacío. Por eso mismo, no está condenado el culto y la plegaria de una religión, sino que se haya vaciado de contenido y después no tenga incidencia en la vida.
Aunque Juan es muy atrevido, teológicamente hablando, se está anunciando el cambio de una religión de culto por una religión en la que lo importante es dar la vida los unos por los otros, como se hace al mencionar el «cuerpo» del Jesús que sustituirá al templo. Aquí, con este episodio (aunque no sólo), lo sabemos, Jesús se jugó su vida en “nombre de Dios” y le aplicaron la ley también “en nombre de Dios”. ¿Quién llevaba razón? Como en el episodio se apela a la resurrección (“en tres días lo levantaré”), está claro que era el Dios de Jesús el verdadero y no el Dios de la ley (...)Pero sucede que, a pesar de ello, los hombres seguimos prefiriendo el Dios de la ley, y la religión del templo y de los sacrificios de animales. Jesús, sin embargo, nos ofreció una religión de vida.
Miguel de Burgos, OP
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domingo, 8 de noviembre de 2009
LA DIFERENCIA ENTRE COMPARTIR Y DAR LIMOSNA
¡Amor y paz!
Jesús juzga por lo que hay en el corazón del ser humano, no por la lista de obras materiales que los hombres realicen ni por los honores y aplausos que puedan recibir.
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la 32ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,38-44.
Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
COMENTARIO
Es gozoso descubrir cómo los ojos de Jesús se fijan siempre en los hombres y mujeres sencillos que saben vivir el amor de manera limpia y generosa. Jesús observa a la gente que deposita sus limosnas en el templo. Muchos ricos ofrecen espléndidos donativos, pero pasan desapercibidos a sus ojos. Sorprendentemente, su mirada se detiene en una pobre viuda que echa la cantidad ridícula de «dos reales».
La alabanza de Jesús es aleccionadora. Esta pobre mujer ha sabido dar más que nadie, porque «los demás han echado lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
No está de moda la compasión. Se diría que para muchos es un sentimiento desfasado y anacrónico. Una actitud innecesaria en una sociedad capaz de organizar de manera eficiente los diversos servicios sociales.
En esta sociedad en que «creamos máquinas que obran como hombres y producimos hombres que obran como máquinas» (E. Fromm), corremos el riesgo de endurecer nuestro corazón y hacernos impermeables al dolor ajeno.
Se nos está olvidando lo que es la «compasión». Ese saber "padecer con" el necesitado y vibrar con el sufrimiento ajeno. Miramos a las personas desde fuera, como si fueran objetos, sin acercarnos a su dolor.
Cada uno corre tras su felicidad. Cada uno se preocupa de satisfacer sus propios deseos. Los demás quedan lejos. Si la viuda sabe dar todo lo que tiene es, sin duda, porque «pasa necesidad» y comprende desde su experiencia dolorosa las necesidades de los demás.
Pero cuando uno se ha instalado ya en su pequeño mundo de bienestar y comodidad, es difícil «entender» el sufrimiento de los otros. Sin embargo, parece que necesitamos conservar la ilusión de que hay en nosotros todavía algo humano y bueno. Y entonces, damos "lo que nos sobra".
Nos tranquilizamos desprendiéndonos de objetos inútiles, muebles inservibles, electrodomésticos gastados. Pero no nos acercamos a los que sufren y necesitan quizás nuestra cercanía. Y, sin embargo, el desvalido necesita siempre un calor, una defensa y una acogida que sólo el que sabe compadecerse le puede ofrecer.
«El estado no puede visitar a los enfermos. Las estructuras no pueden ir a pasear con un inválido. ¡Tú sí!» (Ph. Bosmans).
JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS NAVARRA 1985.Pág. 243 s.
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Jesús juzga por lo que hay en el corazón del ser humano, no por la lista de obras materiales que los hombres realicen ni por los honores y aplausos que puedan recibir.
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la 32ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 12,38-44.
Y él les enseñaba: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir".
COMENTARIO
Es gozoso descubrir cómo los ojos de Jesús se fijan siempre en los hombres y mujeres sencillos que saben vivir el amor de manera limpia y generosa. Jesús observa a la gente que deposita sus limosnas en el templo. Muchos ricos ofrecen espléndidos donativos, pero pasan desapercibidos a sus ojos. Sorprendentemente, su mirada se detiene en una pobre viuda que echa la cantidad ridícula de «dos reales».
La alabanza de Jesús es aleccionadora. Esta pobre mujer ha sabido dar más que nadie, porque «los demás han echado lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
No está de moda la compasión. Se diría que para muchos es un sentimiento desfasado y anacrónico. Una actitud innecesaria en una sociedad capaz de organizar de manera eficiente los diversos servicios sociales.
En esta sociedad en que «creamos máquinas que obran como hombres y producimos hombres que obran como máquinas» (E. Fromm), corremos el riesgo de endurecer nuestro corazón y hacernos impermeables al dolor ajeno.
Se nos está olvidando lo que es la «compasión». Ese saber "padecer con" el necesitado y vibrar con el sufrimiento ajeno. Miramos a las personas desde fuera, como si fueran objetos, sin acercarnos a su dolor.
Cada uno corre tras su felicidad. Cada uno se preocupa de satisfacer sus propios deseos. Los demás quedan lejos. Si la viuda sabe dar todo lo que tiene es, sin duda, porque «pasa necesidad» y comprende desde su experiencia dolorosa las necesidades de los demás.
Pero cuando uno se ha instalado ya en su pequeño mundo de bienestar y comodidad, es difícil «entender» el sufrimiento de los otros. Sin embargo, parece que necesitamos conservar la ilusión de que hay en nosotros todavía algo humano y bueno. Y entonces, damos "lo que nos sobra".
Nos tranquilizamos desprendiéndonos de objetos inútiles, muebles inservibles, electrodomésticos gastados. Pero no nos acercamos a los que sufren y necesitan quizás nuestra cercanía. Y, sin embargo, el desvalido necesita siempre un calor, una defensa y una acogida que sólo el que sabe compadecerse le puede ofrecer.
«El estado no puede visitar a los enfermos. Las estructuras no pueden ir a pasear con un inválido. ¡Tú sí!» (Ph. Bosmans).
JOSE ANTONIO PAGOLA
BUENAS NOTICIAS NAVARRA 1985.Pág. 243 s.
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sábado, 7 de noviembre de 2009
¡NO PUEDEN SERVIR A DIOS Y AL DINERO!, ADVIERTE JESÚS
¡Amor y paz!
El episodio que nos narra el Evangelio hoy es continuación de la parábola de ayer, la del administrador injusto. Hoy, Jesús nos enseña cómo actuar con el dinero. Él no le tiene simpatía al dinero. No le da importancia. Lo llama "el dinero injusto", "lo menudo", "el vil dinero". No quiere que nos dejemos esclavizar por él.
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 31ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 16,9-15.
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero". Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. El les dijo: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.
COMENTARIO
En la historia bíblica se puede ver un continuo enfrentamiento entre el Dios de la Vida y otros dioses. El pueblo, era muy dado a caer en la tentación de la idolatría. Esta consistía en tergiversar las verdaderas opciones, el plan de Dios y amoldarlo a los propios caprichos. Para esto, apelaban a dioses extranjeros que no les pusieran ninguna condición y que propiciaran prácticas violentas e injustas.
El dios de cada nación representaba para ellos el ideal, las aspiraciones, y en general el modelo de sociedad que querían formar. Artemisa, Aserá, Baal, Dagón, Pitón y Beelzebú eran los nombres de algunos de esos dioses ajenos que pervertían la conciencia popular de los israelitas. Cuando algún grupo, aldea o nación se sujetaba al servicio de estos dioses, se sometía a todo el régimen de ideas que su ideología imponía. La servidumbre entonces se convertía en un proyecto opuesto al ideado originalmente para el pueblo desde las tradiciones tribales y mosaicas. Vista de este modo la idolatría, se puede adivinar cómo los intereses de Yavé, Dios de la Vida, fácilmente entraban en conflicto con los intereses de los otros dioses y las naciones que los respaldaban.
Por esto, cuando Jesús enfrenta a los fariseos no los acusa de idolatría por tener una escultura romana en sus casas. Jesús los acusa de idolatría porque se han puesto al servicio del dinero, del dios "Manmón", y han abandonado el servicio del Dios verdadero. El dios del dinero sólo persigue incrementar su poder a cualquier precio, a costa lo que sea, que normalmente deriva en violencia, marginación o explotación de los demás. A quienes le rinden culto les ofrece la falsa creencia de tener todo asegurado en esta vida. Los convierte en opresores de sus hermanos y en astutas criaturas de las tinieblas. El Dios de la vida por el contrario, muestra cómo el camino para la realización del ser humano pasa por la libertad de conciencia, la solidaridad con los hermanos y la búsqueda del bien común.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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El episodio que nos narra el Evangelio hoy es continuación de la parábola de ayer, la del administrador injusto. Hoy, Jesús nos enseña cómo actuar con el dinero. Él no le tiene simpatía al dinero. No le da importancia. Lo llama "el dinero injusto", "lo menudo", "el vil dinero". No quiere que nos dejemos esclavizar por él.
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 31ª. semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 16,9-15.
Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero". Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús. El les dijo: "Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.
COMENTARIO
En la historia bíblica se puede ver un continuo enfrentamiento entre el Dios de la Vida y otros dioses. El pueblo, era muy dado a caer en la tentación de la idolatría. Esta consistía en tergiversar las verdaderas opciones, el plan de Dios y amoldarlo a los propios caprichos. Para esto, apelaban a dioses extranjeros que no les pusieran ninguna condición y que propiciaran prácticas violentas e injustas.
El dios de cada nación representaba para ellos el ideal, las aspiraciones, y en general el modelo de sociedad que querían formar. Artemisa, Aserá, Baal, Dagón, Pitón y Beelzebú eran los nombres de algunos de esos dioses ajenos que pervertían la conciencia popular de los israelitas. Cuando algún grupo, aldea o nación se sujetaba al servicio de estos dioses, se sometía a todo el régimen de ideas que su ideología imponía. La servidumbre entonces se convertía en un proyecto opuesto al ideado originalmente para el pueblo desde las tradiciones tribales y mosaicas. Vista de este modo la idolatría, se puede adivinar cómo los intereses de Yavé, Dios de la Vida, fácilmente entraban en conflicto con los intereses de los otros dioses y las naciones que los respaldaban.
Por esto, cuando Jesús enfrenta a los fariseos no los acusa de idolatría por tener una escultura romana en sus casas. Jesús los acusa de idolatría porque se han puesto al servicio del dinero, del dios "Manmón", y han abandonado el servicio del Dios verdadero. El dios del dinero sólo persigue incrementar su poder a cualquier precio, a costa lo que sea, que normalmente deriva en violencia, marginación o explotación de los demás. A quienes le rinden culto les ofrece la falsa creencia de tener todo asegurado en esta vida. Los convierte en opresores de sus hermanos y en astutas criaturas de las tinieblas. El Dios de la vida por el contrario, muestra cómo el camino para la realización del ser humano pasa por la libertad de conciencia, la solidaridad con los hermanos y la búsqueda del bien común.
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viernes, 6 de noviembre de 2009
USEMOS EL INGENIO PARA AYUDAR A LOS DEMÁS
¡Amor y paz!
Es muy frecuente usar el ingenio humano para fines injustos, egoístas, engañosos. ¿Por qué no lo usamos con igual o mayor intensidad para ayudar, servir, o favorecer a los demás?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 31ª. semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 16,1-8.
Decía también a los discípulos: "Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'. El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'. 'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'. Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
COMENTARIO
La parábola del administrador infiel pero listo, puede parecernos un poco extraña.
Parece como si Jesús -o el amo del relato- alabara la actuación de ese empleado injusto.
No alaba su infidelidad: por eso le despide. Lo que le interesa a Jesús subrayar aquí es la inteligencia de ese gerente que, sabiéndose despedido, consigue, con nuevas trampas, granjearse amigos para cuando se quede sin trabajo.
Jesús no nos cuenta esta parábola para criticar las diversas trampas del mundo de la economía que también ahora se dan: las dobles contabilidades o los desvíos de capital o el cobro de comisiones ilegales que hace el gerente de esa empresa. Sino para que los cristianos seamos tan espabilados para nuestras cosas como ese gerente lo fue para las suyas: "los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz".
b) ¿Somos igual de sabios y sagaces nosotros para las cosas del espíritu?
En nuestra vida personal, debemos hacer los oportunos cálculos para conseguir nuestros objetivos. Hace unos días nos ponía Jesús el ejemplo del que hace presupuestos para la edificación de una casa o para la batalla que piensa librar contra el enemigo. Hoy nos amonesta con el ejemplo de este administrador, para que sepamos dar importancia a lo que la tiene de veras y, cuando nos toque dar cuentas de nuestra gestión al final de nuestra vida, ser ricos en lo que vale la pena, en lo que nos llevaremos con nosotros, no en lo que tenemos que dejar aquí abajo.
También en nuestra vida misionera -evangelización, catequesis, construcción de la comunidad- debemos mantenernos despiertos, ser inteligentes para buscar los medios mejores. Al menos con la misma diligencia que ponemos para nuestros negocios materiales.
Para que vaya bien el negocio nos sentamos y hacemos números para ver cómo reducir gastos, mejorar la producción, tener contentos a los clientes. ¿Cuidamos así nuestra tarea evangelizadora?
Los hijos de este mundo se esfuerzan por ganar más, por tener más, por mandar más. Y nosotros, los seguidores de Jesús, los que hemos recibido el encargo de ser luz y sal y fermento de este mundo, ¿ponemos igual empeño y esfuerzo para ser eficaces en nuestra misión? ¿Somos hijos de la luz que iluminan a otros, o escondemos esa luz bajo la mesa?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
www.mercaba.org
Es muy frecuente usar el ingenio humano para fines injustos, egoístas, engañosos. ¿Por qué no lo usamos con igual o mayor intensidad para ayudar, servir, o favorecer a los demás?
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 31ª. semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 16,1-8.
Decía también a los discípulos: "Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: '¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto'. El administrador pensó entonces: '¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!'. Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: '¿Cuánto debes a mi señor?'. 'Veinte barriles de aceite', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez'. Después preguntó a otro: 'Y tú, ¿cuánto debes?'. 'Cuatrocientos quintales de trigo', le respondió. El administrador le dijo: 'Toma tu recibo y anota trescientos'. Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.
COMENTARIO
La parábola del administrador infiel pero listo, puede parecernos un poco extraña.
Parece como si Jesús -o el amo del relato- alabara la actuación de ese empleado injusto.
No alaba su infidelidad: por eso le despide. Lo que le interesa a Jesús subrayar aquí es la inteligencia de ese gerente que, sabiéndose despedido, consigue, con nuevas trampas, granjearse amigos para cuando se quede sin trabajo.
Jesús no nos cuenta esta parábola para criticar las diversas trampas del mundo de la economía que también ahora se dan: las dobles contabilidades o los desvíos de capital o el cobro de comisiones ilegales que hace el gerente de esa empresa. Sino para que los cristianos seamos tan espabilados para nuestras cosas como ese gerente lo fue para las suyas: "los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz".
b) ¿Somos igual de sabios y sagaces nosotros para las cosas del espíritu?
En nuestra vida personal, debemos hacer los oportunos cálculos para conseguir nuestros objetivos. Hace unos días nos ponía Jesús el ejemplo del que hace presupuestos para la edificación de una casa o para la batalla que piensa librar contra el enemigo. Hoy nos amonesta con el ejemplo de este administrador, para que sepamos dar importancia a lo que la tiene de veras y, cuando nos toque dar cuentas de nuestra gestión al final de nuestra vida, ser ricos en lo que vale la pena, en lo que nos llevaremos con nosotros, no en lo que tenemos que dejar aquí abajo.
También en nuestra vida misionera -evangelización, catequesis, construcción de la comunidad- debemos mantenernos despiertos, ser inteligentes para buscar los medios mejores. Al menos con la misma diligencia que ponemos para nuestros negocios materiales.
Para que vaya bien el negocio nos sentamos y hacemos números para ver cómo reducir gastos, mejorar la producción, tener contentos a los clientes. ¿Cuidamos así nuestra tarea evangelizadora?
Los hijos de este mundo se esfuerzan por ganar más, por tener más, por mandar más. Y nosotros, los seguidores de Jesús, los que hemos recibido el encargo de ser luz y sal y fermento de este mundo, ¿ponemos igual empeño y esfuerzo para ser eficaces en nuestra misión? ¿Somos hijos de la luz que iluminan a otros, o escondemos esa luz bajo la mesa?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
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jueves, 5 de noviembre de 2009
HAY ALEGRÍA EN EL CIELO POR UN PECADOR QUE SE CONVIERTE
¡Amor y paz!
Hoy jueves 31º del Tiempo Ordinario, comienzan las tres parábolas de la misericordia, a través de las cuales Jesús nos muestra algo que caracteriza al corazón de Dios: su amor preferencial hacia los más necesitados y que contrasta con la mezquindad humana, que busca siempre a los triunfadores.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 15,1-10.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".
COMENTARIO
El Señor nos invita a una sincera conversión, lo cual significa aceptar la salvación que nos ofrece, y que Él nos logró a costa de la entrega de su propia vida por amor a nosotros.
Dios nos ama con un amor infinito. Su amor por nosotros no es como nube mañanera, ni como el rocío del amanecer. Podrán desaparecer los cielos y la tierra, podrá una madre dejar de amar al hijo de sus entrañas, pero el amor de Dios hacia nosotros jamás se acabará.
Ese amor llevó al Hijo de Dios a descender desde la eternidad para que, hecho uno de nosotros, saliera a buscarnos, pues andábamos errantes como ovejas sin pastor; y cuando nos encontró, lleno de amor nos cargó sobre sus hombros; es decir, no nos trató con golpes, no nos condenó, puesto que Él no vino a condenar, sino a salvar todo lo que se había perdido.
Con grandes muestras de amor hacia nosotros, amor manifestado hasta el extremo, nos hizo experimentar que Dios jamás ha dejado de amarnos. Y puesto que sólo el amor es digno de crédito, su amor no se quedó sólo en palabras, sino que se manifestó mediante sus obras; incluso es un amor manifestado hasta la entrega de su propia vida a favor nuestro.
¿Seremos capaces de amar como Él nos ha amado? ¿Seremos capaces de colaborar a la salvación de los que viven lejos del Señor, buscándolos y ayudándoles a retornar, no a golpes y regaños, sino con un amor sincero, manifestado hasta el extremo, por ellos?
(…) Entrar en comunión de vida con el Señor –a través de su Palabra o de su Eucaristía-- significa abrir nuestro corazón para que habite Él en nosotros y nos transforme haciéndonos vivir como hijos suyos que, dejándonos amar por Él, comencemos a caminar a su luz, amándolo a Él por encima de todo, y amando a nuestro prójimo como Dios nos ha amado a nosotros.
El Señor nos envía como un signo de su amor misericordioso y salvador en el mundo. Conociendo las grandes miserias que aquejan a muchas personas, hemos de trabajar de un modo real por remediarlas. Quien ante el dolor y la pobreza de los demás permanece indiferente, o sólo da las migajas que le sobran mientras él banquetea espléndidamente, no puede identificarse con Cristo que sale al encuentro de la oveja herida por tantas injusticias de que ha sido víctima.
Quien vive su fe encerrado en sí mismo, no puede identificarse con Cristo que sale a buscar a la oveja descarriada y que se desvela por ella hasta encontrarla. No podemos ser signo de Cristo mientras nos quedemos en casa esperando que los pecadores y descarriados vuelvan solos. La Vida de Cristo ha de ser como una luz que, por medio nuestro, se hace cercana a quienes viven en tinieblas y en sombras de muerte para que, en Cristo, encuentren el Camino que le dé nuevamente sentido a su vida y les salve.
Con información de: www.homiliacatolica.com
Hoy jueves 31º del Tiempo Ordinario, comienzan las tres parábolas de la misericordia, a través de las cuales Jesús nos muestra algo que caracteriza al corazón de Dios: su amor preferencial hacia los más necesitados y que contrasta con la mezquindad humana, que busca siempre a los triunfadores.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 15,1-10.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte".
COMENTARIO
El Señor nos invita a una sincera conversión, lo cual significa aceptar la salvación que nos ofrece, y que Él nos logró a costa de la entrega de su propia vida por amor a nosotros.
Dios nos ama con un amor infinito. Su amor por nosotros no es como nube mañanera, ni como el rocío del amanecer. Podrán desaparecer los cielos y la tierra, podrá una madre dejar de amar al hijo de sus entrañas, pero el amor de Dios hacia nosotros jamás se acabará.
Ese amor llevó al Hijo de Dios a descender desde la eternidad para que, hecho uno de nosotros, saliera a buscarnos, pues andábamos errantes como ovejas sin pastor; y cuando nos encontró, lleno de amor nos cargó sobre sus hombros; es decir, no nos trató con golpes, no nos condenó, puesto que Él no vino a condenar, sino a salvar todo lo que se había perdido.
Con grandes muestras de amor hacia nosotros, amor manifestado hasta el extremo, nos hizo experimentar que Dios jamás ha dejado de amarnos. Y puesto que sólo el amor es digno de crédito, su amor no se quedó sólo en palabras, sino que se manifestó mediante sus obras; incluso es un amor manifestado hasta la entrega de su propia vida a favor nuestro.
¿Seremos capaces de amar como Él nos ha amado? ¿Seremos capaces de colaborar a la salvación de los que viven lejos del Señor, buscándolos y ayudándoles a retornar, no a golpes y regaños, sino con un amor sincero, manifestado hasta el extremo, por ellos?
(…) Entrar en comunión de vida con el Señor –a través de su Palabra o de su Eucaristía-- significa abrir nuestro corazón para que habite Él en nosotros y nos transforme haciéndonos vivir como hijos suyos que, dejándonos amar por Él, comencemos a caminar a su luz, amándolo a Él por encima de todo, y amando a nuestro prójimo como Dios nos ha amado a nosotros.
El Señor nos envía como un signo de su amor misericordioso y salvador en el mundo. Conociendo las grandes miserias que aquejan a muchas personas, hemos de trabajar de un modo real por remediarlas. Quien ante el dolor y la pobreza de los demás permanece indiferente, o sólo da las migajas que le sobran mientras él banquetea espléndidamente, no puede identificarse con Cristo que sale al encuentro de la oveja herida por tantas injusticias de que ha sido víctima.
Quien vive su fe encerrado en sí mismo, no puede identificarse con Cristo que sale a buscar a la oveja descarriada y que se desvela por ella hasta encontrarla. No podemos ser signo de Cristo mientras nos quedemos en casa esperando que los pecadores y descarriados vuelvan solos. La Vida de Cristo ha de ser como una luz que, por medio nuestro, se hace cercana a quienes viven en tinieblas y en sombras de muerte para que, en Cristo, encuentren el Camino que le dé nuevamente sentido a su vida y les salve.
Con información de: www.homiliacatolica.com
miércoles, 4 de noviembre de 2009
SEGUIR A JESÚS NOS EXIGE SALIR DE LA MEDIOCRIDAD
¡Amor y paz!
Tal vez fue Rabindranath Tagore, el célebre filósofo y poeta indio (1861-1941), quien dijo que los cristianos son como piedras de río: mojados por fuera, pero secos por dentro. De seguro se refería a nuestra falta de coherencia y a la mediocridad con la que asumimos nuestra fe. En el Evangelio de hoy (miércoles 31º. del T.O.), Jesús nos hace exigencias, porque no basta decir que se es cristiano.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 14,25-33.
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
COMENTARIO
A poco que cualquiera de nosotros hayamos frecuentado nuestros templos nos habremos dado cuenta de que siempre hay gente que se queda justo, o casi, en el umbral de la puerta. Desde ahí participan en la misa dominical o en la misa de diario. No es porque no haya sitio dentro de la Iglesia. Esto, ciertamente, sucede algunas veces. Pero incluso cuando hay muchos bancos vacíos, donde se podría estar más cómodo y participar mejor, hay siempre personas que se quedan en la puerta. Puede ser por muchas razones. Y lo último que podemos hacer es juzgar sin escuchar a las personas.
Pero la imagen de la persona que se queda a medio camino, dentro del templo pero sin entrar del todo nos puede servir como una buena metáfora para comprender la actitud práctica, interior de muchos cristianos frente al Evangelio. Diría que ese estar dentro y fuera a la vez, justo en el límite, es una actitud vital. Somos muchos los que nos decimos cristianos pero a la vez no queremos comprometernos del todo. Queremos "nadar y guardar la ropa".
¡Ya está bien de mediocridad! Jesús nos desafía claramente en el evangelio de hoy a seguirle con todas las consecuencias. A no andar con componendas ni medias tintas. A tomar nuestras decisiones sabiendo que solamente vale la pena seguir a Jesús si vamos "a por todas".
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
www.mercaba.org
Tal vez fue Rabindranath Tagore, el célebre filósofo y poeta indio (1861-1941), quien dijo que los cristianos son como piedras de río: mojados por fuera, pero secos por dentro. De seguro se refería a nuestra falta de coherencia y a la mediocridad con la que asumimos nuestra fe. En el Evangelio de hoy (miércoles 31º. del T.O.), Jesús nos hace exigencias, porque no basta decir que se es cristiano.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 14,25-33.
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
COMENTARIO
A poco que cualquiera de nosotros hayamos frecuentado nuestros templos nos habremos dado cuenta de que siempre hay gente que se queda justo, o casi, en el umbral de la puerta. Desde ahí participan en la misa dominical o en la misa de diario. No es porque no haya sitio dentro de la Iglesia. Esto, ciertamente, sucede algunas veces. Pero incluso cuando hay muchos bancos vacíos, donde se podría estar más cómodo y participar mejor, hay siempre personas que se quedan en la puerta. Puede ser por muchas razones. Y lo último que podemos hacer es juzgar sin escuchar a las personas.
Pero la imagen de la persona que se queda a medio camino, dentro del templo pero sin entrar del todo nos puede servir como una buena metáfora para comprender la actitud práctica, interior de muchos cristianos frente al Evangelio. Diría que ese estar dentro y fuera a la vez, justo en el límite, es una actitud vital. Somos muchos los que nos decimos cristianos pero a la vez no queremos comprometernos del todo. Queremos "nadar y guardar la ropa".
¡Ya está bien de mediocridad! Jesús nos desafía claramente en el evangelio de hoy a seguirle con todas las consecuencias. A no andar con componendas ni medias tintas. A tomar nuestras decisiones sabiendo que solamente vale la pena seguir a Jesús si vamos "a por todas".
Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
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martes, 3 de noviembre de 2009
¿NOS EXCUSAMOS PARA NO ACOGER EL LLAMADO DE JESÚS?
¡Amor y paz!
Los invito a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la 31ª. semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 14,15-24.
Al oír estas palabras, uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!". Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'. El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'. Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'. A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'. Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'. El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".
COMENTARIO
La comida, la cena festiva, es en todas las culturas uno de los símbolos más grandes de unidad comunitaria y familiar. En la cultura semita era símbolo de la máxima comunión. Participar de la mesa de otra persona comprometía a los invitados con el oferente de la cena.
Jesús aprovecha este valor cultural para resaltar los valores del Reino. Pues, éste no es una realidad ajena a nuestra cotidianidad, al devenir histórico, a los valores humanos. El Reino de Dios es precisamente la máxima realización de los ideales humanos de fraternidad, solidaridad y justicia. Y, precisamente, en la comida comunitaria se viven los signos que muestran como posible o realizable el Reino entre los seres humanos.
La parábola del banquete del Reino muestra cómo los que están empeñados exclusivamente en sus negocios ("Compré un campo y es necesario que me disculpes"), en el frenesí de su trabajo ("Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas") o en la exclusividad del círculo familiar, no pueden entrar a participar plena y gozosamente en la vida comunitaria. Ésta exige, una disponibilidad generosa y la aspiración de construir algo más grande que los pequeños negocios y trabajos familiares.
Por estas razones, aquellos que están empeñados en sus propias preocupaciones sin mirar el horizonte de los pueblos, sin valorar las utopías históricas no están aptos para participar del banquete del Reino. Éste necesita de una apertura a todos los seres humanos y a todos los ideales de humanización. Por esto, los invitados son aquellos que realmente tienen esperanza histórica y confían en que pueden construir la nueva casa del Señor. Ésta es un proyecto alternativo, un mundo donde no hay excluidos y donde lo importante no es la productividad ni el lucro, sino la máxima expresión de la creación: el ser humano.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO
www.mercaba.org
Los invito a leer y meditar el Evangelio, en este martes de la 31ª. semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 14,15-24.
Al oír estas palabras, uno de los invitados le dijo: "¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!". Jesús le respondió: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente. A la hora de cenar, mandó a su sirviente que dijera a los invitados: 'Vengan, todo está preparado'. Pero todos, sin excepción, empezaron a excusarse. El primero le dijo: 'Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego me disculpes'. El segundo dijo: 'He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego me disculpes'. Y un tercero respondió: 'Acabo de casarme y por esa razón no puedo ir'. A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: 'Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos'. Volvió el sirviente y dijo: 'Señor, tus órdenes se han cumplido y aún sobra lugar'. El señor le respondió: 'Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que entre, de manera que se llene mi casa. Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena'".
COMENTARIO
La comida, la cena festiva, es en todas las culturas uno de los símbolos más grandes de unidad comunitaria y familiar. En la cultura semita era símbolo de la máxima comunión. Participar de la mesa de otra persona comprometía a los invitados con el oferente de la cena.
Jesús aprovecha este valor cultural para resaltar los valores del Reino. Pues, éste no es una realidad ajena a nuestra cotidianidad, al devenir histórico, a los valores humanos. El Reino de Dios es precisamente la máxima realización de los ideales humanos de fraternidad, solidaridad y justicia. Y, precisamente, en la comida comunitaria se viven los signos que muestran como posible o realizable el Reino entre los seres humanos.
La parábola del banquete del Reino muestra cómo los que están empeñados exclusivamente en sus negocios ("Compré un campo y es necesario que me disculpes"), en el frenesí de su trabajo ("Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas") o en la exclusividad del círculo familiar, no pueden entrar a participar plena y gozosamente en la vida comunitaria. Ésta exige, una disponibilidad generosa y la aspiración de construir algo más grande que los pequeños negocios y trabajos familiares.
Por estas razones, aquellos que están empeñados en sus propias preocupaciones sin mirar el horizonte de los pueblos, sin valorar las utopías históricas no están aptos para participar del banquete del Reino. Éste necesita de una apertura a todos los seres humanos y a todos los ideales de humanización. Por esto, los invitados son aquellos que realmente tienen esperanza histórica y confían en que pueden construir la nueva casa del Señor. Ésta es un proyecto alternativo, un mundo donde no hay excluidos y donde lo importante no es la productividad ni el lucro, sino la máxima expresión de la creación: el ser humano.
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lunes, 2 de noviembre de 2009
AL FINAL, TODOS PRESENTAREMOS EXAMEN DE ‘AMOR’
¡Amor y paz!
Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la 31ª. semana del Tiempo Ordinario, cuando celebramos la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
COMENTARIO
Ante ti están la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida y vivirán tú y tu descendencia (Dt. 30, 19).
En la vida hemos de tener un momento de gran seriedad para con nosotros mismos para poder elegir, con la mayor claridad posible, nuestro comportamiento moral, consecuencia de nuestra decisión de fe y de amor a Cristo Jesús.
Si nosotros pensamos que nuestra fe y nuestro amor activo hacia Cristo tienen como meta final el culto y no tiene injerencia alguna en la vida ordinaria, en el trato con los demás, nos hemos equivocado. Con una visión así acerca de la fe probablemente seamos muy puntuales en acudir al culto y en orar personalmente; pero al volver a nuestra vida ordinaria llevaremos los ojos y los oídos cerrados para evitar ver el sufrimiento de los pobres y desvalidos, y evitar escuchar los reclamos de quienes viven desprotegidos.
Con el Evangelio de este día el Señor nos hace ver que el culto que le tributamos a Él, el amor que decimos tenerle mientras no se concrete en dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de hospedar al forastero, de asistir al enfermo, de visitar al encarcelado, será un amor que le honrará, sí con los labios, mientras nuestro corazón estaría lejos de Él.
Ciertamente al final del tiempo seremos juzgados en el amor, en el amor a Dios concretado en el amor al prójimo; pues quien dice que ama a Dios a quien no ve y desprecia a su prójimo a quien sí ve, es un mentiroso.
Que la opción fundamental que le dé sentido a toda nuestra vida, como un canto firme en torno al cual se entreteja toda nuestra existencia, sea el amor a Dios hecho amor concreto hacia nuestro prójimo, de un modo preferencial hacia quienes necesitan de un signo de Cristo Salvador, Misericordioso y Compasivo entre ellos.
Que en nuestro amor no actuemos sirviendo por miedo a que si no lo hacemos seríamos condenados, sino porque al poseer la Vida y el Espíritu de Dios en nosotros seamos congruentes con nuestra fe, y dejemos que el Espíritu de Dios transforme nuestra existencia en un testimonio vivo del Señor que, sin importarle nuestras rebeldías, se hizo Dios-con-nosotros para socorrer a los pobres y salvar a los culpables.
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Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la 31ª. semana del Tiempo Ordinario, cuando celebramos la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 25,31-46.
Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'. Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
COMENTARIO
Ante ti están la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida y vivirán tú y tu descendencia (Dt. 30, 19).
En la vida hemos de tener un momento de gran seriedad para con nosotros mismos para poder elegir, con la mayor claridad posible, nuestro comportamiento moral, consecuencia de nuestra decisión de fe y de amor a Cristo Jesús.
Si nosotros pensamos que nuestra fe y nuestro amor activo hacia Cristo tienen como meta final el culto y no tiene injerencia alguna en la vida ordinaria, en el trato con los demás, nos hemos equivocado. Con una visión así acerca de la fe probablemente seamos muy puntuales en acudir al culto y en orar personalmente; pero al volver a nuestra vida ordinaria llevaremos los ojos y los oídos cerrados para evitar ver el sufrimiento de los pobres y desvalidos, y evitar escuchar los reclamos de quienes viven desprotegidos.
Con el Evangelio de este día el Señor nos hace ver que el culto que le tributamos a Él, el amor que decimos tenerle mientras no se concrete en dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de hospedar al forastero, de asistir al enfermo, de visitar al encarcelado, será un amor que le honrará, sí con los labios, mientras nuestro corazón estaría lejos de Él.
Ciertamente al final del tiempo seremos juzgados en el amor, en el amor a Dios concretado en el amor al prójimo; pues quien dice que ama a Dios a quien no ve y desprecia a su prójimo a quien sí ve, es un mentiroso.
Que la opción fundamental que le dé sentido a toda nuestra vida, como un canto firme en torno al cual se entreteja toda nuestra existencia, sea el amor a Dios hecho amor concreto hacia nuestro prójimo, de un modo preferencial hacia quienes necesitan de un signo de Cristo Salvador, Misericordioso y Compasivo entre ellos.
Que en nuestro amor no actuemos sirviendo por miedo a que si no lo hacemos seríamos condenados, sino porque al poseer la Vida y el Espíritu de Dios en nosotros seamos congruentes con nuestra fe, y dejemos que el Espíritu de Dios transforme nuestra existencia en un testimonio vivo del Señor que, sin importarle nuestras rebeldías, se hizo Dios-con-nosotros para socorrer a los pobres y salvar a los culpables.
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