¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a que lean y mediten el Evangelio, en este sábado de la XV Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 12,14-21.
En seguida los fariseos salieron y se confabularon para buscar la forma de acabar con él. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Muchos lo siguieron, y los curó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre.
COMENTARIO
La posición de Jesús en torno al sábado provoca la confabulación de los fariseos, que quieren acabar con Él. Entonces, se retira, pero sigue actuando, curando en un día en que estaba prohibido hacerlo. Se nota aquí el contraste entre quienes buscan matar y quien defiende la vida, entre quienes defienden la norma y quien se interesa por el bien del hombre.
Jesús sigue asistiendo a los seres humanos necesitados y promoviendo el cambio de las mentalidades, pero no quiere que se hable aún de sus milagros ni del misterio de su persona.
Atentan contra su integridad y tiene que evadirse. ¿Es esta actitud un signo de fracaso o de resignación derrotista? El evangelista Mateo contesta a esta pregunta con la más larga cita del Antiguo Testamento, -del profeta Isaías-:
-"Este es mi servidor (…) anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia (…)”.
Esto significa que Jesús no es un agitador político ni un líder militar. Su misión no se realiza con las armas ni con la fuerza. Así lo ratificará más tarde, ante Pilatos:
«Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis seguidores habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero no, mi Reino no es de aquí» (Jn 18, 33ss).
Si Jesús no utiliza las armas para confrontar con los que ostentan el poder, tampoco implanta la justicia arrollando al débil. Su estilo emana del Espíritu que ha sido derramado sobre Él: suavidad y mansedumbre con lo débil y vacilante, y su acción está orientada a curar, enderezar, revivir y ayudar al menesteroso.
En síntesis, Jesús plantea cambiar la concepción y práctica de la ley de Moisés para establecer la justicia, a través del amor por los hermanos, que nace del amor de Dios. Una nueva forma de ser y de vivir que Jesús nos propone, pero no nos impone.
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