¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes 32 del Tiempo Ordinario, ciclo C,
Dios nos bendice
1ª Lectura (Sab 1,1-7):
Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero. Lo encuentran los que no exigen pruebas, y se revela a los que no desconfían. Los razonamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, sometido a prueba, pone en evidencia a los necios. La sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado. El espíritu educador y santo rehúye la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos sin sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia. La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al deslenguado; Dios penetra sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y escucha lo que dice su lengua. Porque el espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.
Salmo responsorial: 138
R/. Guíame, Señor, por el camino eterno.
Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me
siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y
mi descanso.
Todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya,
Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco.
¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el
cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. R/.
Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí
me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.
Versículo antes del Evangelio (Flp 2,15d.16a):
Aleluya. Iluminad al mundo con la luz del Evangelio reflejada en vuestras vidas. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 17,1-6):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es
imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le
vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que
escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.
»Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca
contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me
arrepiento’, le perdonarás».
Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si
tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro:
‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido».
Comentario
Hoy, el Evangelio nos habla de tres temas importantes. En
primer lugar, de nuestra actitud ante los niños. Si en otras ocasiones se nos
hizo el elogio de la infancia, en ésta se nos advierte del mal que se les puede
ocasionar.
Escandalizar no es alborotar o extrañar, como a veces se entiende; la palabra
griega usada por el evangelista fue “skandalon”, que significa objeto que hace
tropezar o resbalar, una piedra en el camino o una piel de plátano, para
entendernos. Al niño hay que tenerle mucho respeto, y ¡ay de aquél que de
cualquier manera le inicie en el pecado! (cf. Lc 17,1). Jesús le anuncia un
castigo tremendo y lo hace con una imagen muy elocuente. Todavía se ven en
Tierra Santa piedras de molino antiguas; son una especie de grandes diávolos
(se parecen también, en mayor tamaño, a los collares que se ponen en el cuello
a los traumatizados). Introducir la piedra en el escandalizador y echarlo al
agua expresa un terrible castigo. Jesús utiliza un lenguaje casi de humor
negro. ¡Pobres de nosotros si dañamos a los niños! ¡Pobres de nosotros si les
iniciamos en el pecado! Y hay muchas formas de perjudicarlos: mentir,
ambicionar, triunfar injustamente, dedicarse a menesteres que satisfarán su
vanidad...
En segundo lugar, el perdón. Jesús nos pide que perdonemos tantas veces como
sea necesario, y aún en el mismo día, si el otro está arrepentido, aunque nos
escueza el alma: «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente,
perdónale» (Lc 17,3). El termómetro de la caridad es la capacidad de perdonar.
En tercer lugar, la fe: más que una riqueza del entendimiento (en sentido
meramente humano), es un “estado de ánimo”, fruto de la experiencia de Dios, de
poder obrar contando con su confianza. «La fe es el principio de la verdadera
vida», dice san Ignacio de Antioquía. Quien actúa con fe logra cosas
asombrosas, así lo expresa el Señor al decir: «Si tuvierais fe como un grano de
mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os
habría obedecido» (Lc 17,6).
Rev. D. Pedro-José YNARAJA i Díaz (El Montanyà, Barcelona, España)
Evangeli.net
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