¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado 29 del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Rom 8,1-11):
Hermanos: Ahora no pesa condena alguna sobre los que
están unidos a Cristo Jesús, pues, por la unión con Cristo Jesús, la ley del
Espíritu de vida me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no
pudo hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, lo ha hecho Dios:
envió a su Hijo encarnado en una carne pecadora como la nuestra, haciéndolo
víctima por el pecado, y en su carne condenó el pecado. Así, la justicia que
proponía la Ley puede realizarse en nosotros, que ya no procedemos dirigidos
por la carne, sino por el Espíritu.
Porque los que se dejan dirigir por la carne tienden a lo carnal; en cambio,
los que se dejan dirigir por el Espíritu tienden a lo espiritual. Nuestra carne
tiende a la muerte; el Espíritu, a la vida y a la paz. Porque la tendencia de
la carne es rebelarse contra Dios; no sólo no se somete a la ley de Dios, ni
siquiera lo puede. Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios.
Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el
Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no
es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por
el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu
del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que
resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Salmo responsorial: 23
R/. Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos
sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
Versículo antes del Evangelio (Ez 33,11):
Aleluya. No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 13,1-9):
En aquel tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de
los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les
respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los
demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os
convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que
se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que
los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os
convertís, todos pereceréis del mismo modo».
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue
a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace
tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala;
¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por
este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si
da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».
Comentario
Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar sobre el
inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera en su
viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita
aparenta ser lo que no es. Esta mentira llega a su cima al fingir virtud
(aspecto moral) siendo vicioso, o devoción (aspecto religioso) al buscarse uno
mismo y sus propios intereses y no a Dios. La hipocresía moral abunda en el
mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.
Las invectivas de Jesús contra los escribas y fariseos —más claras y directas
en otros pasajes evangélicos— son terribles. No podemos leer o escuchar lo que
acabamos de leer o escuchar sin que estas palabras nos lleguen al fondo del
corazón, si realmente las hemos escuchado y entendido.
Lo diré en plural personal, ya que todos experimentamos la distancia entre lo
que aparentamos ser y lo que somos de veras. Lo somos los políticos cuando nos
aprovechamos del país proclamando que estamos a su servicio; los cuerpos de
seguridad cuando protegemos a grupos corruptos en nombre del orden público; el
personal sanitario cuando suprimimos vidas incipientes o terminales en nombre
de la medicina; los medios de comunicación social cuando falseamos las noticias
y pervertimos al personal diciendo que lo estamos divirtiendo; los
administradores de los fondos públicos cuando desviamos una parte de ellos
hacia nuestros bolsillos (individuales o de partido) y alardeamos de honestidad
pública; los laicistas cuando impedimos la dimensión pública de la religión en
nombre de la libertad de conciencia; los religiosos cuando vivimos de nuestras
instituciones con infidelidad al espíritu y a las exigencias de los fundadores;
los sacerdotes cuando vivimos del altar pero no servimos abnegadamente a
nuestros feligreses con espíritu evangélico; etc.
¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que nuestra conciencia nos dice lo que
tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para dedicarnos únicamente a ver la paja
en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta siquiera de la viga que ciega el
nuestro. ¿O no?
—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras pequeñas, medianas y grandes
hipocresías!
Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
Evangeli.net
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