¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este jueves 30 del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice
1ª Lectura (Rom 8,31b-39):
Si Dios está con
nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo,
sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién
acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará?
¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y
que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la
aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el
peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada
día, nos tratan como a ovejas de matanza».
Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy
convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente,
ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá
apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Salmo responsorial: 108
R/. Sálvame, Señor, por tu bondad.
Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre, líbrame con la
ternura de tu bondad; que yo soy un pobre desvalido, y llevo dentro el corazón
traspasado.
Socórreme, Señor, Dios mío, sálvame por tu bondad. Reconozcan que aquí está tu
mano, que eres tú, Señor, quien lo ha hecho.
Yo daré gracias al Señor con voz potente, lo alabaré en medio de la multitud:
porque se puso a la derecha del pobre, para salvar su vida de los jueces.
Versículo antes del Evangelio (Cf. Lc 19,38; 2,14):
Aleluya. ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 13,31-35):
En aquel tiempo,
algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque
Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso
demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.
Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un
profeta perezca fuera de Jerusalén’.
»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son
enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su
nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra
casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis:
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».
Comentario
Hoy podemos admirar la firmeza de Jesús en el
cumplimiento de la misión que le ha encomendado el Padre del cielo. Él no se va
a detener por nada: «Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y
mañana» (Lc 13,32). Con esta actitud, el Señor marcó la pauta de conducta que a
lo largo de los siglos seguirían los mensajeros del Evangelio ante las
persecuciones: no doblegarse ante el poder temporal. San Agustín dice que, en
tiempo de persecuciones, los pastores no deben abandonar a los fieles: ni a los
que sufrirán el martirio ni a los que sobrevivirán, como el Buen Pastor, que al
ver venir al lobo, no abandona el rebaño, sino que lo defiende. Pero visto el
fervor con que todos los pastores de la Iglesia se disponían a derramar su
sangre, indica que lo mejor será echar a suertes quiénes de los clérigos se
entregarán al martirio y quiénes se pondrán a salvo para luego cuidarse de los
supervivientes.
En nuestra época, con desgraciada frecuencia, nos llegan noticias de
persecuciones religiosas, violencias tribales o revueltas étnicas en países del
Tercer Mundo. Las embajadas occidentales aconsejan a sus conciudadanos que
abandonen la región y repatríen su personal. Los únicos que permanecen son los
misioneros y las organizaciones de voluntarios, porque les parecería una
traición abandonar a los “suyos” en momentos difíciles.
«¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son
enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su
nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra
casa» (Lc 13,34-35). Este lamento del Señor produce en nosotros, los cristianos
del siglo XXI, una tristeza especial, debida al sangrante conflicto entre
judíos y palestinos. Para nosotros, esa región del Próximo Oriente es la Tierra
Santa, la tierra de Jesús y de María. Y el clamor por la paz en todos los
países debe ser más intenso y sentido por la paz en Israel y Palestina.
Rev. D. Àngel Eugeni PÉREZ i Sánchez (Barcelona, España)
Evangeli.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario