viernes, 19 de septiembre de 2025

Algunas mujeres acompañaban a Jesús y le ayudaban con sus bienes

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes 24 del Tiempo Ordinario, ciclo C.

 

Dios nos bendice

 

1ª Lectura (1Tim 6,2c-12):

 

Esto es lo que tienes que enseñar y recomendar. Si alguno enseña otra cosa distinta, sin atenerse a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que armoniza con la piedad, es un orgulloso y un ignorante, que padece la enfermedad de plantear cuestiones inútiles y discutir atendiendo sólo a las palabras. Esto provoca envidias, polémicas, difamaciones, sospechas maliciosas, controversias propias de personas tocadas de la cabeza, sin el sentido de la verdad, que se han creído que la piedad es un medio de lucro.

Es verdad que la piedad es una ganancia, cuando uno se contenta con poco. Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Teniendo qué comer y qué vestir nos basta. En cambio, los que buscan riquezas caen en tentaciones, trampas y mil afanes absurdos y nocivos, que hunden a los hombres en la perdición y la ruina. Porque la codicia es la raíz de todos los males, y muchos, arrastrados por ella, se han apartado de la fe y se han acarreado muchos sufrimientos. Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto; practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza. Combate el buen combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.

 

Salmo responsorial: 48

 

R/. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

 

¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.

No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz.

 

Versículo antes del Evangelio (Cf. Mt 11,25):

 

Aleluya. Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla. Aleluya.

 

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3):

 

En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

 

Comentario

 

Hoy admiramos a las mujeres que habían seguido a Jesús por Él mismo, por gratitud del bien que habían recibido de Él («habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades»). No le seguían por la esperanza de hacer una carrera después. Éste es uno de los signos más ciertos de la honestidad y de la credibilidad histórica de los evangelios: el papel mezquino que hacen en ellos los autores y los inspiradores de los evangelios, y el maravilloso papel que muestran de las mujeres.

Su presencia junto al crucificado y el resucitado contiene una enseñanza vital para nosotros hoy. Nuestra civilización, dominada por la técnica, tiene necesidad de un corazón para que el hombre pueda sobrevivir en ella, sin deshumanizarse totalmente. Debemos dar más espacio a las razones del corazón, si queremos evitar que nuestro planeta se desplome espiritualmente en una era glacial.

No es difícil entender por qué estamos tan ansiosos de aumentar nuestros conocimientos y tan poco de aumentar nuestra capacidad de amar: el conocimiento se traduce automáticamente en poder, el amor en servicio: «La ciencia hincha, el amor edifica» (1Cor 8,1).

De hecho, ninguna mujer estuvo involucrada, ni siquiera indirectamente, en la condena de Jesucristo. Incluso la única mujer pagana que se menciona en los relatos, la esposa de Pilato, se disoció de su condena (cf. Mt 27,19). Es cierto que Jesús murió también por los pecados de las mujeres, pero históricamente sólo ellas pueden verdaderamente decir: «Somos inocentes de la sangre de éste» (Mt 27,24).

Siempre nos hemos preguntado cómo es que las piadosas mujeres son las primeras en ver al Resucitado y por qué a ellas se les encargue la misión de anunciarlo a los apóstoles. La verdadera respuesta es ésta: las mujeres fueron las primeras en ver al Resucitado porque habían sido las últimas en abandonarle muerto, e, incluso después de la muerte, acudieron a llevar aromas a su sepulcro (cf. Mc 16,1).

Con ellas estaba Santa María: las madres no abandonan a un hijo, ni siquiera condenado a muerte.

(De la predicación del Viernes Santo 2007, en la Basílica de San Pedro)

Cardenal Raniero CANTALAMESSA (Città del Vaticano, Vaticano)

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jueves, 18 de septiembre de 2025

«A los pies de Jesús, comenzó a llorar»

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este jueves 24 del Tiempo Ordinario, ciclo C.

 

Dios nos bendice

 

1ª Lectura (1Tim 4,12-16):

 

Querido hermano: Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez. Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar. No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros. Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas. Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante; si lo haces, te salva ras a ti y a los que te escuchan.

 

Salmo responsorial: 110

 

R/. Grandes son las obras del Señor.

 

Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza: son estables para siempre jamás, se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza, su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor, tienen buen juicio los que lo practican; la alabanza del Señor dura por siempre.

 

Versículo antes del Evangelio (Mt 11,28):

 

 Aleluya. Venid a mí, todos los que estéis fatigados y agobiados por la carga, y yo os daré alivio, dice el Señor. Aleluya.

 

Texto del Evangelio (Lc 7,36-50):

 

En aquel tiempo, un fariseo rogó a Jesús que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de Jesús, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.

Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora». Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte». Él dijo: «Di, maestro». «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?». Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más». Él le dijo: «Has juzgado bien», y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra».

Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados». Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?». Pero Él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».

 

Comentario

 

Hoy, Simón fariseo, invita a comer a Jesús para llamar la atención de la gente. Era un acto de vanidad, pero el trato que dio a Jesús al recibirlo, no correspondió ni siquiera a lo más elemental.

Mientras cenan, una pecadora pública hace un gran acto de humildad: «Poniéndose detrás, a los pies de Jesús, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume» (Lc 7,38).

El fariseo, en cambio, al recibir a Jesús no le dio el beso del saludo, agua para sus pies, toalla para secarlos, ni le ungió la cabeza con aceite. Además el fariseo piensa mal: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora» (Lc 7,39). ¡De hecho, el que no sabía con quién trataba era el fariseo!

El Papa Francisco ha insistido mucho en la importancia de acercarse a los enfermos y así “tocar la carne de Cristo”. Al canonizar a santa Guadalupe García, Francisco dijo: «Renunciar a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús; amar la pobreza, para poder amar más a los pobres, enfermos y abandonados, para servirles con ternura y compasión: esto se llama “tocar la carne de Cristo”. Los pobres, abandonados, enfermos y los marginados son la carne de Cristo». Jesús tocaba a los enfermos y se dejaba tocar por ellos y los pecadores.

La pecadora del Evangelio tocó a Jesús y Él estaba feliz viendo cómo se transformaba su corazón. Por eso le regaló la paz recompensando su fe valiente. —Tú, amigo, ¿te acercas con amor para tocar la carne de Cristo en tantos que pasan junto a ti y te necesitan? Si sabes hacerlo, tu recompensa será la paz con Dios, con los demás y contigo mismo.

 

Mons. José Ignacio ALEMANY Grau, Obispo Emérito de Chachapoyas (Chachapoyas, Perú)

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miércoles, 17 de septiembre de 2025

Tocamos y no bailan, cantamos lamentaciones y no lloran

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles 24 del Tiempo Ordinario, ciclo C.

 

Dios nos bendice

 

1ª Lectura (1Tim 3,14-16):

 

Aunque espero ir a verte pronto, te escribo esto por si me retraso; quiero que sepas cómo hay que conducirse en la casa de Dios, es decir, en la asamblea de Dios vivo, columna y base de la verdad. Sin discusión, grande es el misterio que veneramos: Manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, predicado a los paganos, creído en el mundo, llevado a la gloria.

 

Salmo responsorial: 110

 

R/. Grandes son las obras del Señor.

 

Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento, a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles.

 

Versículo antes del Evangelio (Cf. Jn 6,63b.68b):

 

Aleluya. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. Aleluya.

 

Texto del Evangelio (Lc 7,31-35):

 

En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».

 

Comentario

 

Hoy, Jesús constata la dureza de corazón de la gente de su tiempo, al menos de los fariseos, que están tan seguros de sí mismos que no hay quien les convierta. No se inmutan ni delante de Juan el Bautista, «que no comía pan ni bebía vino» (Lc 7,33), y le acusaban de tener un demonio; ni tampoco se inmutan ante el Hijo del hombre, «que come y bebe», y le acusan de “comilón” y “borracho”, es más, de ser «amigo de publicanos y pecadores» (Lc 7,34). Detrás de estas acusaciones se esconden su orgullo y soberbia: nadie les ha de dar lecciones; no aceptan a Dios, sino que se hacen su dios, un dios que no les mueva de sus comodidades, privilegios e intereses.

Nosotros también tenemos este peligro. ¡Cuántas veces lo criticamos todo: si la Iglesia dice eso, porque dice aquello, si dice lo contrario...!; y lo mismo podríamos criticar refiriéndonos a Dios o a los demás. En el fondo, quizá inconscientemente, queremos justificar nuestra pereza y falta de deseo de una verdadera conversión, justificar nuestra comodidad y falta de docilidad. Dice san Bernardo: «¿Qué más lógico que no ver las propias llagas, especialmente si uno las ha tapado con el fin de no poderlas ver? De esto se sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra otro, defienda con tozudez que no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas».

Hemos de dejar que la Palabra de Dios llegue a nuestro corazón y nos convierta, dejar cambiarnos, transformarnos con su fuerza. Pero para eso hemos de pedir el don de la humildad. Solamente el humilde puede aceptar a Dios, y, por tanto, dejar que se acerque a nosotros, que como “publicanos” y “pecadores” necesitamos que nos cure. ¡Ay de aquél que crea que no necesita al médico! Lo peor para un enfermo es creerse que está sano, porque entonces el mal avanzará y nunca pondrá remedio. Todos estamos enfermos de muerte, y solamente Cristo nos puede salvar, tanto si somos conscientes de ello como si no. ¡Demos gracias al Salvador, acogiéndolo como tal!

 

Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer (Sabadell, Barcelona, España)

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martes, 16 de septiembre de 2025

«Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes 24 del Tiempo Ordinario, ciclo C.

 

Dios nos bendice

 

1ª Lectura (1Tim 3,1-13):

 

Es cierto que aspirar al cargo de obispo es aspirar a una excelente función. Por lo mismo, es preciso que el obispo sea irreprochable, que no se haya casado más que una vez; que sea sensato, prudente, bien educado, digno, hospitalario, hábil para enseñar; no dado al vino ni a la violencia, sino comprensivo, enemigo de pleitos y no ávido de dinero; que sepa gobernar bien su propia casa y educar dignamente a sus hijos. Porque, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios quien no sabe gobernar su propia casa? No debe ser recién convertido, no sea que se llene de soberbia y sea por eso condenado como el demonio. Es necesario que los no creyentes tengan buena opinión de él, para que no caiga en el descrédito ni en las redes del demonio.

Los diáconos deben, asimismo, ser respetables y sin doblez, no dados al vino ni a negocios sucios; deben conservar la fe revelada con una conciencia limpia. Que se les ponga a prueba primero y luego, si no hay nada que reprocharles, que ejerzan su oficio de diáconos. Las mujeres deben ser igualmente respetables, no chismosas, juiciosas y fieles en todo. Los diáconos, que sean casados una sola vez y sepan gobernar bien a sus hijos y su propia casa. Los que ejercen bien el diaconado alcanzarán un puesto honroso y gran autoridad para hablar de la fe que tenemos en Cristo Jesús.

 

Salmo responsorial: 100

 

R/. Danos, Señor, tu bondad y tu justicia.

 

Voy a cantar la bondad y la justicia; para ti, Señor, tocaré mi música. Voy a explicar el camino perfecto. ¿Cuándo vendrás a mí?

Quiero proceder en mi casa con recta conciencia. No quiero ocuparme de asuntos indignos, aborrezco las acciones criminales.

Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar; al altanero y al ambicioso no los soportaré.

Escojo a gente de fiar para que vivan conmigo; el que sigue un camino perfecto será mi servidor.

 

Versículo antes del Evangelio (Lc 7,16):

 

 Aleluya. Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. Aleluya.

 

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17):

 

En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

 

Comentario

 

Hoy, dos comitivas se encuentran. Una comitiva que acompaña a la muerte y otra que acompaña a la vida. Una pobre viuda, seguida por sus familiares y amigos, llevaba a su hijo al cementerio y de pronto, ve la multitud que iba con Jesús. Las dos comitivas se cruzan y se paran, y Jesús dice a la madre que iba a enterrar a su hijo: «No llores» (Lc 7,13). Todos se quedan mirando a Jesús, que no permanece indiferente al dolor y al sufrimiento de aquella pobre madre, sino, por el contrario, se compadece y le devuelve la vida a su hijo. Y es que encontrar a Jesús es hallar la vida, pues Jesús dijo de sí mismo: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11,25). San Braulio de Zaragoza escribe: «La esperanza de la resurrección debe confortarnos, porque volveremos a ver en el cielo a quienes perdemos aquí».

Con la lectura del fragmento del Evangelio que nos habla de la resurrección del joven de Naím, podría remarcar la divinidad de Jesús e insistir en ella, diciendo que solamente Dios puede volver un joven a la vida; pero hoy preferiría poner de relieve su humanidad, para que no veamos a Jesús como un ser lejano, como un personaje tan diferente de nosotros, o como alguien tan excesivamente importante que no nos inspire la confianza que puede inspirarnos un buen amigo.

Los cristianos hemos de saber imitar a Jesús. Debemos pedir a Dios la gracia de ser Cristo para los demás. ¡Ojalá que todo aquél que nos vea, pueda contemplar una imagen de Jesús en la tierra! Quienes veían a san Francisco de Asís, por ejemplo, veían la imagen viva de Jesús. Los santos son aquellos que llevan a Jesús en sus palabras y obras e imitan su modo de actuar y su bondad. Nuestra sociedad tiene necesidad de santos y tú puedes ser uno de ellos en tu ambiente.

 

Rev. D. Joan SERRA i Fontanet (Barcelona, España)

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lunes, 15 de septiembre de 2025

«Una espada te atravesará el alma»

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes en que celebramos la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, ciclo C.

 

Dios nos bendice

 

1ª Lectura (1Cor 10,14-22): 

 

Amigos míos, no tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata, formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Considerad a Israel según la carne: los que comen de las víctimas se unen al altar. ¿Qué quiero decir? ¿Que las víctimas son algo o que los ídolos son algo? No, sino que los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que os unáis a los demonios. No podéis beber de los dos cálices, del del Señor y del de los demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?

 

Salmo responsorial: 115

 

R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

 

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.

 

Versículo antes del Evangelio (---): 

 

Aleluya, aleluya. Dichosa la Virgen María, que sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor. Aleluya.

 

Texto del Evangelio (Lc 2,33-35):

 

 En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

 

Comentario

 

Hoy, en la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, escuchamos unas palabras punzantes en boca del anciano Simeón: «¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). Afirmación que, en su contexto, no apunta únicamente a la pasión de Jesucristo, sino a su ministerio, que provocará una división en el pueblo de Israel, y por lo tanto un dolor interno en María. A lo largo de la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver a Jesús rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte.

María, como todo discípulo de Jesús, ha de aprender a situar las relaciones familiares en otro contexto. También Ella, por causa del Evangelio, tiene que dejar al Hijo (cf. Mt 19,29), y ha de aprender a no valorar a Cristo según la carne, aun cuando había nacido de Ella según la carne. También Ella ha de crucificar su carne (cf. Ga 5,24) para poder ir transformándose a imagen de Jesucristo. Pero el momento fuerte del sufrimiento de María, en el que Ella vive más intensamente la cruz es el momento de la crucifixión y la muerte de Jesús.

También en el dolor, María es el modelo de perseverancia en la doctrina evangélica al participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia (cf. Regla de san Benito, Prólogo 50). Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo, en el momento del Calvario. De esta manera, María se convierte en figura y modelo para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de Cristo, también está unida a su resurrección (cf. Rm 6,5). La perseverancia de María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva irradiación en bien de la Iglesia y de la Humanidad. María nos precede en el camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a nosotros a participar con Ella en esta gran aventura.

 

P. Abad Dom Josep Mª SOLER OSB Abad de Montserrat(Barcelona, España)

 

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domingo, 14 de septiembre de 2025

Jesús nos invita a pedir perdón, y a perdonar como Dios perdona

¡Amor y paz!

 

Los invito, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, ciclo C. (En Europa, se celebra hoy la Exaltación de la Santa Cruz),

 

Dios nos bendice

 

Primera lectura

Del libro del Éxodo: 32, 7-11. 13-14

 

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: ‘Éste es tu dios, Israel; es el que te sacó de Egipto’”.

El Señor le dijo también a Moisés: “Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo”.

Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: “¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: ‘Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido’”.

Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.

Palabra de Dios.

 

Salmo

/R/ Me levantaré y volveré a mi padre.

Por tu inmensa compasión y misericordia, 
Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. 
Lávame bien de todos mis delitos 
y purifícame de mis pecados. /R/

Crea en mí, Señor, un corazón puro, 
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. 
No me arrojes, Señor, lejos de ti, 
ni retires de mí tu santo espíritu. /R/

Señor, abre mis labios 
y cantará mi boca tu alabanza. 
Un corazón contrito te presento, 
y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. /R/

 

Segunda lectura

 

De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo: 1, 12-17

Querido hermano: Doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia, y la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí, al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús.

Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en él, para obtener la vida eterna.

Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

 

Evangelio

 

Del santo Evangelio según san Lucas: 15, 1-32

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”.

También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”.

Palabra del Señor.

 

Comentario

1. Jesús responde a las críticas de quienes se creen “buenos” con tres parábolas de misericordia

La parábola de la oveja perdida y rescatada inspiró a los primeros cristianos cuando eran perseguidos por el imperio romano y se refugiaban en las catacumbas de Roma, donde se encuentra la imagen más antigua que se conoce de Jesús: un joven pastor cargando una oveja sobre sus hombros.

Con esta parábola, como también con la de la moneda perdida y hallada, y la del hijo pródigo o derrochador, que en su sentido completo debería llamarse más bien parábola del padre misericordioso, el hijo arrepentido y su hermano insensible, Jesús nos muestra el amor compasivo de Dios que busca al pecador para que se convierta, se alegra al rescatarlo y recibe con su cariño inmenso de padre al hijo que, reconociendo su pecado, le pide perdón, y sin dejarle terminar la confesión que había preparado, le celebra una fiesta e invita al hijo mayor a alegrarse y obrar también con misericordia.

2. Jesús nos invita a compartir la misericordia de Dios

Los escribas o doctores de la ley y fariseos, que se creían santos, rechazaban a Jesús porque dejaba que se le acercaran los “publicanos” o recaudadores de impuestos que se enriquecían a costa del pueblo, y en general los pecadores y pecadoras, a quienes les daba la oportunidad de convertirse. La actitud farisaica arrogante, incapaz de compasión y que existe también hoy, corresponde a la del hijo mayor de la tercera parábola Jesús, en cambio, no sólo nos muestra en su propia persona cómo es el Dios verdadero, totalmente distinto del vengativo al que apelan los fanáticos religiosos, sino que además nos invita a tener nosotros su misma actitud de misericordia.

Jesús había dicho “sean misericordiosos como su Padre es misericordioso” (Lucas 6, 27-38). La palabra miseri-cordia, del latín miseri (desdichados) y cor (corazón), significa la apertura cordial a quienes necesitan de ayuda y de salvación. Y la palabra compasión, también derivada del latín, significa padecer-con, o sea sentir como propia la desdicha del otro. En griego, la lengua original de los evangelios, el verbo equivalente a tener compasión es splagchnizomai (σπλαγχνίζομαι), relacionado con el término splagma que se refiere a las vísceras (intestinos, corazón, pulmones, hígado, riñones), y que corresponde a un sentimiento hondo de ternura. La esplacnología es la rama de la anatomía que estudia las vísceras. El verbo en griego aparece 17 veces aplicado a Jesús, y expresa el movimiento interno de quien siente compasión desde lo profundo de su ser, desde su corazón y sus entrañas. Y Él mismo emplea el término esplagchnisze para decir que el padre “se conmovió”, en la traducción latina “misercordia motus est” (fue movido por la misericordia).

3. Jesús nos invita a pedir perdón, y a perdonar como Dios perdona

En la primera lectura (Éxodo 32, 7-11.13-14) se nos cuenta que, ante la súplica de Moisés que le imploraba misericordia para los israelitas que habían caído en la idolatría, “el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo”. Así, ya desde el Antiguo Testamento se muestra en la Biblia una evolución en la concepción de Dios, a quien Jesús revelaría plenamente, no como un juez implacable, sino como un padre misericordioso, el mismo que nos presenta Pablo en la segunda lectura (I Timoteo 1, 12-17) al evocar su propia conversión: “Yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí (…). El Señor derrochó su gracia en mí (…). Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí”.

Dispongámonos pues a pedir perdón por nuestros pecados con una sincera voluntad de conversión como el hijo arrepentido, y a perdonar como el Dios misericordioso que nos muestra con sus hechos y palabras Jesús de Nazaret. Y al conmemorar mañana a María santísima como la Virgen de los Dolores, quien fue testigo del amor redentor de su Hijo cuya primera palabra dirigida a Dios Padre al ser crucificado fue “perdónalos”, invoquemos su intercesión como se la llama en la Salve: Madre de misericordia, o sea madre de la misericordia misma que es Dios hecho hombre en la persona de Jesús, para que nos alcance la gracia de ser misericordiosos como Dios es misericordioso.

Gabriel J. Pérez S.J.

Jesuitas. co