¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado 17 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Jer 26,11-16.24):
En aquellos días, los sacerdotes y los profetas dijeron a
los príncipes y al pueblo: «Este hombre es reo de muerte, porque ha profetizado
contra esta ciudad, como lo habéis oído con vuestros oídos».
Jeremías respondió a los príncipes y al pueblo: «El Señor me envió a profetizar
contra este templo y esta ciudad las palabras que habéis oído. Pero, ahora,
enmendad vuestra conducta y vuestras acciones, escuchad la voz del Señor,
vuestro Dios; y el Señor se arrepentirá de la amenaza que pronunció contra
vosotros. Yo, por mi parte, estoy en vuestras manos: haced de mí lo que mejor
os parezca. Pero, sabedlo bien: si vosotros me matáis, echáis sangre inocente
sobre vosotros, sobre esta ciudad y sus habitantes. Porque ciertamente me ha
enviado el Señor a vosotros, a predicar a vuestros oídos estas palabras».
Los príncipes del pueblo dijeron a los sacerdotes y profetas: «Este hombre no
es reo de muerte, porque nos ha hablado en nombre del Señor, nuestro Dios».
Entonces Ajicán, hijo de Safán, se hizo cargo de Jeremías, para que no lo
entregaran al pueblo para matarlo.
Salmo responsorial: 68
R/. Escúchame, Señor, el día de tu favor.
Arráncame del cieno, que no me hunda; líbrame de los que
me aborrecen, y de las aguas sin fondo. Que no me arrastre la corriente, que no
me trague el torbellino, que no se cierre la poza sobre mí.
Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre
de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Versículo antes del Evangelio (Mt 5,10):
Aleluya. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mt 14,1-12):
En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de la fama
de Jesús, y dijo a sus criados: «Ese es Juan el Bautista; él ha resucitado de
entre los muertos, y por eso actúan en él fuerzas milagrosas».
Es que Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la
cárcel, por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo. Porque Juan le
decía: «No te es lícito tenerla». Y aunque quería matarle, temió a la gente,
porque le tenían por profeta.
Mas llegado el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de
todos gustando tanto a Herodes, que éste le prometió bajo juramento darle lo
que pidiese. Ella, instigada por su madre, «dame aquí, dijo, en una bandeja, la
cabeza de Juan el Bautista». Entristecióse el rey, pero, a causa del juramento
y de los comensales, ordenó que se le diese, y envió a decapitar a Juan en la
cárcel. Su cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la muchacha, la cual
se la llevó a su madre. Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver
y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.
Comentario
Hoy, la liturgia nos invita a contemplar una injusticia:
la muerte de Juan Bautista; y, a la vez, descubrir en la Palabra de Dios la
necesidad de un testimonio claro y concreto de nuestra fe para llenar de
esperanza el mundo.
Os invito a centrar nuestra reflexión en el personaje del tetrarca Herodes.
Realmente, para nosotros, es un contratestigo pero nos ayudará a destacar
algunos aspectos importantes para nuestro testimonio de fe en medio del mundo.
«Se enteró el tetrarca Herodes de la fama de Jesús» (Mt 14,1). Esta afirmación
remarca una actitud aparentemente correcta, pero poco sincera. Es la realidad
que hoy podemos encontrar en muchas personas y, quizás también en nosotros.
Mucha gente ha oído hablar de Jesús, pero, ¿quién es Él realmente?, ¿qué
implicación personal nos une a Él?
En primer lugar, es necesario dar una respuesta correcta; la del tetrarca
Herodes no pasa de ser una vaga información: «Ese es Juan el Bautista; él ha
resucitado de entre los muertos» (Mt 14,2). De cierto que echamos en falta la
afirmación de Pedro ante la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo? Simón Pedro le respondió: ‘Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo’»
(Mt 16,15-16). Y esta afirmación no deja lugar para el miedo o la indiferencia,
sino que abre la puerta a un testimonio fundamentado en el Evangelio de la
esperanza. Así lo definía San Juan Pablo II en su Exhortación apostólica La
Iglesia en Europa: «Con toda la Iglesia, invito a mis hermanos y hermanas en la
fe a abrirse constante y confiadamente a Cristo y a dejarse renovar por Él,
anunciando con el vigor de la paz y el amor a todas las personas de buena
voluntad que, quién encuentra al Señor conoce la Verdad, descubre la Vida y
reconoce el Camino que conduce a ella».
Que, hoy sábado, la Virgen María, la Madre de la esperanza, nos ayude a
descubrir realmente a Jesús y a dar un buen testimonio de Él a nuestros
hermanos.
Rev. D. Joan Pere PULIDO i Gutiérrez Secretario del obispo de Sant Feliu (Sant Feliu de Llobregat, España)
Evangeli.net
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