¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios en este miércoles 7 del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (Sant 4,13-17):
Queridos hermanos: Vosotros decís: «Mañana o pasado iremos a esa ciudad y pasaremos allí el año negociando y ganando dinero». Y ni siquiera sabéis qué pasará mañana. Pues, ¿qué es vuestra vida? Una nube que aparece un momento y en seguida desaparece. Debéis decir así: «Si el Señor lo quiere y vivimos, haremos esto o lo otro». En vez de eso, no paráis de hacer grandes proyectos, fanfarroneando; y toda jactancia de ese estilo es mala cosa. Al fin y al cabo, quien conoce el bien que debe hacer y no lo hace es culpable.
Salmo responsorial: 48
R/. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del
orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres.
¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los
malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas?
Si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate. Es tan caro el rescate de la
vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.
Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, legan
sus riquezas a extraños.
Versículo antes del Evangelio (Jn 14,6):
Aleluya. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, dice el Señor; nadie viene al Padre, sino por mí. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 9,38-40):
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros».
Comentario
Hoy escuchamos una recriminación al apóstol Juan, que ve
a gente obrar el bien en el nombre de Cristo sin formar parte del grupo de sus
discípulos: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y
tratamos de impedírselo porque no viene con nosotros» (Mc 9,38). Jesús nos da
la mirada adecuada que hemos de tener ante estas personas: acogerlas y
ensanchar nuestras miras, con humildad respecto a nosotros mismos, compartiendo
siempre un mismo nexo de comunión, una misma fe, una misma orientación, es
decir, caminar juntos hacia la perfección del amor a Dios y al prójimo.
Esta manera de vivir nuestra vocación de “Iglesia” nos invita a revisar con paz
y seriedad la coherencia con que vivimos esta apertura de Jesucristo. Mientras
haya “otros” que nos “molesten” porque hacen lo mismo que nosotros, esto es un
claro indicio de que todavía el amor de Cristo no nos impregna en toda su
profundidad, y nos pedirá la “humildad” de aceptar que no agotamos “toda la
sabiduría y el amor de Dios”. En definitiva, aceptar que somos aquellos que
Cristo escoge para anunciar a todos cómo la humildad es el camino para
acercarnos a Dios.
Jesús obró así desde su Encarnación, cuando nos acerca al máximo la majestad de
Dios en la pequeñez de los pobres. Dice san Juan Crisóstomo: «Cristo no se
contentó con padecer la cruz y la muerte, sino que quiso también hacerse pobre
y peregrino, ir errante y desnudo, quiso ser arrojado en la cárcel y sufrir las
debilidades, para lograr de ti la conversión». Si Cristo no dejó pasar oportunidad
alguna para que vivamos el amor con los demás, tampoco dejemos pasar la ocasión
de aceptar al que es diferente a nosotros en la manera de vivir su vocación a
formar parte de la Iglesia, porque «el que no está contra nosotros, está por
nosotros» (Mc 9,40).
Rev. D. David CODINA i Pérez (Puigcerdà, Gerona, España)
Evangeli. net
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