¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado 4 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (1Re 3,4-15):
En aquellos días, Salomón fue a Gabaón a ofrecer allí
sacrificios, pues allí estaba la ermita principal. En aquel altar ofreció
Salomón mil holocaustos. En Gabaón el Señor se apareció en sueños a Salomón y
le dijo: «Pídeme lo que quieras».
Respondió Salomón: «Tú le hiciste una gran promesa a tu siervo, mi padre David,
porque caminó en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón; y le
has cumplido esa gran promesa, dándole un hijo que se siente en su trono: es lo
que sucede hoy. Pues bien, Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a
David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme.
Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable,
innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para
discernir el mal del bien, pues, ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo
tan numeroso?».
Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello, y Dios le dijo: «Por
haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida
de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te
cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido
antes ni lo habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas
y fama, mayores que las de rey alguno».
Salmo responsorial: 118
R/. Enséñame, Señor, tus leyes.
¿Cómo podrá un joven andar honestamente? Cumpliendo tus
palabras.
Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos.
En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.
Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.
Mis labios van enumerando los mandamientos de tu boca.
Mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas.
Versículo antes del Evangelio (Jn 10,27):
Aleluya. Mis ovejas oyen mi voz, dice el Señor; y yo las conozco y me siguen. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 6,30-34):
En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Comentario
Hoy, el Evangelio nos plantea una situación, una
necesidad y una paradoja que son muy actuales.
Una situación. Los Apóstoles están “estresados”: «Los que iban y venían eran
muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer» (Mc 6,30). Frecuentemente
nosotros nos vemos abocados al mismo trasiego. El trabajo exige buena parte de
nuestras energías; la familia, donde cada miembro quiere palpar nuestro amor;
las otras actividades en las que nos hemos comprometido, que nos hacen bien y,
a la vez, benefician a terceros... ¿Querer es poder? Quizá sea más razonable
reconocer que no podemos todo lo que quisiéramos.
Una necesidad. El cuerpo, la cabeza y el corazón reclaman un derecho: descanso.
En estos versículos tenemos un manual, frecuentemente ignorado, sobre el
descanso. Ahí destaca la comunicación. Los Apóstoles «le contaron todo lo que
habían hecho» (Mc 6,30). Comunicación con Dios, siguiendo el hilo de lo más
profundo de nuestro corazón. Y —¡qué sorpresa!— encontramos a Dios que nos
espera. Y espera encontrarnos con nuestros cansancios.
Jesús les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para
descansar un poco» (Mc 6,31). ¡En el plan de Dios hay un lugar para el
descanso! Es más, nuestra existencia, con todo su peso, debe descansar en Dios.
Lo descubrió el inquieto Agustín: «Nos has creado para ti y nuestro corazón
está inquieto hasta que no descanse en ti». El reposo de Dios es creativo; no
“anestésico”: toparse con su amor centra nuestro corazón y nuestros
pensamientos.
Una paradoja. La escena del Evangelio acaba “mal”: los discípulos no pueden
reposar. El plan de Jesús fracasa: son abordados por la gente. No han podido
“desconectar”. Nosotros, con frecuencia, no podemos liberarnos de nuestras
obligaciones (hijos, cónyuge, trabajo...): ¡sería como traicionarnos! Se impone
encontrar a Dios en estas realidades. Si hay comunicación con Dios, si nuestro
corazón descansa en Él, relativizaremos tensiones inútiles... y la realidad
—desnuda de quimeras— mostrará mejor la impronta de Dios. En Él, allí, hemos de
reposar.
Rev. D. David COMPTE i Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)
Evangeli. net
Gracias mi Señor, por tu inmenso amor, encuentro consuelo, fortaleza, y tranquilidad, en cada momento de mi vida.
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