¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes 3º del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice…
1ª Lectura (2Sam 6,12b-15.17-19):
En aquellos días, fue David y llevó el arca de Dios desde la casa de Obededom a la Ciudad de David, haciendo fiesta. Cuando los portadores del arca del Señor avanzaron seis pasos, sacrificó un toro y un ternero cebado. E iba danzando ante el Señor con todo entusiasmo, vestido sólo con un roquete de lino. Así iban llevando David y los israelitas el arca del Señor entre vítores y al sonido de las trompetas. Metieron el arca del Señor y la instalaron en su sitio, en el centro de la tienda que David le había preparado. David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión al Señor y, cuando terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en el nombre del Señor de los ejércitos; luego repartió a todos, hombres y mujeres de la multitud israelita, un bollo de pan, una tajada de carne y un pastel de uvas pasas a cada uno. Después se marcharon todos, cada cual a su casa.
Salmo responsorial: 23
R/. ¿Quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor en persona.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas
compuertas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la
guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a
entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey
de la gloria.
Versículo antes del Evangelio (Cf. Mt 11,25): Aleluya.
Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los niños. Aleluya.
Texto del Evangelio (Mc 3,31-35):
En aquel tiempo, llegan la madre y los hermanos de Jesús, y quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?». Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Éstos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Comentario
Hoy contemplamos a Jesús —en una escena muy concreta y, a
la vez, comprometedora— rodeado por una multitud de gente del pueblo. Los
familiares más próximos de Jesús han llegado desde Nazaret a Cafarnaum. Pero en
vista de la cantidad de gente, permanecen fuera y lo mandan llamar. Le dicen:
«¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan» (Mc
3,31).
En la respuesta de Jesús, como veremos, no hay ningún motivo de rechazo hacia
sus familiares. Jesús se había alejado de ellos para seguir la llamada divina y
muestra ahora que también internamente ha renunciado a ellos: no por frialdad
de sentimientos o por menosprecio de los vínculos familiares, sino porque
pertenece completamente a Dios Padre. Jesucristo ha realizado personalmente en
Él mismo aquello que justamente pide a sus discípulos.
En lugar de su familia de la tierra, Jesús ha escogido una familia espiritual.
Echa una mirada sobre los hombres sentados a su alrededor y les dice: «Éstos
son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi
hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34-35). San Marcos, en otros lugares de
su Evangelio, refiere otras de esas miradas de Jesús a su alrededor.
¿Es que Jesús nos quiere decir que sólo son sus parientes los que escuchan con
atención su palabra? ¡No! No son sus parientes aquellos que escuchan su
palabra, sino aquellos que escuchan y cumplen la voluntad de Dios: éstos son su
hermano, su hermana, su madre.
Lo que Jesús hace es una exhortación a aquellos que se encuentran allí sentados
—y a todos— a entrar en comunión con Él mediante el cumplimiento de la voluntad
divina. Pero, a la vez, vemos en sus palabras una alabanza a su madre, María,
la siempre bienaventurada por haber creído.
Rev. D. Josep GASSÓ i Lécera (Ripollet, Barcelona, España)
Evangeli. net
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