¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes 33 del tiempo ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice.
1ª Lectura (Ap 10,8-11):
Yo, Juan, escuché la voz del cielo que se puso a hablarme de nuevo diciendo: «Ve a tomar el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra». Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Él me dice: «Toma y devóralo; te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel». Tomé el librito de mano del ángel y lo devoré; en mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor. Y me dicen: «Es preciso que profetices de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reinos».
Salmo responsorial: 118
R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!
Mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas
las riquezas.
Tus preceptos son mi delicia, tus enseñanzas son mis consejeros.
Más estimo yo la ley de tu boca que miles de monedas de oro y plata.
¡Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca!
Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón.
Abro la boca y respiro, ansiando tus mandamientos.
Versículo antes del Evangelio (Jn 10,27):
Aleluya. Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. Aleluya.
Texto del Evangelio (Lc 19,45-48):
En aquel tiempo, entrando Jesús en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían, diciéndoles: «Está escrito: ‘Mi casa será casa de oración’. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!». Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban qué podrían hacer, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.
Comentario
Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los
antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara
al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas
destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de
oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a
inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan
definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y
en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de
Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» («Que el
Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).
El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena
de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada
día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de
Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la
misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la
cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente:
«Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los
hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).
En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni
los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de
sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas,
sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez
para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.
P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)
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