¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este miércoles de la XX Semana del Tiempo Ordinario, ciclo A.
Dios nos bendice...
EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Mateo 19, 3-12
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron para
ponerlo a prueba: ¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo? Él
les respondió: ¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre
y mujer, y dijo: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y
se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"? De modo que ya no
son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el
hombre. Ellos insistieron: ¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y
divorciarse? Él le contestó: Por lo tercos que sois os permitió Moisés
divorciaros de vuestras mujeres; pero al principio no era así. Ahora os digo yo
que si uno se divorcia de su mujer –no hablo de prostitución- y se casa con
otra, comete adulterio. Los discípulos le replicaron: Si ésa es la situación
del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. Pero Él les dijo: No todos
pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así
del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se
hacen eunucos por el Reino de los Cielos. El que pueda con esto, que lo haga.
Oración introductoria
Señor, quiero encontrarme contigo en este momento
de oración, esperando tener la docilidad de corazón para no convertir esta
meditación en un interrogatorio, en exigencias, en quejas o para pedirte lo que
creo necesitar. ¡Ven Espíritu Santo!
Petición
Jesús, ayúdame a nunca ser duro de corazón.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
El matrimonio es un don nacido del corazón de Dios.
Mencionas en este pasaje, Señor, la dureza de corazón. Creo que éste es uno de los principales motivos del mal en el mundo de hoy. A veces mi corazón se ha transformado en una roca. Una roca indiferente ante el dolor ajeno, impermeable ante el amor del prójimo, dura con los juicios a los demás, seca ante las obras de misericordia.
Cuando imagino un corazón, lo imagino siempre de carne, rojo, palpitante, sano, fuerte, vigoroso, y transmitiendo vida. Pero podría también imaginar cómo es la imagen que presentas a los fariseos el día de hoy: un corazón de piedra. Es un corazón muerto, grisáceo, seco, inmóvil, resistente, es un corazón que pesa, que causa dolor y poco transforma todo en muerte.
Éste es el corazón que a veces llevo dentro de mí. Señor, no permitas en mí la dureza de corazón, porque ella me lleva a sólo buscar mis intereses, a olvidar lo importante en la vida, a descuidar mi vida de unión contigo, a pactar con la tibieza. Dame, Señor, un corazón como el tuyo. Un corazón que sepa mirar todos los aspectos de mi vida como Tú los ves. Dame, Jesús, tu corazón y toma Tú el mío.
Tú también me hablas del matrimonio, de la familia. Te presentas como el mejor y mayor defensor de la familia. No eres el que simplemente impone leyes que cumplir, sino que eres el Dios que busca lo mejor para sus hijos y por ello les ayuda en lo que mejor les conviene en sus vidas. El matrimonio es un don nacido de tu corazón y no del corazón del hombre. Es por ello que para Ti el matrimonio tiene un valor único y precioso. Dame la gracia, Señor, de valorar y defender el don de la familia.
«Nosotros debemos caminar con estas dos cosas que Jesús nos enseña: la verdad y la comprensión. Y esto no se resuelve como una ecuación matemática, sino con la propia carne: es decir, yo cristiano ayudo a esa persona, a aquellos matrimonios que atraviesan una dificultad, que están heridos, en el camino de acercamiento a Dios. Permanece el hecho que la verdad es aquella, pero esta es otra verdad: todos somos pecadores, en camino. Y siempre está este trabajo por hacer: cómo ayudar, cómo acompañar, pero también cómo enseñar a aquellos que se quieren casar, cuál es la verdad sobre el matrimonio.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de mayo de 2016, en santa Marta).
REFLEXIÓN
¿Qué pensaría Jesús de todos los que hoy aprueban el divorcio? Como en aquella
ocasión, les ayudaría a entender qué es realmente el matrimonio y luego les
enseñaría a defenderlo contra todos los ataques.
El matrimonio cristiano no es sólo una convivencia entre un hombre y una mujer
que se quieren. Es mucho más. Es un sacramento, es decir, algo sagrado y
querido por Dios. Luego es compartir un proyecto de vida para alcanzar la
felicidad en esta vida. Pero si no hay proyecto, si no hay amor verdadero, si
los hijos son un estorbo y no una alegría... ¿qué tipo de matrimonio es ese?
Seguramente conocerás alguna pareja que haya dejado morir el amor, por pura
rutina, por no saber que el matrimonio es una experiencia cargada de pequeños
detalles, de gestos: un regalo, una sonrisa, una comida inesperada, una oración
en familia... ¡Hay tantos medios para caldear el amor en el matrimonio!
Lo que Dios ha unido no debe separarse, porque un divorcio, en lugar de traer
paz, trae mayor amargura y dolor, destrozando también la felicidad que merecen
los hijos. Es siempre mejor intentar sacar adelante los problemas familiares
que sucumbir ante ellos. Además contamos con la ayuda de Dios y de los
consejeros que ha puesto a nuestra disposición (un sacerdote, una religiosa, un
catequista, etc.)
Propósito
Concretar algunos medios para propiciar la oración familiar: bendecir los
alimentos, reflexionar el Evangelio del domingo, rezar el rosario, ir a misa
juntos, peregrinación a un santuario mariano, etc.
Diálogo con Cristo
Jesús, concédeme vivir la auténtica caridad fraterna, especialmente con mi familia y amigos. Que nos ayudemos unos a otros a vivir santamente y a perseverar en nuestra vocación cristiana.
Por: P Clemente González | Fuente: Catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario