jueves, 8 de junio de 2023

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este jueves de la 9ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro de Tobías  6, 10-11; 7, 1. 9-16; 8, 4-9a

 

Cuando entraron en Media y ya se acercaban a Ecbátana, Rafael dijo al joven: « ¡Hermano Tobías!» Este le preguntó: « ¿Qué quieres?»

El ángel continuó: «Es necesario que pasemos esta noche en casa de Ragüel; él es pariente tuyo y tiene una hija que se llama Sara.»

Cuando llegaron a Ecbátana, Tobías dijo: «Hermano Azarías, llévame directamente a la casa de nuestro hermano Ragüel.»

El ángel lo llevó, y encontraron a Ragüel sentado a la puerta del patio. Ellos lo saludaron primero, y él les respondió: « ¡Salud, hermanos, sean bienvenidos!» Y los hizo pasar a su casa.

Luego mataron un cordero del rebaño y los recibieron cordialmente.

Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer. Entonces Tobías dijo a Rafael: «Hermano Azarías, dile a Ragüel que me dé por esposa a mi hermana Sara.»

Ragüel lo oyó y dijo al joven: «Come y bebe, y disfruta de esta noche, porque nadie tiene más derecho que tú, hermano, a casarse con mi hija Sara. Ni siquiera yo puedo dársela a otro, ya que tú eres mi pariente más cercano. Pero ahora, hijo mío, te voy a hablar con toda franqueza. Ya se la he dado a siete de nuestros hermanos, y todos murieron la primera noche que iban a tener relaciones con ella. Por el momento, hijo mío, come y bebe; el Señor intervendrá en favor de ustedes.»

Pero Tobías le replicó: «No comeré ni beberé hasta que hayas tomado una decisión sobre este asunto.»

Ragüel le respondió: « ¡Está bien! Ella te corresponde a ti según lo prescrito en la Ley de Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana. Desde ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. A partir de hoy, es tuya para siempre. Que el Señor los asista esta noche, hijo mío, y les conceda su misericordia y su paz.»

Ragüel hizo venir a su hija Sara. Cuando ella llegó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela conforme a la Ley y a lo que está prescrito en el Libro de Moisés, que mandan dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa de tu padre. ¡Que el Dios del cielo los conduzca en paz por el buen camino»!

Después llamó a la madre y le pidió que trajera una hoja de papiro. En ella redactó el contrato matrimonial, por el que entregaba a su hija como esposa de Tobías, conforme a lo prescrito en la Ley de Moisés. Después empezaron a comer y a beber.

Ragüel llamó a su esposa Edna y le dijo: «Hermana, prepara la otra habitación, y llévala allí a Sara.» Ella fue a preparar la habitación, como se lo había dicho su esposo, llevó allí a Sara y se puso a llorar. Luego enjugó sus lágrimas y le dijo: « ¡Animo, hija mía! ¡Que el Señor del cielo cambie tu pena en alegría!» Y salió.

Mientras tanto, los padres habían salido de la habitación y cerraron la puerta. Tobías se levantó de la cama y dijo a Sara: «Levántate, hermana, y oremos para pedir al Señor que nos manifieste su misericordia y su salvación.»

Ella se levantó, y los dos se pusieron a orar para alcanzar la salvación. El comenzó así:

« ¡Bendito seas, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! ¡Que te bendigan los cielos y todas tus criaturas por todos los siglos! Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su mujer, para que le sirviera de ayuda y de apoyo, y de ellos dos nació el género humano. Tú mismo dijiste: «No conviene que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda semejante a él«.

Yo ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión desordenada, sino para constituir un verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí, y concédenos llegar juntos a la vejez!»

Ambos dijeron: « ¡Amén, amén!», y se acostaron para dormir.

 

Palabra de Dios.

 

SALMO         

 

Sal 127. 1-2, 3. 4-5 (R.: cf. 1a)

 

R.        ¡Felices los que temen al Señor!

 

¡Feliz el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo,

serás feliz y todo te irá bien.  R.

 

Tu esposa será como una vid fecunda

en el seno de tu hogar;

tus hijos, como retoños de olivo

alrededor de tu mesa.  R.

 

¡Así será bendecido

el hombre que teme al Señor!

¡Que el Señor te bendiga desde Sión

todos los días de tu vida:

que contemples la paz de Jerusalén.  R.

 

EVANGELIO

 

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34

 

Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»

Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos.»

El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios.»

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

 

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

  • La oración de Tobías, el anciano ciego y la de Sara, la joven injuriada, han sido escuchadas. El joven Tobías es hombre creyente, como su padre. Acompañado por el personaje misterioso, que ellos no saben que es el arcángel Rafael, Tobías emprende viaje hasta la casa del pariente Ragüel, a cobrar una deuda pendiente de hacía años.
  • Al llegar a casa de Ragüel, el amor a primera vista entre el joven Tobías y Sara crea una situación penosa. Tobías conoce las desgracias de Sara con los siete maridos, que se acercaron a ella, en la cámara nupcial. El ángel tranquiliza a Tobías: el hígado y el corazón del pez que encontraron en el camino, alejarán de Sara el espíritu maligno, el cual, después de oler el humo producido por la quema de las mencionadas vísceras, jamás volverá a ella.
  • Pero lo más importante será la plegaria al Dios omnipotente. Por encima de todo remedio humano, están la misericordia y la salvación, que sólo pueden venir de aquel Señor que siempre se compadece de los hombres. Sara estaba reservada a Tobías desde la eternidad. Este pensamiento encierra una realidad profundísima: la providencia eterna de Dios para con sus escogidos.
  • La preparación de la tumba y el recuerdo de Ragüel, quedan desbaratados con la inesperada y agradable sorpresa, de encontrarlos durmiendo a los dos, Tobías y Sara. Realmente esta vez no era como las anteriores. El auxilio del Señor no falta allí donde la plegaria es constante y sincera: precedida por una vida que camina por las sendas de la verdad y de la justicia.

***

  • A los escribas les gustaba mucho discutir sobre la Ley. Después de fariseos y saduceos, hoy llega un escriba; que es «una buena persona». Aunque pertenece al círculo de los adversarios de Jesús, su búsqueda de la verdad domina sobre su pertenencia al grupo dirigente. No pretende comprometer a Jesús, sino que, al ver la sabiduría con que inter­preta la Escritura, busca solución a una cuestión muy debatida.
  • Los judíos se veían como ahogados por tantos preceptos, complicados aún más por las interpretaciones de las varias escuelas de rabinos, por eso, el fondo de la pregunta apunta a descubrir qué es lo más importante para Dios según la tra­dición de Israel, cuál es la expresión suprema de su voluntad y lo prima­rio en el comportamiento del hombre.
  • Esta vez la pregunta es sincera, y merece una respuesta de Cristo, que también provocará una alabanza al letrado ante su buena reacción. Jesús comienza su respuesta haciendo suyo el llamamiento a Israel de Dt 6,4-5 “Escucha, Israel”. En tiempos de Jesús esta oración era parte integrante de la liturgia del templo, pero después de la destrucción de éste pasó a la liturgia sinagogal, como parte de las oraciones de la mañana y de la tarde.
  • Jesús, no solamente va a enunciar el mandamiento, sino que va a proclamarlo, tomando las palabras de Moisés al pueblo; sin citar a Moisés ni a la Escritura. Recuerda a todo Israel que Dios es su único Señor, no los dirigentes que explotan y agobian al pueblo, ni el mismo César que lo somete, ni el dios de muertos. Jesús, retoma el fundamento de la fe de Israel, y lo propone a sus discípulos como el primero y el más importante de los mandamientos: el amor íntegro y total a Dios como único Señor. La suma de los términos: «corazón, alma, mente, fuerza», quiere significar una plenitud de amor que comprende todas nuestras facultades de amar.
  • Jesús avanza sobre la pregunta del letrado, y retomando la escritura, deja por sentado que en la antigua alian­za no había un solo mandamiento principal, sino dos, pues el amor a Dios era inseparable del amor al prójimo. Para ser verda­dero, el amor a Dios tenía que traducirse en amor al hombre.
  • Jesús define el segundo mandamiento con una fórmula bíblica, tomada del “código de santidad” del libro del Levítico: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18). Jesús se refiere al mandamiento del amor al prójimo colocándolo al mismo nivel que el primero, en cuanto pertenece a la misma categoría de principio unificador y fundamental: “No hay mandamiento más importante que éstos”.
  • Al afirmar que no hay ningún mandamiento mayor que éstos, relativiza Jesús todos los demás, que aparecen como secundarios, accesorios, dispensables. Son estos dos los que deben regular la vida del israelita; ninguna otra práctica es esencial. Del amor a Dios no se deriva el culto religioso, sino el amor al hombre, su imagen.
  • La gran consigna de Jesús es el amor. Eso resume toda la ley. Un amor en dos direcciones. Amar a Dios, dándole el primer lugar en nuestra vida, en nuestra mentalidad y en nuestra jerarquía de valores. Un amor a Dios que nos significa escucharlo, adorarlo, encontrarnos con Él en la oración, amar lo que ama Él.
  • Amar al prójimo con todo el corazón, a los que nos agradan y a los que no, porque todos somos hijos del mismo Padre, porque Cristo se ha entregado por todos. Amar a los demás significa, no sólo no hacerles daño, sino ayudarlos, comprenderlos, perdonarlos.
  • Jesús une las dos direcciones en la única ley del amor. Ser cristiano no es sólo amar a Dios. Ni sólo amar al prójimo. Sino las dos cosas juntas. No vale decir que uno ama a Dios y descuidar a los demás. No vale decir que uno ama al prójimo, olvidándose de Dios y de las motivaciones sobrenaturales que Cristo nos ha enseñado.
  • Por eso el amor concreto debe partir de las necesidades del hermano a quien se ama. El amor no son palabras que se dicen nada más, no son discursos demagógicos que se pronuncian para tranquilizar la conciencia. La obligación de amar al hermano se ha convertido en un imperativo del seguimiento a Jesús, que se concretiza en la vida fraterna. Jesús invitó a sus discípulos a una vida de amor fuerte y concreto. El amor a los hermanos debe ser testimonio de seguimiento y testimonio de vida cristiana.

 

PARA DISCERNIR

  • ¿Qué lugar ocupa mi amor a Dios?
  • ¿Cómo lo expreso?
  • ¿Qué lugar ocupa el amor a los hermanos?

 

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Amar al prójimo como a mí mismo

 

 

 

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