¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en de este viernes de la 3ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo C,
Dios nos bendice...
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de Samuel 11, 1- 4a. 5-10a. 13-17 .27c
Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén.
Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: «¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!» Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: «Estoy embarazada.»
Entonces David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías, el hitita.» Joab se lo envió, y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego David dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate los pies.» Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa.
Informaron a David que Urías no había bajado a su casa.
Al día siguiente, David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa.
A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. En esa carta, había escrito lo siguiente: «Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera.»
Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita.
Pero lo que había hecho David desagradó al Señor.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 50, 3-4. 5-6ab. 6cd-7. 10-11 (R.: cf. 3a)
R. Ten piedad, Señor, porque hemos pecado.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado! R.
Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti solo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos. R.
Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre. R.
Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 26-34
Jesús decía a la multitud:
«El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha.»
También decía: «¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra.»
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
- La Biblia nos relata la historia de un pueblo de pecadores, pero de pecadores salvados. Hoy asistimos al momento más vergonzoso de la vida de David. A pesar de su fe y de la hondura de su oración no deja de ser un gran pecador. David ve a una mujer que se estaba bañando, la desea y la seduce. Pero es la mujer de otro. David comete adulterio con Betsabé que es la mujer de Urías. Ella será la madre de Salomón pero antes pasarán por el dolor y el sufrimiento.
- El pecado de David no vino solo. David quiso descargarse de su responsabilidad y endosar el embarazo al marido legítimo, pero no lo logra. Existía entonces la norma de la abstención sexual durante una guerra. David instiga a Urías, el esposo de Betsabé, a beber para hacerlo perder la cabeza y que se acueste con su esposa. Pero Urías, incluso estando borracho, recuerda la prescripción.
- Entonces premedita el crimen dando la orden de poner a Urías en lo más duro del combate para que caiga herido y muera.
- David es infiel a ese Dios que lo ha favorecido tanto, y a quien ha hecho tan hermosas promesas. Toda su inteligencia se ha puesto en el provecho personal tratando de ocultar su primer pecado.
- David se encuentra atrapado por la dialéctica de su propio pecado. La pasión lo ha empujado al adulterio, éste lo ha llevado a la hipocresía y después al homicidio. No sólo peca contra los mandamientos del decálogo, sino que abusa, en personal beneficio, de la autoridad que Dios le ha dado para procurar el bien de su pueblo.
- El pecado es simiente de nuevos pecados, si no tenemos la sinceridad de reconocer la culpa y el coraje de rectificarnos. El famoso salmo «miserere» expresa bien el arrepentimiento de David. Y la contracara del pecado, es la misericordia de Dios.
***
- Hoy escuchamos dos parábolas, de las cuatro que trae el evangelio de Marcos. Son dos parábolas acerca del Reino de Dios, con imágenes muy simples. La primera nos habla de una semilla que después de ser sembrada, crece sola, sin que el sembrador esté encima ni sepa cómo. El Reino de Dios, como la semilla, tiene dentro una fuerza misteriosa, que a pesar de los obstáculos que pueda encontrar, logra germinar y dar fruto.
- Dios conduce nuestra historia por ese motivo Jesús subraya la fuerza intrínseca de la gracia y de su intervención. El protagonista de la parábola no es el labrador ni el terreno bueno o malo, sino la semilla.
- La otra parábola presenta la desproporción entre la pequeñez de la semilla y la grandeza del árbol maduro que brota de ella. Las grandes empresas tienen, con frecuencia, humildes orígenes. La lógica del Reino de Dios choca con la mentalidad de este mundo que funciona de modo muy diferente: la santidad de vida, las grandes obras de misericordia y evangelizadoras, las iniciativas providenciales…, no dependen de las grandes inversiones. El desarrollo del Reino de Dios comienza en la pequeñez, en lo aparentemente inútil, en lo humanamente estéril y pobre, para alcanzar luego una expansión increíble.
- Las dos parábolas de hoy tienen en común el «símbolo» de la germinación, de la potencia de la «vida naciente». Jesús ve así su obra; el Reino de Dios es como una semilla viva, sembrada en un corazón, sembrada en una vida, sembrada en el mundo, crece de un modo lento, imperceptible, pero continuo.
- El Reino, fuerza de Dios que opera en la vida de los hombres y en la historia, está más allá de las capacidades del evangelizador como de la debilidad de los evangelizados. Es el mismo Dios quien se hace presente, superando la acción humana y la insignificancia de la semilla. El Reino, aunque se apoye en el hombre, no recibe su fuerza de él.
- No podemos creer que el mundo se va a salvar por nuestras técnicas y esfuerzos. Dios muchas veces nos muestra que de los medios más pequeños brotan los frutos menos esperados, ni proporcionados a nuestra organización o a nuestros métodos, instrumentos o ciencia.
- El Reino de Dios ya está aquí, en medio de nosotros y no viene con el estrépito de la propaganda, ni con derroche de medios y de fuerza. No es como las grandes empresas del mercado o los medios de comunicación que planean para producir grandes ganancias para unos pocos.
- No debemos angustiarnos por miedo al fracaso buscando tener una respuesta inmediata o exigiendo frutos a corto plazo. Esto sería absolutizar nuestros méritos y sin verdadera fe en el Dueño de la mies.
- A nosotros se nos pide recibir el Reino; como buena tierra colaborando con nuestra libertad y trabajo sin impaciencias: porque el protagonista es Dios. El Reino crece desde dentro, por la energía del Espíritu que, poco a poco, da abundantes cosechas de solidaridad y de servicio entre los pobres y que echa ramas en las que pueden cobijarse todos los desamparados de este mundo.
PARA DISCERNIR
- ¿Confío en la acción de Dios o trato de buscar otras seguridades?
- ¿Reconozco la presencia del Reino en sus pequeñas manifestaciones?
- ¿Me impaciento ante la falta de resultados visibles?
ARZOBISPADO DE BUENOS AIRES
Vicaría de Pastoral
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