¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este Domingo 23º. del Tiempo Ordinario, ciclo B.
Dios nos bendice...
Hoy, domingo, 5 de septiembre de 2021
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías
(35,4-7a):
Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios
que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán
los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán saltará como un ciervo el
cojo, la lengua del mudo cantar. Porque han brotado aguas en el desierto,
torrentes en la estepa el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 145,7.8-9a.9bc-10
R/. Alaba, alma mía, al Señor
Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.
Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,1-5):
No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por
ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta
con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y
le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en
cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois
inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad:
¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y
herederos del reino, que prometió a los que lo aman?
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31-37):
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del
lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además,
apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la
saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá»,
esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y
hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto
más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del
asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los
mudos.»
Palabra del Señor
Comentario
El trazado de la existencia humana se parece a una montaña rusa. Bruscamente, cambiamos de escenario y emociones. Unas veces estamos arriba y otras veces creemos que nos precipitamos en el abismo. Hay días llenos de esperanza, pero otras veces sentimos que todo se derrumbó. Es la eterna ambigüedad del vaso medio lleno y el vaso medio vacío. Nuestra vida gira alrededor de los polos esperanza-desesperanza, certeza-incertidumbre, optimismo-pesimismo.
Las lecturas de este domingo nos proporcionan elementos muy ricos para superar estos dilemas. En la tensión entre la esperanza y la desesperanza, triunfa la esperanza; en la tensión entre certeza e incertidumbre, prevalece la certeza; en la tensión entre optimismo y pesimismo, finalmente se impone el optimismo. ¿De dónde nos viene la fuerza? ¿Cómo se explica que la balanza se inclina, finalmente, hacia el lado positivo? Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, ha cambiado radicalmente la lectura de la historia espiritual de la humanidad.
En esta eucaristía dominical, los invito a reflexionar en el mensaje del texto del profeta Isaías y en el relato de la curación del sordomudo, descrito por el evangelista Marcos.
El profeta Isaías se dirige a su comunidad, que afrontaba una difícil situación, y la invita a no quedar atrapada en el presente, y para ello debe mirar hacia el futuro. El pueblo que ha sido escogido por Dios no puede hundirse en la desesperanza. Aunque el presente se vea sombrío, Dios permanece fiel a su promesa y garantiza un futuro luminoso. Estas son las palabras de Isaías: “Digan a los cobardes: ¡Valor! ¡No tengan miedo! Miren, ya llega su Dios a hacer justicia, viene a dar a cada uno su merecido; viene en persona y les da la salvación”.
¿Cómo sabrá el pueblo de Israel que esa realidad nueva ya está presente en medio de ellos? Los hechos lo demostrarán: “Entonces, los ciegos recobrarán la vista, los oídos del sordo se abrirán, los cojos tendrán agilidad de venados, los mudos cantarán”.
Esta realidad nueva, superación de las negatividades padecidas por Israel, es inaugurada por Jesucristo. Él no proclama un futuro de esperanza. En Él, ese anuncio se realiza en plenitud. Está llevando a cabo las acciones anunciadas por el profeta Isaías. La curación del sordomudo lo confirma.
Este relato de la curación del sordomudo ha sido estudiado, con particular interés, por los expertos en los escritos del Nuevo Testamento, pues se caracteriza por las acciones simbólicas y rituales que lo acompañan: 1) Introducir los dedos en los oídos del sordomudo; 2) poner un poco de saliva en la lengua de este hombre; 3) elevar la mirada al cielo; 4) lanzar un fuerte suspiro o gemido; 5) pronunciar la orden “ábrete”, utilizando una palabra en arameo (effethá).
Ningún otro milagro de Jesús es descrito tan minuciosamente.
En el contexto de esta reflexión sobre la curación del sordomudo, que muestra cómo el reino de Dios ya está presente en medio de la comunidad, cumpliéndose así las palabras del profeta Isaías, vale la pena que hagamos un breve comentario sobre los milagros de Jesús, llevados de la mano por John P. Meir, sacerdote católico, que es un respetado investigador sobre las Sagradas Escrituras. Según este especialista, para poder hablar de milagro, deben cumplirse los siguientes requisitos: “1) Un acontecimiento inusitado, asombroso o extraordinario, perceptible en principio por cualquier observador atento o imparcial; 2) un acontecimiento que no puede ser atribuido razonablemente a las capacidades humanas ni a otras fuerzas conocidas que actúan en nuestro mundo de tiempo y espacio; y 3) un acontecimiento resultante de esa acción especial mediante la cual Dios realiza algo imposible para todo poder humano”.
Jesús no fue un personaje más entre los que habían vaticinado acontecimientos futuros. Él era el profeta que estaba cumpliendo lo que otros profetas habían anunciado.
Para las multitudes que seguían a Jesús, los milagros que Él realizaba eran el elemento más sensacional y atractivo de su ministerio, que daba una autoridad especial a las enseñanzas que impartía.
En la vida cotidiana, encontramos múltiples manifestaciones del amor providente de Dios, que se expresa de muchas maneras y a través de diversos instrumentos. Él permitió que este sordomudo se reincorporara a la vida social, ayudándole a superar las barreras que le impedían comunicarse. En esta eucaristía dominical, pidamos al Señor que seamos capaces de escuchar su voz en medio de las distracciones y ruidos que nos rodean, establezcamos canales de comunicación y escuchemos atentamente las palabras de las personas con las que compartimos cada día, que no las interpretemos con ligereza y que respondamos con prudencia y ponderación.
En el mundo contemporáneo no hemos podido superar el drama de incomunicación que nos describe la Biblia cuando relata la construcción de la Torre de Babel. Cada uno defiende su propio proyecto, pretende imponer su voluntad. Nos cuesta mucho salir al encuentro de los otros. Somos sordos y mudos que vivimos aislados.
Por: Jorge Humberto Peláez, SJ
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